jueves, 20 de octubre de 2011

¿Boda? Mmmmm ¿Sí, quiero?

El fin de semana pasado estuvimos en una boda de una compañera de trabajo. Mi pequeña Padawan, Pasoka, se nos ha casado. La llamo mi joven aprendiz, porque tras las prácticas con la Maestra Carmela, experta en todo lo que se pueda hacer con las manos (un gorro de azafata con papel de periódico, pajaritas con billetes de euro, broches, tocados, colgantes de chupete...), pasamos dos años juntos, codo con codo, lidiando con los orcos en las Guerras PonC.

Es curioso esto de las bodas. Es toda una ceremonia social sin precedentes, con sus procesos, sus personajes característicos, sus ritos imprescindibles, sus atuendos...

En primer lugar está la despedida. Actualmente yo conozco dos modalidad de despedida: la de La Humillación Pública Colectiva (LHPC) y la de La Humillación en Privado (LHP). 
La primer se centra en disfrazar al protagonista del enlace, de la forma más ridícula posible, ya sea de prostituta, en sus múltiples posibilidades (blancanieves, enfermera, caperucita o maruja) si es la novia, o de mujer o torero (versión tipycal spanish) si la figura central es el novio (los nativos varones de la Comunidad Canaria, seguramente se ciñan sólo al disfraz de mujer), y hacerle salir de juerga por los lugares que conocen y les gustan, para que se ría la gente un poco de ellos/as (de ahí lo de Humillación Pública). Si este disfraz se puede rematar con uno o varios accesorios "picantes" y, por qué no decirlo, horteras que te cagas, muchísimo mejor. A saber: delantales con pechos, diademas con pollones, culos de plástico, tetas postizas, etc. Es curiosísimo, porque estos productos tienen un mercado alucinante y, la verdad, nunca hubiera apostado por ello.
Pero no se viste al novio/novia y se los suelta a la deriva sin rumbo solos... ¡¡No qué va!! Sus "amigos" le acompañan y por norma general vestidos casi igual de llamativo y estomagante que el protagonista del grandioso evento. Lo que los diferencia del "homenajeado/a" es que no son conscientes de lo ridículos que van, y piensan que el resto del mundo tampoco... ¡Pero sí! De hecho, lo de la comparsa es mucho peor, porque el pobre chico/a de la despedida no le queda más remedio que tragar, pero los que lo prepararon todo, los supuestos amigos/as, colegas, "bros", "primas"... ¡¡LO HAN ELEGIDO!! ¡¡QUERÍAN IR ASÍ!!! Todo un subterfugio para vestirse de mujer en el caso de los canarios, o para ponerse unos pendientes de pollas, en caso de las mujeres. Pero... Lo hacen por su amigo/a... Para que se lo pase bien... ¡¡Claro que sí!! (de aquí viene lo de Colectiva).

La segunda versión es algo parecido, solo que en lugar de soltar a la persona por la ciudad, en lugares donde la gente pueda pitorrearse al gusto, se marchan todos y todas a una casa en el campo o a un pueblo, donde puedan despacharse sin miramientos y putear al máximo a su amigo/a. A saber: Hacer pruebas imposibles en las que el protagonista debe mancharse de arriba a bajo, establecer unas normas para la cena que impiden que el novio/novia pueda sentarse a comer algo, realizar pruebas absurdas para conseguir regalos bobos, etc. (De aquí lo de Humillación en Privado). Mejor? Peor? No puedo decir... Para gustos los colores.

Pasado esto llega el evento y cómo va cada uno vestido. Para mí, que sólo veo a mis compañeras, domadoras de orcos, en chándal cada día, y que cuando los viernes se cambian y se ponen un vaquero, me parece que ya van bien vestidas, verlas con vestido de noche me resulta de lo más raro del universo. Además, ellas lo saben, por lo que intentan ir extremadamente guapas, teñirse, cortarse, alisarse o rizarse, con vestido largo o corto, los zapatos (cuanto más tacón mejor, aunque luego se estén muriendo por dentro), los complementos (a juego entre ellos o a juego con los zapatos), para que cuando llegue el lunes, los demás podamos testificar lo guapas que pueden llegar a estar, porque trabajando en lo que trabajamos, aunque lo cuenten, no siempre se puede demostrar y lo más seguro es que no se vean en otra... Bueno, sí, la Cena de Emprersa, pero eso es otro cantar.
Con los chicos es más soso. Ellos pueden ir o bien con el clásico traje de chaqueta y corbata, o llamando la atención un poco. Yo personalmente, y sin la menor duda, prefiero esta última. Me niego a los pantalones de los trajes, porque luego el resto del año no me los pongo. Además, no me quedan bien, me hacen un culo feo y no me gustan. En cuanto a las corbatas, me chiflan, pero me lancé al mundo pajarita (por supuestísimo, influencia del Doctor), y es que es otro rollo. Quedan taaaan bien. Son taaaan monas. Se ponen y se quitan taaaan fácil, y llaman taaaanto la atención, que definitivamente, he encontrado mi complemento perfecto.

Por supuesto, está el traje de la novia. Según dicen, no hay novia fea... Pero sí la hay mamarracha. No es el caso, porque Pasoka llevaba un traje muy sencillo, tipo vestal griega, monísimo, con una toquilla de peluche blanco, para los momentos fuera, espectacular. Todo el conjunto le daba un aire de Reina de las Nieves arrasador. Ahora, ver, como yo he visto con estos ojos que se han de comer los gusamos, una novia con un traje como el de la Reina Mala de Blancanieves pero en blanco, con dibujos de flores por los bordes, cosidos en millones de colores... ¡Eso no se puede hacer! ¡¡La Reina Mala, era tan mala, que ya se casó de negro, hombre por favor!!
Reina de las Nieves, sí. Reina Mala que se casa de blanco, caca.

Por último, me llamaron mucho la atención los personajes que se repiten en todas y cada una de las bodas, y que por supuesto estaban en esta. 
La mesa de los que no paran de gritar consignas, pedir que se bese la novia y el novio, la madrina y el padrino, el metre con la abuela, o no dejar de levantar la servilleta en círculos hasta que los novios o se besan de nuevo o brindan o simplemente saludan. ¿Esto os recuerda a algo? Efectivamente, ya sabemos qué tipo de despedida prefirieron hacer los de esa masa (LHPC).
Por otro lado están las señoras que conocen a alguno de los dos agraciados desde pequeños y que no paran de contarte sus andanzas durante la cena. Por norma general, te suelen contar los atragantamientos, alergias y enfermedades para el primero, los accidentes y travesuras para el segundo, y para el postre, que ya hemos cogido confianza, las anécdotas escatológicas (caca-culo-pedo-pis) que son las anécdotas más universales y que, no nos vamos a engañar, más nos gustan.

Ya en el baile, tenemos a la pareja de señores mayores que no para de bailar desde que suena la primera nota y que, al verlos, todos pensamos lo mucho que nos gustaría llegar a su edad con esa marcha y esas ganas de bailar.
Luego están los acompañantes, novios o maridos que no bailan nada, parece ser que por vergüenza, pero que curiosamente se lanzan a bailar a zancadas el "Tractor Amarillo" (o similar). Sinceramente, a mí eso me da más vergüenza. Quizá sea yo el raro.
Y cómo no, nunca puede faltar el "pesao". Que no baila y se mantiene al margen, pero en cuanto ve que te acercas o pasas por su lado, te engancha y empieza a contarte de todo y a preguntarte banalidades. Y la cosa no acaba aquí, sino que todo esto lo hace cuando suena la canción que más te gusta, en la que lo estás dando todo. Sin lugar a dudas, esto es un superpoder. De hecho, es un superpoder de supervillano, porque aunque lo más normal sería pasar de él y seguir con el baile, eres incapaz de cortarle y volver a lo tuyo, porque te absorve, te anula, te bloquea... Todo un superpoder.

En fin, no se si algún día decidiré casarme, pero lo que tengo claro es que si la boda es de tarde, en el menú no habrá melón.

1 comentario:

  1. Así que... Nada de crema de melón en la boda.

    Chico, que memoria estadística!! En cuanto a lo del servilletero... Dónde está? Creo que nos lo llevamos por joder al Camarero Espía. ^_^

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