Ayer, Asfodelo y yo estuvimos en expocomic. Es genial ver a tanta gente reunida con tanto entusiasmo y tan seguidores de algo, que pierden totalmente el norte, sin ridículo, ni vergüenza, ni complejo alguno. Tanto siguen a sus héroes de papel, que ni el hambre, el viento o el frío pueden evitar que se arranquen sus camisetas y pasen el día mostrando torso en pleno diciembre.
Por un lado están quienes van a esta exposición para ver cómics, confraternizar por unos segundos con sus autores favoritos, ver las novedades que algunas editoriales ofrecen y comprar aquel muñeco de serie limitada que no pudieron adquirir en la subasta de eBay. Este tipo de seguidor, aún no ha perdido el sentido del ridículo, pero ve con buenos ojos a aquellos que se visten y actúan como sus ídolos.
En un rincón de la exposición, sin embargo, están aquellos que escuchan atentamente lo que se hace en la sección de talleres y conferencias. Este tipo de seguidor del comic, ha sido tan fanático, tan fanático, tan fanático que se ha dado la vuelta y se ha convertido en un intelectual del mismo. Tal es así, que parecen mirar con ojos recelosos a aquellos que se visten y actúan, igual que ellos hacían tan solo unos años atrás. Y todo porque arman mucho jaleo y no les dejan oír lo que un señor dice en un idioma extranjero, y que nadie parece entender. Pero hombre, ya que ha venido y está haciendo el esfuerzo, qué mínimo que mirarle con respeto y hacer como que se le escucha.
Por último, tenemos a los entregados, a los fanáticos enamorados del comic y sus personajes, aquellos que sueñan con vivir las fantásticas aventuras que en ellos se narran, y que en estos días, casi llegan a hacerse realidad.
Por un lado están los seguidores del manga, con sus faldas cortas, sus grandes lazos, sus temibles carteles de: "Regalo besos y abrazos"; sus gorros de múltiples y extraordinarias mascotas, sus armas de cartón (cortadas con cuter, pintadas a mano y de tamaños imposibles, tanto para transportar como para usar) y sus torsos descubiertos (que debe ser que en Japón, si hace frío y te despechugas es el no va más de la heroicidad).
Y en la otra cara, nos encontramos con aquellos que visten como los héroes de sus películas, videojuegos y novelas gráficas más a la occidental (véase: Star Wars, Kill Bill, Tomb Raider, Batman, Joker...). Estos a diferencia de los anteriores, parecen algo más serios y cultivan un lenguaje del tipo: "Señorita, usted y yo tenemos aún una cuenta pendiente" (con tono de pistolero de Far West).
A pesar de las diferencias, ambos sectores de dicho grupo comparten la necesidad imperiosa de demostrar, al mundo y al personal que les rodea, que son capaces de maniobras, golpes, ataques y posiciones idénticas a los de aquellos de quienes copian la indumentaria. De tal modo que a lo largo del paseo puedes ver como un caza recompensas lucha contra un jedi, tirándole al suelo al más puro estilo Coral Bistuer; cómo la Mamba Negra lucha, catana en mano, contra una linda colegiala japonesa; o cómo se organiza, y cuando digo organiza, es super bien organizado, un torneo de lucha entre las réplicas de los más fornidos, escurridizos y ágiles personajes de la historia de los videojuegos, la flor y nata del mundo virtual.
Me encanta ver cómo la gente se esfuerza y pone toda su energía en algo... Aunque también me duele que en cosas tan sin sentido se pueda poner tanto ánimo, y sin embargo no dediquemos ni un segundo a intentar dar una vuelta al sistema de mierda en el que estamos inmersos.
Pero bueno, no quiero ser grosero ni aguafiestas. Espero que el año que se avecina, sea el año en el que por fin se invente el teletransporte (que ya va siendo hora, que desde que Star Trek nos puso los dientes largos...), y en el que se empiece a comercializar la pastillita que nos concederá a cada uno un superpoder, alterando nuestro código genético como si tal cosa.
Toda una experiencia la del expocomic. De nuevo, no pienso perdérmela el año que viene.
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