jueves, 17 de noviembre de 2011

Sí, soy del grupo de los feos.

Llevo unos días que la apatía me inunda, me envuelve, se apodera de mí y me impide hacer nada. Sospecho que se debe a que llegan las navidades, y con ellas las evaluaciones del primer trimestre, que sinceramente son un coñazo (muchas horas, trabajo para casa y mucha redacción académica). Así que si alguien nota que este post tiene poca sustancia, no se lo tengáis en cuenta a mis apáticas neuronas, están cogiendo fuerzas para lo que está a punto de comenzar.

Yo tenía un amigo, que vivía en la periferia de Madrid, y durante su infancia, adolescencia e inicio de la vida adulta, sólo se acercó al centro en ocasiones señaladas y para salir de noche. De pronto un día decidió hacer unas oposiciones para incorporarse a una empresa de limpieza de jardines y mantenimiento de parques (o algo así creo que era), con la suerte de que le cogieron. La pega era que debía madrugar y trabajar en el Centro. Tras varios meses de trabajo me dijo:

- ¿Sabes, Sr Ombligo, de lo que me he dado cuenta? Que la gente que va en el transporte público es muy fea.

Por la parte que me toca, estuve barajando la idea de darme la vuelta y no volver a hablarle en la vida, pero debo reconocer que este chico era aficionado a las sustancias alucinógenas, y no quise tomárselo en cuenta (Animalito...) Pero desde ese día me he ido fijando en este hecho y... Qué podría decir... 

Sin embargo, esta semana tuvo lugar un acontecimiento que me ha hecho ver esto de otra manera.

Al salir del Centro de Entrenamiento Cognitivo para el Desarrollo de Orcos en Vías de Crecimiento, o como todo el mundo lo llama COLE (ya se que no se corresponden las siglas, pero no siempre se corresponden, que mira que somos meticulosos... Ya he dicho que mis neuronas están de vacaciones), iba al metro con mi compañera, la Tole, donde a lo lejos divisamos en el andén a una pequeña orquita con su pokemon. Una vez cerrado el chiringuito, por norma general, a los profes nos suele dar bastante pereza cruzarnos con algo que tenga que ver con el trabajo, sobre todo en lo referente al trato con pokemon, así que nos hicimos los "longuis" (¡Qué termino más desactualizado!) y como el que no quiere la cosa nos fuimos a la parte delantera.
Relacionarnos con los susodichos nos da pereza, pero observarlos en las distancia y criticarlos un poco... pues no, para qué negarlo, y como ahora los metros van seguidos y se ve todo desde cualquier punto, pues nos pusimos al tajo. Curiosamente, me vino a la memoria la observación de mi amigo y me fijé un poco en las personas con las que compartía el espacio móvil subterráneo, y pensé: La gente no es fea, lo que pasa es que va descuidada, cansada y harta, pero ya está.

Y entonces, rompiendo mi estado de divagación y mi actividad crítica gratuita con la Tole, mezclado con la masa que subía al metro en la parada, apareció un dios.
Mediana estatura. Pelo moreno con canas, peinado en una cresta, pero sin llegar a ser moderno. Piel morena y barba de tres días. Ojos color miel, nariz recta, boca media y labios finos. Camisa a medio desabrochar, enseñando pectoral y vello (pero el justito), con las mangas remangadas hasta el codo enseñando un antebrazo marcado... Y lo que más me sorprendía, y quizá lo que más me atraía a mirarle, era su expresión de sentirse perdido y desprotegido (como cuando has comido melón por la noche y piensas que quizá te mate). Quizá, con la descripción que acabo de hacer, se pueda pensar: "Bueno, tampoco es para tanto, no es mi tipo". ¡Error! Todo el vagón le observaba. De hecho, Tole y yo nos miramos sobresaltados para descubrir que nuestras pupilas estaban dilatadas de puro asombro.

Entonces en medio de aquel éxtasis colectivo, el hombre me mira fijamente... Noté cómo me crecían dos coletas y un flequillo, en mis dientes brotaba un corrector, mis gafas se volvían de culo de botella y un grano palpitaba en mi nariz de repente. Me faltó sonreír cual Betty, la fea, tras una carpeta llena de pegatinas de los chicos de Sensación de Vivir. Ante aquella mirada, me sentí adolescente patizambo de nuevo. ¡Qué horror!

Y entonces lo vi claro, mi amigo tenía razón. Aquel Adonis no estaba acostumbrado a montar en metro y ante el panorama estaba asustado, viendo cómo podría ser que el transporte público estuviese plagado de tanta gente fea, entre los que por desgracia debo incluirme. 

Sin embargo, prefiero ser de este grupo. Me encanta haber tenido que luchar con macarras de piernas abiertas, para ganar algo de espacio en mi asiento, pues ahora mis piernas son más fuertes; haber contenido la respiración durante un trayecto entre paradas, porque el señor que está agarrado a la barra del techo huele a sudor que tira para atrás, pues ahora mis pulmones son más resistentes y mi pituitaria es a prueba de bombas; haber sido capaz de arrebatarle el sitio a una vieja carroñera de asientos en pleno  ataque, pues ahora soy más veloz. Sí soy del grupo de los feos pero, ¿no dicen que si hay una guerra nuclear las que resistirán son las cucarachas? ¿Acaso son los animales más hermosos de la naturaleza? Son los mejor adaptados. Yo no quiero una cara de espanto en el transporte público, quiero experiencias que me hagan más fuerte, y sin lugar a dudas, el metro es una.

5 comentarios:

  1. Aunque yo opino como tu amigo de la periferia de Madrid,hay días que me incluyo en el grupo de los feos :-)

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  2. Gracias anónimo por comentar! Quizá deberíamos decir, que nos incluimos en el grupo de los fuertes, de los curtidos, de los que mueven el mundo, apreciaciones estéticas aparte XD

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  3. ¡Sonrojado me hallo! ¡Tú sí que eres guapo!

    Igualmente, a lo que me refiero es a eso, que no soy un Adonis... ¡Ni ganas!

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  4. Alma de "alcántaro", para domar orcos no podemos ir estupéndisimos de la muerte, o cuando ves a una/o sin la "equpipación" no piensas...¿qué clase de orcos tienes?,además, ese "chandas" no lo aguanta ni Erick.

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  5. Qué bien que te hayas animado a comentarme, queridísima Argobinable.

    Por eso mismo, soy del grupo de los feos, de los que visten armadura/chandas para luchar contra la realidad, y le escriben un post para reirse de ella. Y por cierto, seguro que Erik se pone nuestro uniforme y le queda como un guante, y el universo entero se pegaría por llevarlo... Es que Erik es otro rollo XD.

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