domingo, 22 de abril de 2012

Listografía Nº2: Mis películas musicales favoritas

Con motivo de mi post anterior, y ya que llevo una semana algo simple y alicaída, he decidido continuar con otra de mis listografías, esta vez la de las películas musicales que más me gustan o que más me han marcado desde la infancia hasta mis treinta y una primaveras. 
Os comunico desde ya, que por mucho que alguien piense que Conan, el Bárbaro es un ballet, no pienso hacer referencia a este tipo de películas, sino a las que se idearon, pensaron y rodaron como musical, más allá de interpretaciones.

Hairspray: Sin palabras. En un principio me resistí a verlo, pero cuando Carrie Lee lo trajo a casa, me fascinó. Sus números musicales, sus rítmicas y melódicas canciones, su humor sibilino e inteligente, el tema de la igualdad racial,  John-Tra haciendo el papel de madre obesa hiperprotectora y Michelle Pimientas en el papel de mala malísima, a la par que estupenda estupendísima...  Todo esto sumado a que está inspirado en una película de John Waters, con Divine como madre de la protagonista, que siempre es un plus. Desde entonces, cada vez que alguien habla de musicales, el primero que me viene a la cabeza es Hairspray. Quizá no sea mi preferido (o quizá sí), pero desde luego es el que más me impactó, pues es del que menos me esperaba.

Hair: Desde que escuché en una cinta de mi madre la canción Aquarius, me enamoré de la melodía. Debía tener como doce o trece años. Al comentárselo a ella, me contó que procedía de un musical que trataba el tema de los hippys y la Guerra de Vietnam, y a mí cada vez esto me iba gustando más. Con la llegada del DVD, también llegó la oleada de la remasterización y el relanzamiento de grandes clásicos, y fue entonces cuando pude ver esta maravilla psicodélico-pacifista. A quién no le gustaría colarse en la fiesta de unos ricachones y ponerse a bailar sobre su preciosa mesa llena de cubiertos de plata, o bailar alocadamente en Central Park con el pelo lleno de flores, o gritar a los cuatro vientos lo mucho que aprecia su pelo, como marca de identidad y rechazo a los clichés establecidos. En plena adolescencia, ¿a quién no le podía gustar este musical? Para mí, este fue el más deseado y esperado.

Y ya que hemos hablado del musical de mi adolescencia, tendremos que hablar de los musicales de mi infancia, sin contar con los largometrajes Disney, que son películas de animación.

El Mago de Oz: Colores, familia, musica pegadiza, bailes, una niña como protagonista... ¿Qué pequeño proyecto gay no se iba a encandilar de esta cinta? Gracias a esta película cada vez que imaginamos una bruja lo hacemos con sombrero de pico, vestida de negro y piel verde, que en el mundo real es una profesora o vecina refunfuñona.
Además, creo que antes, la emitían a menudo en Navidades, lo que sin lugar a dudas hace que esta historia se asocie en mis recuerdos a regalos, emoción, momentos de familia y situaciones agradables. 

Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music): Por un lado, Julie Andrews, la perfecta maestra y cuidadora de infantes (Mary Poppins y Fräulein María), entrenando orcos en el campo, llevándoles de excursión por los Alpes, haciéndoles trajes con cortinas monísimas y cantándoles para que no tuviesen miedo de los rayos y truenos de una tormenta... El ideal hecho música. Y por otro, he de confesar que interpreté a Rolf, el cartero nazi, en la versión del grupo de teatro del instituto, con su correspondiente número musical (Y el sueño se hizo realidad). 

Cabaret: la homosexualidad, el mundo del espectáculo, las coreografías imposibles de Bob Fosse, la fotografía decadente y sus guiños al arte contemporáneo, el análisis social del Berlín anterior a la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo, el aborto, el amor, la amistad... A pesar de haber escuchado en infinidad de ocasiones su legendario "Money, money", llegó a mí en mi mayoría de edad, cuando ya era capaz de comprender todo lo que se esconde debajo de cada número musical. Una obra maestra fascinante.

Victor o Victoria: Quizá sea la versión cómica y edulcorada de Cabaret. Temas similares, pero todo más fácil de tomar (nada de abortos y amores imposibles), como no podía ser de otra manera teniendo de nuevo a Julie Andrews como protagonista. Dignas de mención son sus escenas de humor tipo años veinte en las que uno entra otro sale y se buscan pero no se encuentran jamás. Divertida y, de forma modosita, atrevida para los años en los que se rodó y el público al que se destinaba.

The Rocky Horror Picture Show: Locura, diversión, situaciones absurdas e inconexas, libertad sexual, todo un ritual de frases y reacciones, para determinadas escenas, a sus espaldas (que casi necesita manual de instrucciones) y una iconografía legendaria de corsés, tacones y medias de rejilla. Si te han venido gustando los musicales y ya has visto Víctor y Cabaret, el paso lógico en la evolución del musical es que te guste Rocky. Éste llegó en la época en la que salía, entraba, trasnochaba, conocía gente y más gente... Vamos, cuando mi propia vida era un Ombligo Horror Show. 

Moulin Rouge: Quizá ésta es una de esas películas que en ocasiones te avergüenzas de reconocer que te gustan, y que te gustan tanto. Si no la vi alrededor de veinte veces no la vi ninguna. Consecuencia: que ahora cuando pienso en verla me da un poco de pereza. Creo que fue con Moulin Rouge con la que me enamoré de Ewan (el resto de sus películas como que consolidan el enamoramiento inicial, pero MR es como el flechazo), y en la que todos pensamos: "Pero que guapísima es Nicole Kidman, ¿no?" Ríos de lágrimas, emoción a flor de piel, números musicales y coreografías a gran escala, una escenografía barroca y la expresión del amor hecha imagen y sonido (una explosión de luces de vengalas y los protagonistas cantando I will always love you... Eso es enamorarse, señores, y lo demás son tonterías)... Sí, mucho merengue y pastel de fresa.

Y por último... ¡¡Barbra Streisand!!

Funny Girl: No había visto este musical, hasta que lo nombraron en In & Out (en la que el protagonista es un ultra de la Streisand y habla de él). Intrigado por esto lo vi,  y más o menos para el minuto quince, ya estaba prendado de este musical. Barbra haciendo el ganso en patines, Barbra haciendo el ganso vestida de novia, Barbra haciendo el ganso en una partida de póker, Barbra totalmente destrozada por el amor, con unas uñas y una manicura de infarto... Lo típico. El origen de la popularización de temas como People o Don´t rain on my parade.

Hello Dolly: Desde muy pequeño, creo recordar imágenes de esta película: mujeres con trajes pomposos en colores pastel, que hacen que parezcan pastelitos de crema saltarines; hombres alargados y extremadamente delgados con pantalones de pitillo, que bailan casi de puntillas; y una Barbra con una melena recogida en un moño, de un color naranja radioactivo que te hace sospechar de su peluquero y el tinte que ha empleado. De nuevo una película divertida, amena y hecha a la medida de la Diva: Barbra haciendo el ganso cuando va a coger el tren, Barbra haciendo el ganso en una tienda de sombreros, Barbra haciendo el ganso en un restaurante de lujo, Barbra saliéndose con la suya en una explanada llena de gente aplaudiendo en su boda... Todo ello con unas uñas y una manicura de infarto... Lo típico.

Así pues, si algún día os apetece ver un musical, y no sabéis por cual decantaros, aquí os dejo mis recomendaciones. Eso sí, recordad que con melón un musical no se disfruta como es debido, y mucho menos si lo vais a ver por la noche.

¿Y las vuestras? ¿Cuales son vuestras películas musicales favoritas?

domingo, 15 de abril de 2012

El Glee nuestro de cada día

Estamos viendo la tercera temporada de Glee. Me encanta, no lo puedo remediar. Recuerdo que al principio me parecía lo peor, muy infantil y con unas tramas de culebrón insoportables. Además eran veintitantos episodios... ¡¡Por el amor de Alanis Morissette!! ¡¡Yo que le había prometido al Hambre probar con la primera temporada, sin saber que eran tantos episodos!! (Maldito filibustero, él sí lo sabía...) Sin embargo, los personajes se iban caricaturizando a cada paso, las tramas, sin dejar de ser "culebrónicas", se volvían cada vez más divertidas y las canciones que cantaban mejoraban por momentos. Creo que fue el episodio en el que cantaron "Halo/Walking on sunshine" el que me enganchó totalmente, y el que dedicaron a Madonna el responsable de mi adicción.


(Perdonad por los anuncios en las canciones, pero eso no depende de mí :_(  )

Para aquellos o aquellas que no lo hayan visto nunca, esta serie trata de un grupo de adolescentes de instituto que se unen al coro del mismo, y van educando sus voces a través de diversos ejercicios que el profesor les propone semanalmente. Esto les hará ir mejorando y creciendo vocalmente para poder presentarse a distintos concursos corales. Esta podría ser la trama de inicio, pero paralelamente tenemos: la rivalidad entre el profesor del coro (y español...) y la entrenadora de las animadoras, a la que le restan presupuesto para poder mantener ambas asignaturas (si es que se puede llamar así a lo que ambos imparten, porque aquí en España esto que ellos hacen serían clases extra escolares que cada uno tendría que subvencionarse); los problemas típicos de la adolescencia: el amor, la identidad sexual, el embarazo, el matrimonio o la inserción en la universidad deseada (lo típico); y los problemas de los adultos que rodean a estos jovenzuelos: el amor, el engaño dentro del matrimonio, el cumplimiento de las metas e ilusiones llegados a una edad o el trastorno obsesivo compulsivo (lo típico); todo esto salpicado de números musicales y canciones versionadas por los alumnos y profesores, eso sí, casi nunca originales ya que al productor, Ryan Murphy, lo que le motiva es la copia de la originalidad de otros (a cada uno le gusta una cosa, y a este lo que le va es pagar derechos...).

Lo que más me fascina de esta serie son los medios de los que se supone que disponen los adolescentes  en los institutos americanos, para dar rienda suelta a su pasión, para desarrollar sus capacidades vocales y la disposición de los músicos de la clase del coro (Glee Club) para ponerse a tocar todo lo que se les antoja a los chavales cantarines. Les dan una partitura y según les llega, ahí esta el hombre del piano, cuatro violinistas, el de la guitarra y el de la batería, a cualquier hora y en cualquier momento, cuando están todos los chicos y chicas en clase o cuando se les emperejila a dos de ellos que tienen que ensayar en el "pedazo" de auditorio (que me río yo de algunos teatros de la escena madrileña, comparados con el teatro de este instituto). Eso sin contar todos los secretos que se llegan a confesar estos jovencitos delante de los músicos, que tienen que estar hasta las narices de aguantar sus besitos, sus aires de grandeza y sus canciones de Barbra Streisand en falsete porque están tristes ya que valen mucho y nadie lo sabrá nunca... 
Y no hablemos ya de los efectos de luz, sonido y escenografía que se pueden llegar a montar para un simple trabajo de clase (Singing in the rain/Umbrella, con lluvia en el escenario... Sin palabras. Las señoras de la limpieza de ese "insti" tienen el cielo ganado, o cobran un sueldazo. Aunque recoger los pitotes de estos chicos no debe haber sueldo que lo pague).


Si nuestras vidas fuesen un musical... Serían un pestiño, la verdad. Cada uno con su canción, mezclándose unas con otras, un montón de gente siguiéndote para ser el cuerpo de baile de tu día a día... (¡Las travestis carteristas se iban a poner las botas entre coreografía y coreografía!) Además, habría algunos que desafinarían y sería un auténtico horror insufrible aguantar la vida musical del susodicho. ¡Demos gracias a la Creadora por no hacer un universo de realidad musical!
Sin embargo, pensando un poco para hacer este post, me di cuenta de que hay unos momentos concretos en mi vida, en los que me gusta un tipo de música o unas canciones muy específicas.

Para vestirme, me encanta la canción "Idol Mitai ni Utawasete" de Yazima Beauty Salon. Es tan animada y cursi, que imaginas que el día que te espera estará cargado de novedades, gente buena y amable, siempre dispuesta a una nueva aventura... Nada más alejado de la realidad, porque a menudo sabes lo que te espera y para nada está cargado de novedades y aventuras... Incluso, puede que el día llegue con alguna novedad que suponga un verdadero fastidio (no arranca el coche, te cambian de compañera, falta la profesora de psicomotricidad...). De hecho, esta canción la pongo para arreglarme los fines de semana, ya que los días de diario aún tengo compañeros durmiendo en casa, y a ellos nos les iba a parecer nada molona la canción a las ocho de la mañana...


Cuando voy en coche conduciendo solo me encanta poner copla, Concha Piquer, Lola Flores, Rocío Jurado, Estrellita Castro... Bajo la ventana y de camino a cualquier sitio (por carretera, eso sí, que por ciudad sería un show y aún tengo un mínimo de pudor), hincho los pulmones y me descargo tranquilamente "a grito pelao", soltando al viento los problemas de la Lirio, lo mucho que me gusta mi jaca o el miedo que me da que Francisco Alegre salga a torear esta tarde. Oye, que me quedo más ancho que largo. 


Los días grises, en los que estoy triste, cansado o desanimado, pensaríais que lo que intento poner es algo alegre que contrarreste tipo Corazón Contento, Más bonita que ninguna o Aire, pues no, en estas situaciones lo que me pide el cuerpo es Celine Dion. No tengo yo muy claro por qué será esto, pero la verdad es que ayuda a regocijarme en mi pena, desasosiego y desazón, consiguiendo en mí una sobredosis de dolor interior. Seguramente sea esto lo que haga que al día siguiente el mal estar haya remitido y lo que vuelvo a necesitar es Yazima Beauty Salon.


Así que ved Glee, que pasados los primeros episodios engancha bastante, aprendeos alguna copla aunque sólo sea para liberar vuestras cuerdas vocales en los pequeños viajes automovilísticos y sobre todo no comais melón por las noches, que te deprime al día siguiente y puedes volverte adicto a Celine Dion... ¡Y eso sí que mata!


lunes, 9 de abril de 2012

Aventura en la Granja Escuela Zombi

¿Las vacaciones? Pues bien, descansando mucho y recuperando fuerzas, ya que los tres días anteriores al descanso vacacional, los entrenadores y los orcos fuimos a la Granja Escuela Zombi.

Nos lo vendieron como una nueva experiencia, que no suponía ninguna diferencia con las granjas ordinarias y que además ayudaba a la inserción de los zombis en la sociedad, mejorando su autoestima e imagen frente al resto de grupos sociales. A pesar de mi reticencia y la de mi compañera Aby Argominable, el resto del equipo docente parecía muy dispuesto y emocionado con el proyecto y la experiencia, por lo que dejamos atrás nuestros prejuicios y nos lanzamos a lo que sin duda sería una estupenda aventura.

Al llegar, los zombis nos recibieron amablemente, sin mucho ánimo y efusividad (claro, que para estar  muertos y seguir moviéndose, no está nada mal). El problema es que con los orcos has de ser enérgico y contundente en sus peticiones, demandas, exigencias o explicaciones, si no, poco puedes conseguir de ellos. Así que cuando el zombi calvo y la chica zombi le pedían a los enanos, nada más bajar del autobús, que dejasen de dar con el palo en la cabeza a las tortugas con su soniquete lastimero y ranqueante, éstos les miraban, sonreían y continuaban con su nuevo juego preferido: "Comprueba si ese caparazón aguanta". Al ver que no les hacían caso, los muertos vivientes resoplaban, guardaban sus pútridas manos en los bolsillos y se resignaban ante la indiferencia de los pequeños.

Por tomar contacto con los zombi granjeros e intentar conocer un poco más este mundo de los no muertos, me acerqué al zombi con pelo para charlar:

- Hola, ¿qué tal? ¿Te doy la mano o me quedaré con ella colgando? - Lo se, es un chiste muy fácil, pero no se me ocurría cómo romper el hielo. No hubo respuesta, pero sí me ofreció su extremidad, por lo que le saludé con cierto recelo -. ¿Y cuanto tiempo llevas muerto?
- Doooos...  aaaaaañooooos.
- ¡Puff! ¡Qué putada! ¿Y cómo fue? Si no es mucha indiscreción...
- Indigestióóóóón... Comíííí... melóóóóón... por la noooocheeee...
- ¡Lo sabía! Si es que el melón por la noche mata, todo el mundo lo sabe... ¿Y cuanto tiempo llevas en esto de la granja?
-  Treeees.... hooooras... - y acto seguido comenzó a babear. "¡Qué poquita confianza me da esto!"

Según avanzaba nuestra estancia comenzábamos a descubrir pequeños inconvenientes de la Granja Escuela Zombi. Por ejemplo, no tenían huerto, ya que al parecer habían intentado en innumerables ocasiones ponerles a arar, sembrar o regar, obteniendo como resultado una mirada al infinito, sin resultados productivos, o accidentes entre empleados zombis que llevaban a la recaída de los mismos, con las viscerales consecuencias que os podéis imaginar ("Sí, un asco y un pringue"; según el coordinador del lugar).

A lo largo de la estancia, vimos distintos animales, aunque las explicaciones y guías de los muertos vivientes no parecían corresponderse del todo con lo que los entrenadores esperábamos obtener de una granja para nuestros orcos:

- ¿Veis esta vaca... taaaan grandeeee? - pregunta la zombi chica -. Es tan graaaande... que cuando caga... lo hace encima del muuuuuro... jejejeje - dato que a los peques les parece de lo más interesante, pero que a los entrenadores nos parece de lo más prescindible, cuando puedes hablar de qué comen las vacas, cómo lo comen o los múltiples beneficios que nos aporta -. ¿Y sabéis algo más? - A ver, quizá haya hecho un juicio apresurado de la explicación -. Esta vaaaaca... es taaaan grande... que solo puede salir.... de donde está... si la descuartizamos... - Y dicho esto, mira a la vaca fijamente y comienza a babear.

- ¡Chicos! ¡Vamos saliendo de aquí, que zombi chica necesita un momento para volver en sí y dejar atrás sus pensamientos devoradores!

Por teléfono nos comentaron que tenían diversos tipos de aves, gallinas, gallinas de guinea, pavos, pavo reales... Y yo que soy un gran amante de los patos y los gansos quise acercarme con los orcos a ver estas graciosas y entrañables aves. Zombi chica amable y tranquilamente nos acompañó hasta el recinto de las ánades...
Aquello estaba desolado. Ni un solo ave, pero todo lleno de plumas, como si alguien hubiese decidido hacer caldo para un regimiento.

- Perdona, ¿y los patos?
- No están... Desaparecieron... antes de ayer. Por la mañana vinimos y ¡puff!... Ya no estaban...

Curiosamente al volver la mirada al recinto de los patos, zombi chica comenzó a babear de nuevo, y comentándolo con el resto de compañeras, todos los zombi granjeros contestaron lo mismo, con la misma secreción de fluido salival tras la explicación del suceso.

Varias de las actividades que nos proponían eran realizar circuitos de multiaventura adaptados al nivel y estatura de los orcos. En un principio, a todos nos pareció una gran idea para que los enanos perdieran el miedo a realizar determinados movimientos y que desarrollasen sus capacidades motoras. 
Lo que no podíamos imaginar, era que durante cuatro horas y media diarias, nos iban a tener, a los entrenadores y a los pequeños, en una explanada a la solanera, sin ningún tipo de resguardo, sombra o refrigerio, sin tener en cuenta que entre el sol y el movimiento,  la carne de los zombi granjeros acelera su proceso de descomposición y desprende un olor horrible y hediondo, que convirtiendo la actividad en una nueva y mezquina forma de tortura.

Llegados a este punto, y temiendo que el relato de nuestras experiencias en la Granja Escuela Zombi puedan afectar vuestra sensibilidad, prefiero adelantarme al final y no seguir narrado nuestras peripecias. Como podéis concluir, salimos vivos de aquella y sin ninguna baja por parte de los orcos (aunque no podemos decir los mismo de los conejos recién nacidos... que también desaparecieron en la noche...). Pero si queréis escuchar el consejo de este humilde entrenador de orcos, no vayáis a una Granja Escuela Zombi, no son como una granja ordinaria... No lo son... ¡¡¡NO LO SON!!!

(Por desgracia, este post está basado en hecho reales, así que... nada de melón por las noches u os convertiréis en zombi granjeros).