jueves, 28 de julio de 2011

Mi cacharrito

¡¡Soy Feliz!!

Tengo una familia adorable, un novio encantador, que me hace mimos mientras vemos la tele (previo chantaje, por supuesto), unos amigos en los que confío y en los que me apoyo, pero sobre todas las cosas, TENGO UN IPHONE.

Me di cuenta de lo muy importante que es para mí, esta tarde, mientras construía mi pueblo medieval, ganando puntos jugando al solitario. Es alucinante. Según avanzas en el juego puedes construir torres, entradas, casas de plebe, casas burguesas, un descampado para torneos y justas, una taberna (o puede que sea un prostíbulo, que no tengo yo muy claro, que negocio se trae entre manos el dueño de este local)... ¡Y todo ganando solitarios! Y es que sabiendo que el progreso de una urbe está en tus manos, la verdad, como que se juega de otra manera, como con más ganas y con la sensación de que esto... jo! Es una gran responsabilidad. Sobre todo cuando el marcador te indica, que sólo queda el 90% para llegar a construir el siguiente edificio. Mira, ¡qué lástima! ¿Cómo voy a dejarlo sin terminar? Ahora, que son las tres de la mañana y a saber la pobre familia que se va a meter en esta choza a vivir, donde andará metida... (Seguramente en la taberna - prostíbulo, que por lo que se ve por fuera es bastante confortable y debe tener camas de sobra).

Construcciones urbanísticas a parte, desde que tengo el iPhone lo que cada día no puede faltar, y si falta ya me voy sintiendo mal y no duermo, es la foto del Instagram. Ahora la vida, la veo de otra manera. Ya no hay paseo o caminata normal, ya voy buscando a cada paso LA FOTO. Y si veo que ya estoy llegando a casa, y que no he encontrado nada que me haya llamado la atención, me entran unos calores...  Y no es por que yo quiera hacer la foto... No, no, no hay que equivocarse. Sobre todo es porque las personas a las que sigo en la susodicha aplicación de compartir fotitos, se han pasado el día haciendo el book de su gato, su abuela, y el color de las hojas de su bonsai, según se movía el sol a lo largo del día. Y no puede ser que, YO no tenga nada que mostrar al mundo, ¿tan triste es mi vida? ¿Tan poco creativo soy? ¿Por qué las fotos de los bonsais quedan mejor que las de los cactus? En resumidas cuentas, esta aplicación lo único que busca es fardar... Y sí, yo también quiero fardar, porque tengo un iPhone.

Además el maravilloso cacharrito te da la posibilidad de hacerlo todo a través de él, mirar la filmografía de de tu actor o director favorito, comprar nuevas aplicaciones, entradas, hasta hacerte un croquis ida y vuelta por el camino más corto de cómo ir al baño, pasando primero por la cocina, el salón y la terraza. Es verdad, soy un poco exagerado, pero antes iba a coger el autobús, libremente, sin ataduras, siendo consciente de la aventura que supone bajar a coger el 6, que igual pasan dos seguidos, como esperas cuarenta minutos. Ahora no puedo salir sin consultar cuándo ha pasado o pasará y qué conductor lo lleva (si esto de verdad se pudiera consultar, fijo que lo haría, porque hay uno de la EMT que lleva el 148 por las tardes...) El otro día salí con El Hambre sin mirarlo, y nos dimos la vuelta para consultarlo, y eso que ya estábamos en el ascensor (sí nos dimos la vuelta, que así aprovechábamos la wifi, que está la cosa "mu apurá").

Y por último los accesorios. Cuando lo compré iba yo tan feliz. En la tienda había visto las fundas de colores pastel que han hecho (preciosas por cierto), pero el chico que me lo vendió, que era algo menos plasta que lo que suelen ser los vendedores de Apple, me dijo que con el protector de pantalla era suficiente. Claro, viendo que era menos pedante, pensé: "Si es menos pedante es que dice las verdades". Y salí de allí sabiendo que había hecho lo correcto (gastarme 600 euros y llevarme el móvil sin funda, pero con protector).
En esto que se lo enseño a una de mis mejores amigas (que en estos casos son las que más peligro tienen, porque son las que más te influyen) y me dice: "¡Bueno, bueno, qué chulada! Le pondrás una funda, ¿no? Porque por mucho que lo cuides al final..." ¡Hija de puta! (y mira que la quiero, ¿eh?) Desde ese día no paraba de pensar en la fundita. Como no podía ser de otra manera, la Ley de Murphy se cumplió, y cuando quise ir a comprarla estaban agotadas y lo único que les quedaba era blanco y negro... "Pero llámanos, porque nosotros recibimos todos los días y puede que lleguen".

- Hola, buenos días. Llamaba para ver si habéis recibido las funditas en color naranja...
- Eeeeh! No.
- ¿Y sabéis si las vais a recibir esta semana?
- Pues no.
- Pero las tenéis pedidas,  ¿verdad?
- Sí, sí.
- Pero más o menos...
- No, no.

¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser, que en lo referente al pedido en una tienda de informática, cada día sea como comerse un Kinder Sorpresa? Jo! El turno de mañana tiene que ser una fiesta cada vez que abren los paquetes. Además deben tener un huevo de ratones inalámbricos que no han pedido, pero ninguna funda de colores, porque esta conversación la repetí a diario durante casi quince días. Lo que sí me llamó la atención es, que los dependientes de Apple por teléfono se vuelven idiotas y no saben responder más que con monosílabos, a diferencia de cuando están en tienda que son unos repelentes megaguays de la vida.
Finalmente, y como a mi cacharrito no le puede faltar de nada, porque es lo más maravilloso que ha inventado el hombre desde que un día le diera por freír huevos, me lancé al Store de internet y lo encargué por ahí, porque digan lo que digan las abuelas y los desconfiados, Internet no me falla. Ahora, eso sí, me cobra por los gastos de envío.
De todas formas seguiré con los dedos cruzados, ya que la fundita aún no ha llegado.

Mientras llega, sed buenos y tened cuidado, pues recordad que el melón por la noche mata.