domingo, 15 de abril de 2012

El Glee nuestro de cada día

Estamos viendo la tercera temporada de Glee. Me encanta, no lo puedo remediar. Recuerdo que al principio me parecía lo peor, muy infantil y con unas tramas de culebrón insoportables. Además eran veintitantos episodios... ¡¡Por el amor de Alanis Morissette!! ¡¡Yo que le había prometido al Hambre probar con la primera temporada, sin saber que eran tantos episodos!! (Maldito filibustero, él sí lo sabía...) Sin embargo, los personajes se iban caricaturizando a cada paso, las tramas, sin dejar de ser "culebrónicas", se volvían cada vez más divertidas y las canciones que cantaban mejoraban por momentos. Creo que fue el episodio en el que cantaron "Halo/Walking on sunshine" el que me enganchó totalmente, y el que dedicaron a Madonna el responsable de mi adicción.


(Perdonad por los anuncios en las canciones, pero eso no depende de mí :_(  )

Para aquellos o aquellas que no lo hayan visto nunca, esta serie trata de un grupo de adolescentes de instituto que se unen al coro del mismo, y van educando sus voces a través de diversos ejercicios que el profesor les propone semanalmente. Esto les hará ir mejorando y creciendo vocalmente para poder presentarse a distintos concursos corales. Esta podría ser la trama de inicio, pero paralelamente tenemos: la rivalidad entre el profesor del coro (y español...) y la entrenadora de las animadoras, a la que le restan presupuesto para poder mantener ambas asignaturas (si es que se puede llamar así a lo que ambos imparten, porque aquí en España esto que ellos hacen serían clases extra escolares que cada uno tendría que subvencionarse); los problemas típicos de la adolescencia: el amor, la identidad sexual, el embarazo, el matrimonio o la inserción en la universidad deseada (lo típico); y los problemas de los adultos que rodean a estos jovenzuelos: el amor, el engaño dentro del matrimonio, el cumplimiento de las metas e ilusiones llegados a una edad o el trastorno obsesivo compulsivo (lo típico); todo esto salpicado de números musicales y canciones versionadas por los alumnos y profesores, eso sí, casi nunca originales ya que al productor, Ryan Murphy, lo que le motiva es la copia de la originalidad de otros (a cada uno le gusta una cosa, y a este lo que le va es pagar derechos...).

Lo que más me fascina de esta serie son los medios de los que se supone que disponen los adolescentes  en los institutos americanos, para dar rienda suelta a su pasión, para desarrollar sus capacidades vocales y la disposición de los músicos de la clase del coro (Glee Club) para ponerse a tocar todo lo que se les antoja a los chavales cantarines. Les dan una partitura y según les llega, ahí esta el hombre del piano, cuatro violinistas, el de la guitarra y el de la batería, a cualquier hora y en cualquier momento, cuando están todos los chicos y chicas en clase o cuando se les emperejila a dos de ellos que tienen que ensayar en el "pedazo" de auditorio (que me río yo de algunos teatros de la escena madrileña, comparados con el teatro de este instituto). Eso sin contar todos los secretos que se llegan a confesar estos jovencitos delante de los músicos, que tienen que estar hasta las narices de aguantar sus besitos, sus aires de grandeza y sus canciones de Barbra Streisand en falsete porque están tristes ya que valen mucho y nadie lo sabrá nunca... 
Y no hablemos ya de los efectos de luz, sonido y escenografía que se pueden llegar a montar para un simple trabajo de clase (Singing in the rain/Umbrella, con lluvia en el escenario... Sin palabras. Las señoras de la limpieza de ese "insti" tienen el cielo ganado, o cobran un sueldazo. Aunque recoger los pitotes de estos chicos no debe haber sueldo que lo pague).


Si nuestras vidas fuesen un musical... Serían un pestiño, la verdad. Cada uno con su canción, mezclándose unas con otras, un montón de gente siguiéndote para ser el cuerpo de baile de tu día a día... (¡Las travestis carteristas se iban a poner las botas entre coreografía y coreografía!) Además, habría algunos que desafinarían y sería un auténtico horror insufrible aguantar la vida musical del susodicho. ¡Demos gracias a la Creadora por no hacer un universo de realidad musical!
Sin embargo, pensando un poco para hacer este post, me di cuenta de que hay unos momentos concretos en mi vida, en los que me gusta un tipo de música o unas canciones muy específicas.

Para vestirme, me encanta la canción "Idol Mitai ni Utawasete" de Yazima Beauty Salon. Es tan animada y cursi, que imaginas que el día que te espera estará cargado de novedades, gente buena y amable, siempre dispuesta a una nueva aventura... Nada más alejado de la realidad, porque a menudo sabes lo que te espera y para nada está cargado de novedades y aventuras... Incluso, puede que el día llegue con alguna novedad que suponga un verdadero fastidio (no arranca el coche, te cambian de compañera, falta la profesora de psicomotricidad...). De hecho, esta canción la pongo para arreglarme los fines de semana, ya que los días de diario aún tengo compañeros durmiendo en casa, y a ellos nos les iba a parecer nada molona la canción a las ocho de la mañana...


Cuando voy en coche conduciendo solo me encanta poner copla, Concha Piquer, Lola Flores, Rocío Jurado, Estrellita Castro... Bajo la ventana y de camino a cualquier sitio (por carretera, eso sí, que por ciudad sería un show y aún tengo un mínimo de pudor), hincho los pulmones y me descargo tranquilamente "a grito pelao", soltando al viento los problemas de la Lirio, lo mucho que me gusta mi jaca o el miedo que me da que Francisco Alegre salga a torear esta tarde. Oye, que me quedo más ancho que largo. 


Los días grises, en los que estoy triste, cansado o desanimado, pensaríais que lo que intento poner es algo alegre que contrarreste tipo Corazón Contento, Más bonita que ninguna o Aire, pues no, en estas situaciones lo que me pide el cuerpo es Celine Dion. No tengo yo muy claro por qué será esto, pero la verdad es que ayuda a regocijarme en mi pena, desasosiego y desazón, consiguiendo en mí una sobredosis de dolor interior. Seguramente sea esto lo que haga que al día siguiente el mal estar haya remitido y lo que vuelvo a necesitar es Yazima Beauty Salon.


Así que ved Glee, que pasados los primeros episodios engancha bastante, aprendeos alguna copla aunque sólo sea para liberar vuestras cuerdas vocales en los pequeños viajes automovilísticos y sobre todo no comais melón por las noches, que te deprime al día siguiente y puedes volverte adicto a Celine Dion... ¡Y eso sí que mata!


1 comentario:

  1. Bueno, bueno, que me hace tragarme unos truñacos considerables... Además no siempre está el freno de mano: United States of Tara, Modern Family, Avatar...

    Igual un día escribo un post sobre nuestro concepto de "peli mala", y el mundo comprenderá mis reticencias a los gustos audiovisuales del Hambre...

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