domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre Dioses, Héroes y pectorales descubiertos.

Ayer, Asfodelo y yo estuvimos en expocomic. Es genial ver a tanta gente reunida con tanto entusiasmo y tan seguidores de algo, que pierden totalmente el norte, sin ridículo, ni vergüenza, ni complejo alguno. Tanto siguen a sus héroes de papel, que ni el hambre, el viento o el frío pueden evitar que se arranquen sus camisetas y pasen el día mostrando torso en pleno diciembre.

Por un lado están quienes van a esta exposición para ver cómics, confraternizar por unos segundos con sus autores favoritos, ver las novedades que algunas editoriales ofrecen y comprar aquel muñeco de serie limitada que no pudieron adquirir en la subasta de eBay. Este tipo de seguidor, aún no ha perdido el sentido del ridículo, pero ve con buenos ojos a aquellos que se visten y actúan como sus ídolos.

En un rincón de la exposición, sin embargo, están aquellos que escuchan atentamente lo que se hace en la sección de talleres y conferencias. Este tipo de seguidor del comic, ha sido tan fanático, tan fanático, tan fanático que se ha dado la vuelta y se ha convertido en un intelectual del mismo. Tal es así, que parecen mirar con ojos recelosos a aquellos que se visten y actúan, igual que ellos hacían tan solo unos años atrás. Y todo porque arman mucho jaleo y no les dejan oír lo que un señor dice en un idioma extranjero, y que nadie parece entender. Pero hombre, ya que ha venido y está haciendo el esfuerzo, qué mínimo que mirarle con respeto y hacer como que se le escucha.

Por último, tenemos a los entregados, a los fanáticos enamorados del comic y sus personajes, aquellos que sueñan con vivir las fantásticas aventuras que en ellos se narran, y que en estos días, casi llegan a hacerse realidad.
Por un lado están los seguidores del manga, con sus faldas cortas, sus grandes lazos, sus temibles carteles de: "Regalo besos y abrazos"; sus gorros de múltiples y extraordinarias mascotas, sus armas de cartón (cortadas con cuter, pintadas a mano y de tamaños imposibles, tanto para transportar como para usar) y sus torsos descubiertos (que debe ser que en Japón, si hace frío y te despechugas es el no va más de la heroicidad).
Y en la otra cara, nos encontramos con aquellos que visten como los héroes de sus películas, videojuegos y novelas gráficas más a la occidental (véase: Star Wars, Kill Bill, Tomb Raider, Batman, Joker...). Estos a diferencia de los anteriores, parecen algo más serios y cultivan un lenguaje del tipo: "Señorita, usted y yo tenemos aún una cuenta pendiente" (con tono de pistolero de Far West).
A pesar de las diferencias, ambos sectores de dicho grupo comparten la necesidad imperiosa de demostrar, al mundo y al personal que les rodea, que son capaces de maniobras, golpes, ataques y posiciones idénticas a los de aquellos de quienes copian la indumentaria. De tal modo que a lo largo del paseo puedes ver como un caza recompensas lucha contra un jedi, tirándole al suelo al más puro estilo Coral Bistuer; cómo la Mamba Negra lucha, catana en mano, contra una linda colegiala japonesa; o cómo se organiza, y cuando digo organiza, es super bien organizado, un torneo de lucha entre las réplicas de los más fornidos, escurridizos y ágiles personajes de la historia de los videojuegos, la flor y nata del mundo virtual.

Me encanta ver cómo la gente se esfuerza y pone toda su energía en algo... Aunque también me duele que en cosas tan sin sentido se pueda poner tanto ánimo, y sin embargo no dediquemos ni un segundo a intentar dar una vuelta al sistema de mierda en el que estamos inmersos.
Pero bueno, no quiero ser grosero ni aguafiestas. Espero que el año que se avecina, sea el año en el que por fin se invente el teletransporte (que ya va siendo hora, que desde que Star Trek nos puso los dientes largos...), y en el que se empiece a comercializar la pastillita que nos concederá a cada uno un superpoder, alterando nuestro código genético como si tal cosa.

Toda una experiencia la del expocomic. De nuevo, no pienso perdérmela el año que viene.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Béstor

El año pasado, Asfodelo y yo fuimos a Xtar, la ciudad más importante de la Región de Sajnaram, a visitar a Béstor.
Béstor es otro elfo al que considero compañero de espíritu. Siempre he percibido que cuando le hablaba de mis anhelos, de mis sentimientos, de lo que vivo en lo más profundo de mí, no tenía mucho que explicar, porque ya sabía a lo que me refería, porque él posee un alma empática similar a la mía, y me comprende casi sin hablar. Por eso, a Béstor es a uno de los pocos seres a los que puedo llamar AMIGO.
Así, el día que nos contó que se marchaba a Sajnaram, de alguna manera algo dentro de mí se rompió un poquito, para curarse lentamente al ver que la verdadera amistad no entiende de distancias, y sin importar la lejanía, hemos conseguido seguir manteniendo el contacto, el cariño, la proximidad.
Pues bien, desde que Asfodelo y yo fuimos a visitarle, la idea de un cambio en nuestras vidas, se asentó en nosotros, y la posibilidad de vivir en Xtar, nos llenaba de alegría e ilusiones. Incluso nos descubríamos a nosotros mismos sonriendo mientras fantaseábamos con dicha idea.
Lo que más me fascinó de todo fue que, la Astróloga, sentada en la arboleda, me asegurase que yo andaba detrás de un cambio, y que éste era lo mejor que podría hacer para tomar de nuevo las riendas de mi alegría.

-¡Eso son patrañas! Algo le debiste decir, de lo que dedujo que tenías la ilusión de vivir allí y por eso te ha augurado un cambio - me ha dicho Blosky, el fauno con el que compartimos el árbol.

Pero es imposible que yo la dijese nada, si lo único que hice durante la visita fue flipar y quedarme con la boca abierta, como el cangrejo de la Sirenita.
No obstante, ahora viene lo mejor. Hoy he quedado de nuevo con Sayida, para ver un Teatro bardo (en  el que un bardo interpreta una historia y unos actores la representan mediante mimo. Dependiendo del grupo y del bardo, el grupo puede intervenir más o menos. Ya sabéis lo altivos que son los bardos y el afán de protagonismo que tienen). Como viene siendo costumbre en mí... llegaba tarde. Pero para colmo de mis males, no había forma élfica de encontrar un topo. De pronto lo he visto venir. El suelo se levantaba levemente a su paso y la tierra vibraba, síntoma inconfundible de que la bestia se acerca. Me preparé para cortarle el paso, metí la mano en la tierra para distraerle y cuando el topo salió de su túnel subterráneo, se me erizaron todos y cada uno de los bellos corporales (y cuando digo todos, son todos), pues no podía creer el singular pasajero que montaba ya al animal.

- ¡Béstor! ¡No me lo puedo creer!

Me encanta cuando me encuentro con Béstor, porque nos recibimos con un entrañable abrazo. No se si le pasará a otra gente, pero así como hay seres que besan muy bien, hay quien abraza de maravilla, y ese es el caso de mi amigo, que da los mejores abrazos de todo Aldebodal, y creo que no soy el único que lo piensa.

- Eres el último ser que me hubiese imaginado encontrarme aquí, subido a un topo, pero imagino que todo tiene un por qué, a pesar de lo que diga Blosky - A Béstor se le puso cara de "¿Qué me estás contando?" -. Así que te tengo que hacer un resumen de algo que me ha pasado.

Casi no le dejé reaccionar y mucho menos contradecirme, así que nos subimos al animal y le fui contando mi experiencia con la Astróloga. Su cara era un poema y yo hablaba muy rápido para intentar hacerle un resumen de todo y que se enterase de lo más esencial e importante (al margen de que yo suelo hablar mucho y muy rápido, pero en este caso era excepcional).
Quizá le agobié un poco, pero encontrármelo de aquella manera, no podía ser más que una jugada de los astros para que se lo contase y rápidamente hablásemos del tema. El pobre no sabía qué decir, ni como reaccionar.

- Bueno - dije cuando el topo paró, cogiendo aire por fin -, sólo quería hacerte un avance, aprovechar la oportunidad y decírtelo en persona, pero esto en realidad te lo quiero contar con más calma, más detenidamente, que a ti quiero narrártelo con pelos y señales. ¿Y tú qué? ¿Cómo estás?

- Venir aquí por unos días me ha venido bien. Y nuestro encuentro inesperado me ha encantado, aunque me quede un poco shockeado con tanta y información - ambos reímos, aunque creo que la expresión de sus cejas pedían un desfibrilador-. Este encuentro no quita, que intentemos hablar pronto, además tienes que explicarme bien todo esto, porque no me queda muy claro.

Y dicho esto, nos volvimos a dar un abrazo. Esta vez más fuerte, con más alegría de habernos visto, con más necesidad de hacer eso mismo más a menudo. Este verano soñaba que Béstor y yo vivíamos en el mismo lugar, que nos encontrábamos caminando y nos saludábamos con prisa, pues era seguro que nos veíamos más tarde. De alguna manera mi deseo de cambio se plasmaba en mi sueño, y ahora una desconocida me indica que no dudase en coger ese camino cuando se presente la oportunidad.

- Te quiero mucho, Béstor- le digo en un susurro, mientras nos abrazamos.
- Y yo a ti, Señor Ombligo - me susurra él a mí.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La Astróloga

Ayer cerré la puerta y salí corriendo, con todo lo que me pedía la extraña carta guardado en una bolsa, que había comprado hacía ya un año a unos gigantes.
Mientras caminaba no sabía muy bien si había terminado todo lo que estaba haciendo aquella mañana, pero al mirar el sol y ver que el momento se me echaba encima, no pude pensar en nada más. En mi cabeza sólo resonaba la frase que había leído mil veces: "Al caer la tarde, junto al Palacio de Hielo".

Como sé que es costumbre en mí llegar tarde allá donde fuere, y en el mensaje especificaba claramente que sin puntualidad no podría recibir mi regalo, intenté ser exacto y meticuloso en lo referente al tiempo esta vez, corriendo y no pensando en nada más. Así que si algo quedaba olvidado atrás, esperaba que tanto Blosky, como Sofana, o como Asfodelo (las tres "cosas" con las que comparto el árbol milenario en el que vivo), se hicieran cargo de ello.
Además, para llegar al Palacio de Hielo tendría que conseguir atrapar algún topo que me llevase a regañadientes bajo tierra hasta aquella zona, algo alejada de mi tranquilo bosque.
Puede parecer algo bobo, pues cazar un topo para mí, el Señor Ombligo, es sencillo, como lo podría ser para cualquier otro, lo realmente complicado es conseguir que avancen rápido (ya que estos seres son perezosos), que no se frenen a comer cualquier raíz (pues aunque no tengan hambre, nunca pierden la oportunidad de comer algo que les guste), o que la presencia de otro topo no le excite e intenten montarse una pequeña fiesta (ya que, por todos es conocida la repugnante lívido de los topos, lo asqueroso que puede llegar a ser su cópula, con todo ese babeo y la secreción de líquidos y los estridentes chillidos y sus forcejeos y.... ¡Realmente asqueroso!). Sin embargo, cuando consigues centrar su atención, es la forma más veloz de viajar por toda la región, para un elfo como yo.
No tardé en encontrar uno y rápidos nos dirigimos hacia el palacio, pero como era de esperar una deliciosa raíz de arce se cruzó en el camino de mi montura y tuve que buscar un nuevo transporte. Finalmente, tras dos topos más (uno de ellos muy lento, por lo que podéis imaginar por qué fueron dos) conseguí llegar a la puerta del Palacio de Hielo.

Al mirar la entrada al edificio, algo me extrañó. Había estado en aquel lugar al menos un par de veces, y no recordaba que justo allí hubiese cinco árboles. Los sacerdotes y clérigos del palacio del Gigante de Hielo son muy estrictos con la idea del frío y lo helado, y poseen un gran gusto para la decoración y el estilismo de exteriores, por lo que aquellos árboles eran demasiado verdes para satisfacer sus polares gustos y no tenían ningún sentido estético allí en medio. Fue entonces cuando todo empezó a cuadrar mi cabeza.

- ¡Malditas dríades embusteras! Dad la cara de una vez, os conozco cada vez mejor y las grietas de vuestros árboles cada vez tienen menos secretos para mí -dije sonriendo.

Y por arte de birli birloque, aquellos árboles se retorcieron y mostraron sus verdaderas caras, las de las cinco dríades que más aprecio, y que más me gusta ver a diario: Sofana (una de las "cosas" con las que comparto el árbol en el que vivo), Akela, Tutsy, Atlanta y Sayida.

- ¡Sólo vosotras podíais estar detrás de esto!
- ¿Sabes para qué estás aquí? - Preguntó Atlanta - ¿Y has traído todo lo que te pedimos en la carta?

En la carta que había recibido la semana anterior me explicaban que para obtener mi regalo de cumpleaños, debía encontrarme al caer la tarde junto al Palacio de Hielo, y llevar conmigo, un gorro, guantes, abrigo, buen calzado y un huevo duro. Imaginé que lo del huevo duro era para despistar, pero quedando en el Palacio de Hielo, trayendo estas cosas y sabiendo lo que se hace en dicho palacio...

- Imagino que habéis conseguido entradas para probar uno de los maravillosos helados de sabores de nueva creación del Gigante Ymir.

Todas rieron, y no entendía muy bien, por qué. Entonces Sayida levantó el dedo apuntando hacia lo que tenía a mi espalada. Y al mirar la vi. ¡Una astróloga!
Siempre pensé que las astrólogas eran gente de lo más desquiciada, vistiendo desaliñadas, con las gafas torcidas, y el pelo enmarañando, más preocupadas de mirar al cielo que de ver lo que tienen delante. Pero por lo que tenía ante mí, me di cuenta de que estaba equivocado. Una mujer normal, con unas gafas triangulares de lo más llamativas, el pelo negro rizado a media melena, limpio y bien peinado, con una toga no muy larga, que hondeaba por abajo, de color caqui liso, y una torera negra ajustando su figura, abrochada bajo el pecho. Si algo hacía aquella astróloga, era cuidar de su imagen además de mirar a las estrellas.

-Así que el Virgo con ascendente Sagitario eres tú, Señor Ombligo. Las dríades que tanto aprecias me han pedido que lea tus estrellas, así que sígueme -. Comenzó a caminar hacia una arboleda, y he de confesar que a mí me dio miedo. ¿Y si me dice algo malo? ¿Y si me dice algo bueno? ¿Y si me dice que soy un simple y que ya he alcanzado todas las metas posibles para mi vida? Miré al grupo de dríades, quienes con gestos me decían que la siguiese. Al ver que lo único que me faltaba era llorar o hacerme pis encima, Atlanta y Sayida se adelantaron, y cogiéndome en volandas, cada una por un brazo, me llevaron hasta el claro en la arboleda donde se había sentado la Astróloga.

- Tienes un gran don. Tienes capacidad para influir, para manipular y para transformar. Eres encantador, agradable y así como la popularidad en tu entorno es natural en ti, también te sigue de cerca la polémica. Sabes lo que decir en el momento adecuado con las palabras adecuadas a los seres adecuados, por lo que del mismo modo sabes cómo dar en el lugar que más duele. Pero sobre todo, estás aquí para cambiar e influir en la vida de los demás - La Astróloga me debió ver la cara de pánico, así que suavemente se acercó y puso su mano sobre mi hombro -. Tú sabes que tu nacimiento fue un caso especial, que a pesar de no estar escrito, los hados quisieron que tú estuvieses aquí, precisamente en el momento en el que estás. Si eso ha sido así, es porque tienes grandes cosas que hacer - sacó un pergamino y me lo enseñó, en él había gráficos, fórmulas, símbolos y durante resto de la tarde, me contó lo que ocurriría durante el siguiente año. Poco a poco me fui relajando, y cada vez me iba sorprendiendo más. ¿Cómo podía ser que aquella mujer me contase cosas de mí de una manera tan clara, a un nivel tan profundo?

Cuando ya se ocultó el sol, y la luna comenzó a brillar con una preciosa luz amarilla, dejando que una furtiva nube rozase su redonda silueta, la Astróloga recogió el pergamino y lo extendió hacia mí para que lo cogiese.

-Todo lo que te he dicho, es lo que hay, lo que va a estar, en tu mano queda que lo aproveches o que lo dejes pasar. Pero ten cuidado, pues los planetas están en ti alineados para que los uses, en caso de que no lo hagas tú pueden volverse en tu contra y que los demás los utilicen para dañarte.

Y dicho esto me abrazó, se despidió de Atlanta y Sayida agachando la cabeza y cuando se iba a girar para marcharse, levantó el dedo como si se le hubiese olvidado decirme algo.

- Tienes una gran capacidad creadora, que no puede quedarse en ilusiones. Intenta hacerla real, plasmarla, canalizarla o puede que algún día la fantasía se adueñe de tu realidad.

Es por esto que, tras abrazar a mis amigas las dríades y agradecerles el regalo (a las cinco), decidí comenzar a escribir de nuevo, empezar a plasmar mis pensamientos, mis vivencias y fantasías a través de este diario.
Así que espero que tengas suficientes hojas, porque aquí voy.