jueves, 15 de marzo de 2012

Cuestionario Proust: Sr. Ombligo

En el siglo XIX, Antoinette Faure, hija de Félix Faure, presidente francés de la época, se dedicaba a organizar pequeñas fiestas, merendolas o similar, en las cuales sometía a un minucioso cuestionario a sus allegados asistentes, entre ellos el mismísimo Marcel Proust. Esta batería de preguntas las anotaba en un cuaderno rojo de ornamentadas tapas de cuero repujado al que se conoce como el "Album de Antoinette Faure".
Pues bien, este cuestionario ha pasado a la historia dentro del mundo periodístico y del entretenimiento, gracias a que Proust lo contestó en dos ocasiones y decidió publicarlos (por lo que se le denomina Cuestionario Proust), y gracias a que desde entonces, revistas de reconocido nombre y prestigio decidieron realizarlo a diversas celebridades de las distintas artes.

¿A qué viene todo esto? Estaba yo una mañana, pensando en qué podría escribir, cuando pensé: ¿Por qué no realizar estas preguntas a mis amigos, conocidos y gente que admiro de alguna otra forma? ¿Esas personas que el mundo no conoce, pero sin las cuales el mismo no funcionaría y mucho menos "mi" mundo? De hecho la misma Toñi Faure realizaba su cuestionario a gente que para nosotros ahora es desconocida, pero que seguramente para ella fuese muy importante, ¿no? ¿Quién le iba a decir a ella hasta dónde iba a llegar el joven Proust? ¿Quién me dice a mí que el día de mañana algunos de mis queridos y queridas no será un famoso "Proust"? Así decidí comenzar una serie de Cuestionarios Proust, dentro de mi rinconcito.

Entiendo perfectamente que las "celebridades" a las que se lo pida, piensen: Sr. Ombligo, ¿nos pides que desnudemos nuestra alma y pensamientos, ante la blogosfera y ante gente de buen criterio, saber  hacer y bellísimas personas que te leen? (¡Boing, boing, boing! ¿Una pelota? ¿Estoy oyendo una pelota?). Pues sí queridos y queridas, comprendo vuestro reproche y como creo que hay que predicar con el ejemplo, seré el primero en desnudarme para vosotros y vosotras con mi primer Cuestionario...

¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?

Relajarme y no tener que pensar en nada… Caricias en el pelo, en el brazo… Hacer lo que te gusta y que te paguen por ello… Comer algo que te gusta y tener tiempo para disfrutarlo… No tener que mirar el reloj mientras estás con amigos… ¡Hay tantas formas de felicidad perfecta!

¿Cuál es tu gran miedo?

Supongo que la muerte, pero eso no hay quien lo remedie, así que… En ocasiones he soñado que voy desnudo por la Gran Vía e intento pasar desapercibido y que nadie lo note… Y en el sueño parece que lo consigo, pero el mal rato que paso… Así que todos los días me visto para salir a la calle y que este miedo no se cumpla. Y cuando voy a pasar por la Gran Vía, ¡MÁS!

¿Quién es la persona viva a la que más admiras?

Lo primero que me viene a la cabeza es mi madre, que es una persona (y una personajilla) como la copa de un pino, y a quien en muchas cosas me parezco. Pero famoso y que todo el mundo conozca… Pepa Flores, Marisol. Con todo lo que era y lo que suponía, se retira y se dedica a tener vida privada. Digno de admirar. Quizá no sea a la que “más” admiro, pero siempre me ha llamado mucho la atención este detalle de ella.

¿Cuál es el rasgo que más te desagrada de ti mismo?

Mi lengua viperina cuando me enfado… Suelo apuntar a dar… Y suelo atinar… No es que me desagrade, pero me hace sentir mal después.

¿Cuál es el rasgo que más te desagrada de los demás?

Que huelan mal. Si hay alguien que huele mal… ¡Puff!

¿Cuál es tu mayor extravagancia?

Odio la Thermomix, las máquinas Nespresso y los led detrás de las pantallas, televisores o monitores. Por si esto no se considera extravagancia… Me encantan los broches, pins y chapas, si puedo siempre me pongo uno.

¿Cuál es tu viaje favorito?

Es difícil elegir uno, pero recuerdo y recordaré con mucho cariño, una escapada en Septiembre a Granada, con mi amiga Marta… Los dos sentados junto a la catedral, por lo menos dos horas, viendo cómo las gitanas les leían el futuro a los extranjeros (¡Niña, corre! ¡Que este m’a dao veinte’uros!)

¿Cuál consideras que es la virtud más sobrevalorada?

La fama. Ya nadie quiere ser “Intrahistoria”, con lo que le costó a Unamuno sacar este término a la luz…

¿En qué ocasiones recurres a la mentira?

Si creo que lo que voy decir puede hacer daño, recurro al disimulo o al adorno verbal. No es mentir, pero tampoco es decir la verdad. Pero a mentir como tal, no.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto?

Nada, me quiero y me cuido mucho, en cuanto a aspecto. Claro que hay días que los espejos se rompen en cuanto ven que llego, pero es cosa de los espejos, no mía, y mucho menos de mi aspecto.

¿Qué persona viva te inspira más desprecio?

Muchos: Esperanza Aguirre, Ana Botella, George Bush, Satán… este tipo de gente.

¿De qué palabras o frases abusas?

“¿En serio?”

¿Qué o quién es el gran amor de tu vida?

Madonna, que como no la conozco en vivo y es sólo una idea, ella va a seguir haciendo espectáculo y a mí me va a seguir gustando. A veces más a veces menos, pero como en toda relación, ¿no?
No obstante, El Hambre está siendo todo un gran amor…

¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?

La época en la que trabajaba en una granja-escuela. El ambiente entre los compañeros, la granja, verme siendo capaz de sacar lo que me pedían adelante... Creo que de pequeño, también fui muy feliz.

¿Qué talento te gustaría tener?

El Hambre me dio un superpoder que me encantó: manejar la luz de tal manera que pudiera crear ilusiones ópticas (él no lo dijo así porque seguro que empleó un lenguaje más técnico, pero es con lo que yo me he quedado… ¡Y me gusta!)

Si pudieras cambiar una única cosa de ti, ¿qué elegirías?

El color de los ojos, de siempre me hubiese gustado tenerlos claros. No se, es un capricho.

¿Cuál consideras que es tu gran logro?

Levantarme entre semana a mi hora. Me cuesta, pero lo hago. ¡Cada día!

Si pudieras elegir en qué reencarnarte, ¿qué sería?

En un ser de otro planeta. Así pruebo otra forma de vida, ¿no? Y con un poco de suerte, conozco al Doctor.

¿Cuál es tu bien más preciado?

Yo mismo.

¿Cuál es para ti la máxima expresión de la miseria?

Hacer las cosas mal a propósito. Saber que lo que haces está mal, que no te importe y seguir haciéndolo. ¡Miserables!

¿Dónde te gustaría vivir?

En el castillo de la Bella Durmiente de Disneyland Resort París. ¡Por pedir que no quede! ¿Habéis visto las vidrieras? ¿Y el dragón de la caverna? Es para vivir allí, de verdad.

¿Cuál es tu pasatiempo favorito?

Leer, escribir o imaginar historias mientras escucho música.

¿Cuál es la cualidad que más te gusta de un hombre?

Que le guste yo, que entienda y comparta mi humor y que me soporte.

¿Cuál es la cualidad que más te gusta de una mujer?

Que sea clara, que se la vea venir, y que entienda y comparta mi humor.

¿Quiénes son tus escritores favoritos?

No tengo uno concreto al que seguir, soy más de géneros que de escritores. De chavalín me dio por Anne Rice, luego una temporada por Michael Cunningham, Eduardo Mendicutti me hizo gracia durante un tiempo… Pero no soy fanático de uno.

¿Quién es tu héroe de ficción preferido?

La verdad que yo soy más de villanos y villanas, me encantan Úrsula, Maléfica, la Reina Mala, Marisa Coulter… Pero debo reconocer que Tormenta de siempre me llamó mucho la atención, con su control sobre los fenómenos atmosféricos, ese traje negro ajustado, ese tocado, el pelo blanco, su nombre (Ororo)…

¿Cuáles son tus nombres favoritos?

Eneko, Endora, Úrsula… Todos muy normalitos y ponibles…

¿Qué es lo que más detestas?

El que habla por no callar, no sabe lo que dice y te quiere hacer creer que su palabra es Ley, sin tener en cuenta tus ideas.  ¡Uff, que rabia me da!

¿Cómo te gusta dormir?

En la cama, agarrado a la almohada.

¿Cuál es tu lema?

Suena un poco ñoño, pero desde hace tiempo lo pienso: La gente buena, tiene buena suerte.


sábado, 10 de marzo de 2012

Señor Ogro

Hay días que es mejor no levantarse, y no porque el mundo esté contra ti, sino porque ya de buena mañana estás tú encontra del mundo.

Sí, aunque soy de caracter alegre, pizpireto y guasón, hay días que según abro el ojo estoy de mala leche. En principio esto pasa por algún motivo en concreto, pero en mi caso no es así, simplemente es el Día del Señor Ogro.
Para empezar mis compañeros de piso hacen ruido antes de que suene el despertador. Seguramente ellos estén intentando tener el mayor cuidado del mundo, y en otros días no hubiese pasado nada (pobrecillos es normal, se despiertan y no coordinan bien, se les escapan las puertas de los armarios y no calculan bien para que no choquen los vasos cuando los cogen o los colocan...), pero hoy el Señor Ogro que ruge por salir quiere desatornillarles las puertas de los armarios y reciclar todos los vasos de la casa (porque uno puede estar enfadado pero no deja de tener en cuenta el medio ambiente), que si queremos beber lo hagamos de la botella, tetrabrick o poniendo la manita.

Después suena el despertador, en mi caso es el móvil, que como lo dejé ayer cargando no está sobre la mesilla si no en la estantería, lo que supone que cuando empieza la dulce melodía te tienes que levantar para apagarlo (o darle al botón para que repita en nueve minutos. ¿Por qué nueve? El Señor Ogro no quiere contestar hoy a eso). Durante esos nueve minutos, como es el día que es, en lugar de volverme a dormir y tener un sueñecito rápido, me paso el rato cagándome en Fringe (la melodía que suena para despertarme), en Steve Jobs, que Alanis le tenga en su gloria (móvil = despertador), en el arquitecto que hizo la casa (por no poner más enchufes, para que no me tenga que levantar a apagar) y en El Hambre, que el día anterior se fue a dormir con su madre y ahora la cama está más fría.

Al salir de casa, la cosa no mejora. El mamón del conductor de autobús debe habernos puesto una cámara en el portal para pasar justo un minuto antes de que salgamos nosotros por la puerta todos los días, y que al perderlo le veamos. No nos saluda, pero yo se que en su cabeza, con una amplia sonrisa, nos hace adiós con la manita (mamonazo...). El Señor Ogro le cogía y le ponía en una zona de conflicto armado, que ya sabemos lo que le gusta a una guerrilla quemar autobuses (aunque bajaría a los pasajeros, que ellos no tienen culpa de nada). Se iba a sincronizar con nosotros en un santiamén.

En el coliseo (o Centro de Entrenamiento de Orcos), las cosas tampoco van bien. No viene la coordinadora, por lo que andamos algo perdidos. En la puerta, los Pokemon de los peques parecen hacer cola para dar la tabarra: que si me preocupa mucho esto y quiero que lo cambiéis (¿Desde cuando los Pokemon dan órdenes a los entrenadores?), que si no encuentro el papelito con la reseña del libro que me disteis a principio de curso (¡Pues la pintas, que ya te la hemos dado tres veces!), que si nos hemos enterado que algunos Pokemon dicen que... (¡Puff! ¡Chismorreos a primera hora de la mañana, que mal me vienen HOY!)

Y esto es sólo el principio, porque... Estamos de evaluaciones y hay que preparar informes individuales de cada orquito (sinceramente, no se para qué porque en la reunión que tendremos todos juntos, después de los dos primeros, la mayoría desconecta), acta de evaluación (es lo mismo que las evaluaciones individuales pero en resumen, ¡¿para qué otra reunión más?!), las notas con sus correspondientes criterios (¿De verdad creemos que se los leen? ¿Y que entienden lo que hemos evaluado? ¿Es necesario? O mejor dicho, ¿Es útil?), la reunión con los padres (si vienen, tres se van antes, cuatro están con la mirada perdida, dos se duermen y dos sólo quieren hablar de su retoño... ¿Por qué no les ahorramos este sufrimiento y de paso nos lo ahorramos nostros también?). Pero por si esto fuera poco, el agua del baño sale amarilla (un orco dice que sale pis del grifo), por lo que cada vez que uno quiere agua hay que echársela de una garrafa (no es bueno deshidratarse, ¿verdad?); una especialista viene con dolores, por haber comido melón la noche anterior, así que no podrá coger al grupo para dar su clase y la hora para programar se esfuma (mierrrrda)...

Una vez en casa, el ratón del ordenador no tiene pilas, por lo que vuelvo a acordarme de Steve Jobs, que Alanis lo tenga en su gloria, y de la zorra de su madre, porque ahora que estoy en casa tengo que volver a la calle a por pilas. Y para rematar la jugada me toca cocinar la comida de mañana para todos mis compañeros... ¡Hasta el coño del bien común, el compartir las tareas, del Ché Guevara y de Carlos Marx! (¿Que por qué hasta el coño de ellos? El Señor Ogro no quiere contestar hoy a eso)

Pero justo, cuando el Señor Ogro está apunto de empezar a romper cualquier cosa con saña y premeditación... Llega la cena y hay pizza, porque es Jueves. En la cama veo una serie, mientras El Hambre me hace caricias en el pelo, y la cama ya no está tan fría como ayer.

Dan las doce, y a pesar de todo, el Señor Ogro no ha conseguido salir, algo de lo que me alegro porque podría haber arruinado mi vida sentimental, familiar, social y laboral. No obstante, es un hasta luego... Un día, sin querer, sin esperarlo y sin ningún motivo aparente... ¡Volverá! (Porque también es saludable, al menos de vez en cuando, estar un poco de mala leche porque sí...)