sábado, 10 de marzo de 2012

Señor Ogro

Hay días que es mejor no levantarse, y no porque el mundo esté contra ti, sino porque ya de buena mañana estás tú encontra del mundo.

Sí, aunque soy de caracter alegre, pizpireto y guasón, hay días que según abro el ojo estoy de mala leche. En principio esto pasa por algún motivo en concreto, pero en mi caso no es así, simplemente es el Día del Señor Ogro.
Para empezar mis compañeros de piso hacen ruido antes de que suene el despertador. Seguramente ellos estén intentando tener el mayor cuidado del mundo, y en otros días no hubiese pasado nada (pobrecillos es normal, se despiertan y no coordinan bien, se les escapan las puertas de los armarios y no calculan bien para que no choquen los vasos cuando los cogen o los colocan...), pero hoy el Señor Ogro que ruge por salir quiere desatornillarles las puertas de los armarios y reciclar todos los vasos de la casa (porque uno puede estar enfadado pero no deja de tener en cuenta el medio ambiente), que si queremos beber lo hagamos de la botella, tetrabrick o poniendo la manita.

Después suena el despertador, en mi caso es el móvil, que como lo dejé ayer cargando no está sobre la mesilla si no en la estantería, lo que supone que cuando empieza la dulce melodía te tienes que levantar para apagarlo (o darle al botón para que repita en nueve minutos. ¿Por qué nueve? El Señor Ogro no quiere contestar hoy a eso). Durante esos nueve minutos, como es el día que es, en lugar de volverme a dormir y tener un sueñecito rápido, me paso el rato cagándome en Fringe (la melodía que suena para despertarme), en Steve Jobs, que Alanis le tenga en su gloria (móvil = despertador), en el arquitecto que hizo la casa (por no poner más enchufes, para que no me tenga que levantar a apagar) y en El Hambre, que el día anterior se fue a dormir con su madre y ahora la cama está más fría.

Al salir de casa, la cosa no mejora. El mamón del conductor de autobús debe habernos puesto una cámara en el portal para pasar justo un minuto antes de que salgamos nosotros por la puerta todos los días, y que al perderlo le veamos. No nos saluda, pero yo se que en su cabeza, con una amplia sonrisa, nos hace adiós con la manita (mamonazo...). El Señor Ogro le cogía y le ponía en una zona de conflicto armado, que ya sabemos lo que le gusta a una guerrilla quemar autobuses (aunque bajaría a los pasajeros, que ellos no tienen culpa de nada). Se iba a sincronizar con nosotros en un santiamén.

En el coliseo (o Centro de Entrenamiento de Orcos), las cosas tampoco van bien. No viene la coordinadora, por lo que andamos algo perdidos. En la puerta, los Pokemon de los peques parecen hacer cola para dar la tabarra: que si me preocupa mucho esto y quiero que lo cambiéis (¿Desde cuando los Pokemon dan órdenes a los entrenadores?), que si no encuentro el papelito con la reseña del libro que me disteis a principio de curso (¡Pues la pintas, que ya te la hemos dado tres veces!), que si nos hemos enterado que algunos Pokemon dicen que... (¡Puff! ¡Chismorreos a primera hora de la mañana, que mal me vienen HOY!)

Y esto es sólo el principio, porque... Estamos de evaluaciones y hay que preparar informes individuales de cada orquito (sinceramente, no se para qué porque en la reunión que tendremos todos juntos, después de los dos primeros, la mayoría desconecta), acta de evaluación (es lo mismo que las evaluaciones individuales pero en resumen, ¡¿para qué otra reunión más?!), las notas con sus correspondientes criterios (¿De verdad creemos que se los leen? ¿Y que entienden lo que hemos evaluado? ¿Es necesario? O mejor dicho, ¿Es útil?), la reunión con los padres (si vienen, tres se van antes, cuatro están con la mirada perdida, dos se duermen y dos sólo quieren hablar de su retoño... ¿Por qué no les ahorramos este sufrimiento y de paso nos lo ahorramos nostros también?). Pero por si esto fuera poco, el agua del baño sale amarilla (un orco dice que sale pis del grifo), por lo que cada vez que uno quiere agua hay que echársela de una garrafa (no es bueno deshidratarse, ¿verdad?); una especialista viene con dolores, por haber comido melón la noche anterior, así que no podrá coger al grupo para dar su clase y la hora para programar se esfuma (mierrrrda)...

Una vez en casa, el ratón del ordenador no tiene pilas, por lo que vuelvo a acordarme de Steve Jobs, que Alanis lo tenga en su gloria, y de la zorra de su madre, porque ahora que estoy en casa tengo que volver a la calle a por pilas. Y para rematar la jugada me toca cocinar la comida de mañana para todos mis compañeros... ¡Hasta el coño del bien común, el compartir las tareas, del Ché Guevara y de Carlos Marx! (¿Que por qué hasta el coño de ellos? El Señor Ogro no quiere contestar hoy a eso)

Pero justo, cuando el Señor Ogro está apunto de empezar a romper cualquier cosa con saña y premeditación... Llega la cena y hay pizza, porque es Jueves. En la cama veo una serie, mientras El Hambre me hace caricias en el pelo, y la cama ya no está tan fría como ayer.

Dan las doce, y a pesar de todo, el Señor Ogro no ha conseguido salir, algo de lo que me alegro porque podría haber arruinado mi vida sentimental, familiar, social y laboral. No obstante, es un hasta luego... Un día, sin querer, sin esperarlo y sin ningún motivo aparente... ¡Volverá! (Porque también es saludable, al menos de vez en cuando, estar un poco de mala leche porque sí...)

3 comentarios:

  1. Perdona? Aquí creo que El Hambre es uno de los villanos que casi desata el Fin de los Días, liberando a Mi Bestia... Aunque al final lo arregla y enmienda su mal con sus habilidosas carantoñas apaciguadoras ^_^

    Gracias wapo! (por tus mimos sanadores y tus comentarios a mis post)

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