jueves, 27 de octubre de 2011

Mis personajes de serie preferidos.

Esta semana estoy un poco pachucho, así que no tengo muy buenas ideas que contar, por lo que he decidido tirar de una lista, la de los personajes de series que más me han llamado la atención a lo largo de mis treinta primaveras.

En primer lugar es un grupo. Sí, ya se que son distintos personajes de diversas series, pero son todas de dibujos y de mi infancia, y es difícil separarlos, así como diferenciar los recuerdos y sentimientos que me aporta cada uno. Lo qué sí se es que son series que emitían los sábados y domingos después de comer, cuando en la programación televisiva aún tenían en cuanta a los orquitos, y pensaban que en un futuro debían dejar de ser pequeñas bestias, para ser personas de bien. Estos son Ulysses, Dartacan y David, el Gnomo. 
Ulysses era el padre protector y responsable, que pasaba por mil aventuras junto a sus hijo... Y la verdad que yo no puedo quejarme porque mi padre siempre ha sido, y sigue siendo, un encanto de padre. Quizá me gustaba ver lo que podría pasar si mi padre y yo fuésemos dibujos animados. 
De Dartacan recuerdo lo mucho que me gustaba verlo, y que lo veía en casa de mis abuelos, después de comer cocido de la abuela. ¿Cómo no te puede marcar una serie, que se ve en este marco? Sin embargo, creo que aún era demasiado pequeño para enterarme bien de la trama, porque en sí, no recuerdo mucho de lo que veía. 
Y por último David, el Gnomo que hacía cosas divertidísimas, se salía siempre con la suya, iba montado en un zorro, siempre estaba contento... Pero fue él el que me enseñó algo que no se si un niño está preparado para aprender. Cuando él y Lisa, llegan al final de sus días y se convierten en árboles, dejan a su fiel compañero Swift, el Zorro, llorando la pérdida. Y en ese momento caí en la cuenta de que un día, mis padres se morirían, y no sólo eso, sino de que... ¡Yo un día me moriría! ¿Estaba pensado para eso? No lo se, pero si era así, queridos creadores de David, el Gnomo, ¡lo conseguisteis! Un niño traumado durante varios días.

Después estaría He-Man. Efectivamente es también un dibujo animado, y más o menos de la misma época, pero con la particularidad de que fueron los primeros muñecos que recuerdo. Tenía toda la colección, Skeletor, Teela, Orco, Evelin... todos. Así que con ellos podía ver la serie y recrear los episodios en mi cuarto, o inventar episodios nuevos. Además, tenía uno de los personajes más mariquitas que se hayan podido crear en la historia de las series infantiles: su tigre y fiel amigo Cringer. Ocurrente, divertido, con mucha pluma e intentando huir de las situaciones comprometidas... Vamos, Boris Izaguirre.

En tercer lugar está Ángela Channing. ¡Qué carisma, qué porte, qué maldad! ¡Cómo controlaba a todo el mundo! Por aquel entonces yo no entendía lo que pasaba pero la música, la imagen mantenida, la tensión se podía palpar. Hasta quien no entendía bien de lo que se estaba hablando sabía que aquella mujer era la que mandaba, la que cortaba el bacalao, o mejor dicho, la que podaba las vides. Aún, cuando se habla de ella, la recuerdo de brazos cruzados, a medio bajar la escalera (en posición superior a todos) y su cara de "Me has vuelto a decepcionar, y esta vez no voy a perdonarte".

Después de Ángela hubo otros, como J. R. Ewing, pero no era lo mismo, el glamour que tenía aquella señora no tenía nada que ver con lo chabacano y paleto del malvado magnate del petróleo. Hasta que llegó Ridge Forrester. Mi madre y su compañera de trabajo, a la hora de la comida veían Belleza y Poder, una serie noventera llena de trajes con colores imposibles, lujo, engaños... Todo un culebrón al estilo norteamericano, digno sucesor de Dinastía. En esta ocasión ya empezaba a hilar cabos, y no iba a ser en la vieja pelleja en la que me fijaría... Era en el malo buenorro, con sus facciones marcadísimas, su pecho que se bañaba en piscinas impolutas y que invitaba a cenar a lugares lujosísimos (que para los noventa eran sitios que brillaban mucho). Tenía un hermano rubio, pero nada que ver con "Rich".

En la adolescencia - juventud, justo antes de llegar a la Universidad, yo empecé a adelgazar bastante, me teñí el pelo de rubio y comencé mi vida de estudiante universitario con borrón y cuenta nueva. Fue entonces cuando empecé a ver Friends, y cuando conocía a Mónica Geller. Durante mucho tiempo esta serie me encantó, no me perdía ni un episodio, hasta programaba el video para grabarlos y verlos a la hora de comer. Y por supuesto, me encantaba Mónica, las coñas con la limpieza, su pasado de yonki de la comida, su cambio en Nueva York... y no pude llorar más cuando le pide a Chandler que se casen. Espero no estar haciendo ningún spoiler, porque esta serie ya la hemos visto un millón de veces todos, ¿no?

Después llegó Bree van de Camp. En realidad es una versión joven y actualizada de Ángela Channing, salvo que, los guionistas decidieron mostrarnos el por qué hacía las cosas Bree, consiguiendo que empatizaras con ella, dejando al margen muchas de sus ideas. Además, este personaje es un super icono, con ese pelo, esa pose, esa ropa... Estupenda. Toda una imagen exportable y transferible, un producto perfecto que nadie puede rechazar. ¿Por qué no llevar a Bree en una camiseta o una chapa, con lo bien que queda? Totalmente prendado de este personajazo.

Cuando empecé a vivir solo, totalmente independizado, me empezó a gustar Sexo en Nueva York. Lo veía en cualquier momento. Cuando no había nada en la tele, a la hora de comer, con mi hermana... Y después con el Sr. Rilova, empezamos a verlos todos desde el principio y de seguido, viendo cómo cambiaba la serie, los personajes, las bromas... Y tras verlos todos, me quedo con Miranda Hobbes. Sin duda es el cerebro de Carrie (ya que ésta sólo tiene una neurona), y es la que tiene unas anécdotas y situaciones más cercanas a la vida cotidiana (si es que alguna las tiene). Además, y sin lugar a dudas, creo que es la que se queda con el mejor chico de todos. Por si acaso alguien no lo sabe, no lo diré, pero tenéis que verlo.

Siguiendo con el repaso, le llega el turno a Juliet Burke, la rubia inteligente y no tan malvada, de Perdidos. Desde el momento en que la vi al inicio de la tercera temporada, cantando Downtown frente al espejo, supe que me iba a gustar. Fui descubriendo al personaje, la acompañé, me enamoré y lloré con ella lo que no está en los escritos. A pesar de lo malo, pésimo o fatídico que pueda ser el final de esta serie, creo que a este personaje en concreto, le dan un gran final, digno de una heroína épica, gran sufridora, perfecta compañera y divertida e inteligente amiga.

Por recomendación de un compañero del trabajo empecé a ver Big Bang Theory. Me encanta, me río mucho, pero tengo que verla en castellano, porque si no me parece imposible de seguir. Y desde que la empecé a ver había algo en Sheldom Cooper que me gustaba, sin llegar a saber qué era. Hasta que un día, comentándolo con mi hermana, me suelta: "Hombre, pues porque se parece a Javier (Rilova)!". Desde ese día, le tengo más cariño a la serie y miro con otros ojos al Profesor Cooper... A pesar de que mi hermana no tiene siempre razón, en este caso, no se la voy a negar. De hecho, ella comenta entre sus amigos que su cuñado se asemeja a Sheldom, y creo que eso le da caché.

Y por último, quien me tiene loco y a quien no puedo dejar de ver ni una noche (que no se que voy a hacer cuando se me acabe esta última temporada), es el Doctor Who. Ya le he dedicado un post a él solo así que no tengo mucho más que decir, salvo que estoy encantado de haber conocido a este personaje, que nos hace volar por aventuras divertidísimas, con expresiones divertidísimas, y que, de nuevo gracias a Beqad, ahora estoy un poco más cerca de él, pues me ha regalado... Un maravilloso Sonic Screwdriver, con luces y ruidito. 

¿Alguno tenéis personajes de serie preferido? Si os apetece compartirlo, comentar es gratis, y aunque lo hagais por la noche, no mata (no como el pérfido melón), así que... ¿Os animáis alguno a comentar vuestros personajes de serie preferidos?

jueves, 20 de octubre de 2011

¿Boda? Mmmmm ¿Sí, quiero?

El fin de semana pasado estuvimos en una boda de una compañera de trabajo. Mi pequeña Padawan, Pasoka, se nos ha casado. La llamo mi joven aprendiz, porque tras las prácticas con la Maestra Carmela, experta en todo lo que se pueda hacer con las manos (un gorro de azafata con papel de periódico, pajaritas con billetes de euro, broches, tocados, colgantes de chupete...), pasamos dos años juntos, codo con codo, lidiando con los orcos en las Guerras PonC.

Es curioso esto de las bodas. Es toda una ceremonia social sin precedentes, con sus procesos, sus personajes característicos, sus ritos imprescindibles, sus atuendos...

En primer lugar está la despedida. Actualmente yo conozco dos modalidad de despedida: la de La Humillación Pública Colectiva (LHPC) y la de La Humillación en Privado (LHP). 
La primer se centra en disfrazar al protagonista del enlace, de la forma más ridícula posible, ya sea de prostituta, en sus múltiples posibilidades (blancanieves, enfermera, caperucita o maruja) si es la novia, o de mujer o torero (versión tipycal spanish) si la figura central es el novio (los nativos varones de la Comunidad Canaria, seguramente se ciñan sólo al disfraz de mujer), y hacerle salir de juerga por los lugares que conocen y les gustan, para que se ría la gente un poco de ellos/as (de ahí lo de Humillación Pública). Si este disfraz se puede rematar con uno o varios accesorios "picantes" y, por qué no decirlo, horteras que te cagas, muchísimo mejor. A saber: delantales con pechos, diademas con pollones, culos de plástico, tetas postizas, etc. Es curiosísimo, porque estos productos tienen un mercado alucinante y, la verdad, nunca hubiera apostado por ello.
Pero no se viste al novio/novia y se los suelta a la deriva sin rumbo solos... ¡¡No qué va!! Sus "amigos" le acompañan y por norma general vestidos casi igual de llamativo y estomagante que el protagonista del grandioso evento. Lo que los diferencia del "homenajeado/a" es que no son conscientes de lo ridículos que van, y piensan que el resto del mundo tampoco... ¡Pero sí! De hecho, lo de la comparsa es mucho peor, porque el pobre chico/a de la despedida no le queda más remedio que tragar, pero los que lo prepararon todo, los supuestos amigos/as, colegas, "bros", "primas"... ¡¡LO HAN ELEGIDO!! ¡¡QUERÍAN IR ASÍ!!! Todo un subterfugio para vestirse de mujer en el caso de los canarios, o para ponerse unos pendientes de pollas, en caso de las mujeres. Pero... Lo hacen por su amigo/a... Para que se lo pase bien... ¡¡Claro que sí!! (de aquí viene lo de Colectiva).

La segunda versión es algo parecido, solo que en lugar de soltar a la persona por la ciudad, en lugares donde la gente pueda pitorrearse al gusto, se marchan todos y todas a una casa en el campo o a un pueblo, donde puedan despacharse sin miramientos y putear al máximo a su amigo/a. A saber: Hacer pruebas imposibles en las que el protagonista debe mancharse de arriba a bajo, establecer unas normas para la cena que impiden que el novio/novia pueda sentarse a comer algo, realizar pruebas absurdas para conseguir regalos bobos, etc. (De aquí lo de Humillación en Privado). Mejor? Peor? No puedo decir... Para gustos los colores.

Pasado esto llega el evento y cómo va cada uno vestido. Para mí, que sólo veo a mis compañeras, domadoras de orcos, en chándal cada día, y que cuando los viernes se cambian y se ponen un vaquero, me parece que ya van bien vestidas, verlas con vestido de noche me resulta de lo más raro del universo. Además, ellas lo saben, por lo que intentan ir extremadamente guapas, teñirse, cortarse, alisarse o rizarse, con vestido largo o corto, los zapatos (cuanto más tacón mejor, aunque luego se estén muriendo por dentro), los complementos (a juego entre ellos o a juego con los zapatos), para que cuando llegue el lunes, los demás podamos testificar lo guapas que pueden llegar a estar, porque trabajando en lo que trabajamos, aunque lo cuenten, no siempre se puede demostrar y lo más seguro es que no se vean en otra... Bueno, sí, la Cena de Emprersa, pero eso es otro cantar.
Con los chicos es más soso. Ellos pueden ir o bien con el clásico traje de chaqueta y corbata, o llamando la atención un poco. Yo personalmente, y sin la menor duda, prefiero esta última. Me niego a los pantalones de los trajes, porque luego el resto del año no me los pongo. Además, no me quedan bien, me hacen un culo feo y no me gustan. En cuanto a las corbatas, me chiflan, pero me lancé al mundo pajarita (por supuestísimo, influencia del Doctor), y es que es otro rollo. Quedan taaaan bien. Son taaaan monas. Se ponen y se quitan taaaan fácil, y llaman taaaanto la atención, que definitivamente, he encontrado mi complemento perfecto.

Por supuesto, está el traje de la novia. Según dicen, no hay novia fea... Pero sí la hay mamarracha. No es el caso, porque Pasoka llevaba un traje muy sencillo, tipo vestal griega, monísimo, con una toquilla de peluche blanco, para los momentos fuera, espectacular. Todo el conjunto le daba un aire de Reina de las Nieves arrasador. Ahora, ver, como yo he visto con estos ojos que se han de comer los gusamos, una novia con un traje como el de la Reina Mala de Blancanieves pero en blanco, con dibujos de flores por los bordes, cosidos en millones de colores... ¡Eso no se puede hacer! ¡¡La Reina Mala, era tan mala, que ya se casó de negro, hombre por favor!!
Reina de las Nieves, sí. Reina Mala que se casa de blanco, caca.

Por último, me llamaron mucho la atención los personajes que se repiten en todas y cada una de las bodas, y que por supuesto estaban en esta. 
La mesa de los que no paran de gritar consignas, pedir que se bese la novia y el novio, la madrina y el padrino, el metre con la abuela, o no dejar de levantar la servilleta en círculos hasta que los novios o se besan de nuevo o brindan o simplemente saludan. ¿Esto os recuerda a algo? Efectivamente, ya sabemos qué tipo de despedida prefirieron hacer los de esa masa (LHPC).
Por otro lado están las señoras que conocen a alguno de los dos agraciados desde pequeños y que no paran de contarte sus andanzas durante la cena. Por norma general, te suelen contar los atragantamientos, alergias y enfermedades para el primero, los accidentes y travesuras para el segundo, y para el postre, que ya hemos cogido confianza, las anécdotas escatológicas (caca-culo-pedo-pis) que son las anécdotas más universales y que, no nos vamos a engañar, más nos gustan.

Ya en el baile, tenemos a la pareja de señores mayores que no para de bailar desde que suena la primera nota y que, al verlos, todos pensamos lo mucho que nos gustaría llegar a su edad con esa marcha y esas ganas de bailar.
Luego están los acompañantes, novios o maridos que no bailan nada, parece ser que por vergüenza, pero que curiosamente se lanzan a bailar a zancadas el "Tractor Amarillo" (o similar). Sinceramente, a mí eso me da más vergüenza. Quizá sea yo el raro.
Y cómo no, nunca puede faltar el "pesao". Que no baila y se mantiene al margen, pero en cuanto ve que te acercas o pasas por su lado, te engancha y empieza a contarte de todo y a preguntarte banalidades. Y la cosa no acaba aquí, sino que todo esto lo hace cuando suena la canción que más te gusta, en la que lo estás dando todo. Sin lugar a dudas, esto es un superpoder. De hecho, es un superpoder de supervillano, porque aunque lo más normal sería pasar de él y seguir con el baile, eres incapaz de cortarle y volver a lo tuyo, porque te absorve, te anula, te bloquea... Todo un superpoder.

En fin, no se si algún día decidiré casarme, pero lo que tengo claro es que si la boda es de tarde, en el menú no habrá melón.

jueves, 13 de octubre de 2011

Minnie Vs Dora... ¡Combate Animado!

2 de Octubre de 2011, Madrid, Puerta del Sol. Minnie Mouse comienza su jornada globofléxica.

"¡Mirala! ¡Ya está otra vez ahí en todo el medio! ¡Sin respetar los emplazamientos de cada uno!
Aún recuerdo la primera vez que la vi allanando el espacio asignado a las estatuas vivientes. Con todo su descaro, porque como ellos no se podían mover, ahí la tenías, ante sus propias narices quitándoles admiración y público. Y aunque el buenazo de Bob Esponja habló con ella de muy gentiles formas, ya le advertí: Esta no es trigo limpio, Señor Esponja. Tiene una mochila muy rara, que habla y canta, y tiene un spanglish que no me termina de gustar. No es de fiar, Bob. ¡Ya verás!

Pero nada, la fuimos dejando, se fue ganando la confianza de todos y poco a poco se ha ido comiendo el espacio de cada uno. Se pone donde la sale de la raja, no respeta tiempos y encima,  ¡pone precio a lo que hace! Pero bueno, desde cuando se ha visto que le pongamos precio a las obras manuales de arte plástico que hacemos. Desde un principio, cuando tuvimos la reunión del Colectivo Internacional de Trabajadores al Aire libre (CITA), acordamos que nuestra sección (dibujos animados y estatuas vivientes) siempre pediría la voluntad, porque nuestra verdadera recompensa es la sonrisa de los niños, y más en concreto para nosotros y nosotras, la devoción de los fanáticos del moldeamiento del plástico. ¡Y ya está! ¡NADA DE PRECIOS!

No es como los chaperos, los pobrecitos, que tienen que estar ahí sus horas. Y las charlas, miraditas y toqueteos que tienen que aguantar de todos los vejetes sobones. ¡Normal que pongan esos precios! Además, ahora que han cambiado toda la plaza, les han expuesto mucho más, y si les ves... ¡Angelitos! ¡Parece que están como desorientados, los pobrecitos míos! Y como tienen casi al lado a las lumis de Montera, tienen que poner un precio que les merezca la pena y defender así su producto en el mercado. ¡Pues chica, que ni a los chaperos respeta, la zorra de Dora! Que ya me ha contado el Loco de las tres cabezas en la mesa, que le han llovido ofertas de viejecitos, devaluando así el esfuerzo de los chicos. Que si no llega a ser por Patricio y la Mujer del traje de frutas, sale tarifando con uno de ellos. ¡Qué lianta que es! ¡Qué lianta!

Y luego está el tema de los materiales, que no es por malmeter, pero Winnie de Poo me ha dicho, que ha oído a su amigo el Spider Man gordo, el de la Plaza Mayor, que un chino de un polígono le ha contado, que ella misma le comentó que compra los materiales en un almacén que no tiene muy buena fama, y que ahí todo es de muy mala calidad, pero muchísimo más barato. Y para más inri, le aseguró que casi le cae un puro porque un niño se intoxicó, ¡CREEN!, que con los productos con los que limpian sus globos. Pero ahí no acaba la historia, que otro casi se ahoga con una de sus obras manuales de arte plástico, porque le hizo una boa constrictor en pleno ataque y cuando se pinchó el globo, el pequeño quedó atrapado y constreñido en la espiral de fina goma. En cuestión de segundos el niño pasó del rosa al morado intenso. Al parecer el padre, que es extranjero, quería denunciarla y llevarla a juicio y... Lo que te digo... ¡Si es que no es de fiar!

¡Mírala! Ya está otra vez aprovechándose de que la Pareja de rebozados en barro tienen los ojos cerrados. ¡Si es que casi está en el medio, la muy guarra! ¡Que si no le cogen un globito los turistas no deja ver nada! Yo no aguanto más. ¡Le saco los ojos, el hígado y me meriendo su corazón! Que se ponga Bob, como quiera. ¡Yo hoy la mato!..."

Así, un grupito de niños y niñas, de distintas nacionalidades, crecerá desarrollando un frenético pavor a los dibujos clásicos Disney. Porque una tarde de Domingo, mientras paseaban con sus padres, vieron como Minnie Mouse intentaba arrancarle los ojos a Dora la Exploradora, con sus enormes manos enguantadas. Y que aunque Bob Esponja y Patricio consiguieron separarla de su víctima, no dejó de patearla el estómago entre gritos de dolor, con sus enormes zapatones de tacón rojos con lunares blancos.
Cuando, en un futuro,  le cuenten el suceso a su psiquiatra en el hospital, junto a una rodaja de melón, recordarán entre sollozos: "Y todo aquello pasó, sin que ninguno perdiera la sonrisa... permaneciendo la felicidad en sus caras... Aún veo esos ojos vacíos!! Cierre usted esos ojos, doctor!! Ayúdeme!! Que no me cojan!!"

¿Que no os lo creéis? Pinchad aquí.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Doctor Who

Cuando escuchaba decir a Beqad que Dr Who es una de las mejores series, y una de sus preferidas, me costaba creerlo. Imagino que en  cierto modo era por la cantidad de cosas que tendría que empezar a ver, y todo lo que tendría que descubrir, si decidía ponerme a ello, porque son seis temporadas las que van ya (empezó a emitirse de nuevo en 2005).



Como buena contrabandista y camella de series que es, Beqad nos ofreció un caramelo con la siguiente frase: "Vosotros veis este episodio, y si no os gusta, no veáis más". ¡JA! ¡Qué jodía! Un episodio trepidante, lleno de tensión, intriga, incógnitas, seres extraños y aterradores, y un personaje al que llaman Doctor (a secas) audaz, rápido, frenético, misterioso e hilarante, que no protagoniza el capítulo, pero que de alguna manera es el eje de todo lo que ocurre. Si después de ver aquello, no hubiese querido seguir investigando sobre aquellos personajes y aquellas tramas, significaría que no soy un ser humano vivo, sino una rana croando en su estanque.

Y así, como si nada, llegó a mi vida Doctor Who. Lo primero que te engancha es la sintonía. Misteriosa, arriesgada, aventurera, emocionante, hipnotizadora, te capta y te arrastra por el vórtice espacio-temporal junto con la TARDIS (Time And Relative Dimension In Space).  Tras esto, queridos amiguitos, es cuando ya no hay vuelta atrás, el viaje a lo desconocido a comenzado. 
En un principio, la serie tiene la textura de las series británicas y piensas: "La misma calidad de imagen que Mister Bean, esto no va a ser para mí". Pero la historia, los personajes, la emoción de los viajes por el espacio y el tiempo, las pequeñas intrigas que van hilando un episodio con otro y el humor sencillo y natural, te atrapan como hizo la sintonía desde el principio. Y cuando quieres darte cuenta, estás en el final de temporada, junto a Rose Tyler, ojiplática perdida, alucinando porque el sistema de defensa del Doctor se activa, y para poder curarse regenera toda su estructura molecular y cambia de forma. ¡Toma paja mental! (Giro argumental que lleva repitiéndose desde 1963, cada vez que el actor que hacía o hace del Doctor, quiere abandonar su papel, o los productores deciden que ya ha llegado su hora de retirarse).

Desde 1963 hasta la fecha ha habido once Doctores, todos y cada uno con sus dos corazones, su excentricidad y siempre con sus particulares formas de vestir, dependiendo de la época. Por ejemplo el de los setenta (Tom Baker) iba muy hippy él, con su bufanda larga de lana. O el de inicios de los ochenta (Peter Davison) con su jersey de pico, tan mono y tan pijín. Y qué decir del Noveno Doctor (Cristopher Eccleston) con su chupa de cuero negro, tipo Matrix, muy del estilo nuevo milenio. 
Dicen que no hay Doctor como el primero (es decir, que el primer Doctor que conoces y descubres, es el que más te gusta después), y por eso, aunque comenzamos a ver la serie desde la primera temporada con el Noveno Doctor (Eccleston), a mí el que más me gusta es David Tennant, más pizpireto, exagerado y guapete (para gustos los colores) que su predecesor, protagonista del episodio "caramelo" suministrado por nuestra camella. Siempre con sus trajes marrones, su gabardina y ese toque de Peter Pan amoroso que hace que desees locamente que te invite a dar un garbeo multidimensional en su cabina telefónica. Porque sí, queridas niñas y niños, este Doctor, a lo largo de sus múltiples formas, vidas y aventuras viaja en una nave con forma de cabina telefónica. ¡No se puede ser más británico que esto, señora!

Pero lo mejor de todo, al margen de los doctores son los villanos. Podríamos tener unos marcianos viscosos  hechos con tecnología puntera. O fabulosos seres energéticos lanza rayos. Pero no. Esta serie nacida en los sesenta, pretende ser coherente y dar una continuidad a lo que ya ha vivido su protagonista. Por lo que, si en sus inicios el peor enemigo que nuestro héroe se podía echar a la cara era un cubo de basura metálico con una luz azul a modo de ojo y un par de barras de hierro a modo de armas, ahí que siguen los Dalek, con su mismo formato y su misma voz de vocoder, tipo robot. O qué decir de los Cibermen, versión robótica y malvada del Hombre de hojalata (sin bailar, ni cantar, ni querer tener un corazón, ¡claro!), de nuevo con voz vocoderizada,  órdenes tipo computadora (Delete!! Delete!!) y un mal interior muy chungo. 
Por otro lado, están los seres que nos propone Steven Moffat, uno de los guionistas de la serie y ahora guionista principal y productor ejecutivo (gracias wikipedia), que nos muestra seres malignos que lo son por algo, no sólo por la ilusión que les hace dominar el universo, y que pertenecen al mundo de lo cotidiano: estatuas que vigilan y te acechan, niños que buscan a su madre con llantos quejosos, los peligros que ocultan las sombras de nuestro entorno o la melancolía de saber que ha llegado tu hora. Y todo ello, con unos efectos especiales básicos, mucho más cercanos y realistas. Quizá un día escriba un episodio sobre el Melón Asesino, ¿más cotidiano que eso? ¡Quién sabe!

Pues bien, aquí me tenéis más enganchado a esta serie, de lo que nunca hubiese predicho, a las puertas del final del Décimo Doctor, sintiéndome como Rose Tyler, ya que sospecho que ya nada será lo mismo sin Tennant, aunque Matt Smith seguramente sea un gran Doctor y me haga vibrar como lo hicieron los otros (Sí, sí, cariños, ese tipo de vibrar).

Así, os digo como una buena amiga me dijo un día: "Vosotros veis este episodio, y si no os gusta, no veáis más"

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