miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Por qué los llamo orcos cuando quiero decir...?

Llevo ya unas cuantas entradas en las que hago mención a mi trabajo y a los protagonistas del mismo, y quizá dé la sensación de que los entrenadores de orcos somos unos seres odiosos, asqueados de lo que hacemos, que no pueden ver a los niños.

Bueno, os voy a contar mi vida. Tengo una madre a la que le encantan los infantes y se le da de rechupete el trato y manejo de los mismos. Por suerte o por desgracia, mi hermana y yo hemos heredado dicho don, por lo que nos es muy sencillo relacionarnos con los niños, y comprender fácilmente que les pasa por la cabeza. Debido a esto, sería de tontos por parte de la Sra. Otis (apodo que decido en este instante poner a mi hermana) y mía no dedicarnos a la educación de las futuras generaciones en los primeros años de edad (ella de 0 a 3, yo de 3 a 6). Hasta aquí todo bien. 

Pero, ¿qué pasa si tampoco es que te encanten? Cuando iba a la facultad, recuerdo a mis compañeras todas encantadas de ir a clase, con sus carpetas forradas de bebés, recortados de revistas de pre-mamá, mientras mi grupo de compañeras y yo nos saltábamos algunas clases y jugábamos al mús como todo universitario que se precie. De hecho, íbamos a jugar al mús a la cafetería de Magisterio de Educación Física, porque tenía piscina cubierta y podíamos intercalar cuerpazos nadadores (que esos sí que eran para tenerlos en las carpetas) con órdagos y envites. Fue en este momento cuando mi vocación por la educación comenzó a tambalearse.

Después llegó mi época como monitor, en la que me gustaba organizar los campamentos, preparar juegos, crear dinámicas, era un experto en canciones y animación de actividades nocturnas... Ahora, lo que de verdad me gustaba era el ratito que teníamos los monitores para nostros por las noches, después de las evaluaciones, conociendo a gente nueva, haciendo un poco el cabra... De nuevo las dudas existenciales acerca de lo que estaba estudiando y en lo que se suponía que quería invertir, al menos, parte de mi vida.

Y después llegó el colegio. Programaciones, evaluaciones, actividades, claustros (aunque en nuestro centro son un poco vaguetes y sólo hacen uno o dos al año), a la vez que en verano coordinaba campamentos. Recuerdo que en una visita para llevar material a uno de mis grupos de monitores, en mitad de una conversación acerca de los niños, dije algo así como...

- Pues a mí, cuanto más trabajo con peques, menos me gustan y menos ganas tengo de ser padre.

¡Alanis mía! Todos se apartaron de mi lado dejando espacio, como si hubiese confesado tener la peor de las enfermedades víricas más fáciles de contagiar. Y después, silencio incómodo... toses... y poco a poco fueron desapareciendo de la sala, dejándome solo colocando el material.
Quizá ellos no lo entendieron, y no quisieron indagar por si les envenenaba con mi "Hechizo Herodes", pero es un trabajo muy cansado, y cuando sales, seguir tratando con niños cada vez me apetece menos. Llegar a un restaurante y que en la mesa de al lado haya unos niños jugando, o gritando, o llorando, o tirándose cosas entre ellos, cuando te pasas el día en el COLE con 21 orquitos jugando, gritando, llorando y tirándose cosas entre ellos, la verdad que no. Seguro que a los ginecólogos y los urólogos les pasa lo mismo cuando les dicen de ir a una playa nudista, y no por eso les harán corrillo y les dejarán solos colocando sus cachivaches de reconocimiento.

Poco a poco y con la experiencia, me he dado cuenta de que estoy en el camino correcto. Lo que a mí me gusta en realidad no son los niños, sino la EDUCACIÓN. Y esto creo que es algo fundamental. Los infantes están creciendo y sorprende la cantidad de estrategias que utilizan para desarrollarse y conseguir sus objetivos. Prueban con una y si no funciona buscan otra. Por norma general, e imagino que está en nuestra naturaleza inicial de orco, las primeras estrategias suelen ser violentas, retorcidas e impactantes y si no eres frío y te mantienes al margen de lo mucho que te puedan gustar o no los peques, si no fijas tu objetivo en la EDUCACIÓN, los alevines pueden llegar a dominarte y hacerte la vida imposible. Suena fuerte, pero es cierto, y no es bueno para nosotros, ni para sus Pokemon, ni para la sociedad actual o futura. Porque nuestra función no es que nos gusten los niños, sólo, sino educarles para que dejen de ser orcos y empiecen a ser personas (Que algún maestro no se percató de esto y mira en lo que se ha convertido Mariano Rajoy, todo un Uruk Hai).

Aun así, hablando con mi compañera en la doma del orco, Argominable, hay trabajos mucho peores y que desde luego no nos gustaría tener que hacer, porque en éste cantamos, pensamos, nos escuchamos, nos reímos, vemos como van creciendo los renacuajos, inventamos, nos hacen dibujos, nos dan besos espontáneos y por sorpresa, actuamos, creamos, contamos cuentos, nos gastamos bromas y recibimos piropos tan bonitos como: ¡Eres tan divertido como un parque de atracciones!
Por todo esto y más, trabajar con orcos me gusta... Aunque a veces haga ver que no... ¡Y juraré no haber dicho esto!

Y recordad siempre, que el melón por la noche mata.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Sí, soy del grupo de los feos.

Llevo unos días que la apatía me inunda, me envuelve, se apodera de mí y me impide hacer nada. Sospecho que se debe a que llegan las navidades, y con ellas las evaluaciones del primer trimestre, que sinceramente son un coñazo (muchas horas, trabajo para casa y mucha redacción académica). Así que si alguien nota que este post tiene poca sustancia, no se lo tengáis en cuenta a mis apáticas neuronas, están cogiendo fuerzas para lo que está a punto de comenzar.

Yo tenía un amigo, que vivía en la periferia de Madrid, y durante su infancia, adolescencia e inicio de la vida adulta, sólo se acercó al centro en ocasiones señaladas y para salir de noche. De pronto un día decidió hacer unas oposiciones para incorporarse a una empresa de limpieza de jardines y mantenimiento de parques (o algo así creo que era), con la suerte de que le cogieron. La pega era que debía madrugar y trabajar en el Centro. Tras varios meses de trabajo me dijo:

- ¿Sabes, Sr Ombligo, de lo que me he dado cuenta? Que la gente que va en el transporte público es muy fea.

Por la parte que me toca, estuve barajando la idea de darme la vuelta y no volver a hablarle en la vida, pero debo reconocer que este chico era aficionado a las sustancias alucinógenas, y no quise tomárselo en cuenta (Animalito...) Pero desde ese día me he ido fijando en este hecho y... Qué podría decir... 

Sin embargo, esta semana tuvo lugar un acontecimiento que me ha hecho ver esto de otra manera.

Al salir del Centro de Entrenamiento Cognitivo para el Desarrollo de Orcos en Vías de Crecimiento, o como todo el mundo lo llama COLE (ya se que no se corresponden las siglas, pero no siempre se corresponden, que mira que somos meticulosos... Ya he dicho que mis neuronas están de vacaciones), iba al metro con mi compañera, la Tole, donde a lo lejos divisamos en el andén a una pequeña orquita con su pokemon. Una vez cerrado el chiringuito, por norma general, a los profes nos suele dar bastante pereza cruzarnos con algo que tenga que ver con el trabajo, sobre todo en lo referente al trato con pokemon, así que nos hicimos los "longuis" (¡Qué termino más desactualizado!) y como el que no quiere la cosa nos fuimos a la parte delantera.
Relacionarnos con los susodichos nos da pereza, pero observarlos en las distancia y criticarlos un poco... pues no, para qué negarlo, y como ahora los metros van seguidos y se ve todo desde cualquier punto, pues nos pusimos al tajo. Curiosamente, me vino a la memoria la observación de mi amigo y me fijé un poco en las personas con las que compartía el espacio móvil subterráneo, y pensé: La gente no es fea, lo que pasa es que va descuidada, cansada y harta, pero ya está.

Y entonces, rompiendo mi estado de divagación y mi actividad crítica gratuita con la Tole, mezclado con la masa que subía al metro en la parada, apareció un dios.
Mediana estatura. Pelo moreno con canas, peinado en una cresta, pero sin llegar a ser moderno. Piel morena y barba de tres días. Ojos color miel, nariz recta, boca media y labios finos. Camisa a medio desabrochar, enseñando pectoral y vello (pero el justito), con las mangas remangadas hasta el codo enseñando un antebrazo marcado... Y lo que más me sorprendía, y quizá lo que más me atraía a mirarle, era su expresión de sentirse perdido y desprotegido (como cuando has comido melón por la noche y piensas que quizá te mate). Quizá, con la descripción que acabo de hacer, se pueda pensar: "Bueno, tampoco es para tanto, no es mi tipo". ¡Error! Todo el vagón le observaba. De hecho, Tole y yo nos miramos sobresaltados para descubrir que nuestras pupilas estaban dilatadas de puro asombro.

Entonces en medio de aquel éxtasis colectivo, el hombre me mira fijamente... Noté cómo me crecían dos coletas y un flequillo, en mis dientes brotaba un corrector, mis gafas se volvían de culo de botella y un grano palpitaba en mi nariz de repente. Me faltó sonreír cual Betty, la fea, tras una carpeta llena de pegatinas de los chicos de Sensación de Vivir. Ante aquella mirada, me sentí adolescente patizambo de nuevo. ¡Qué horror!

Y entonces lo vi claro, mi amigo tenía razón. Aquel Adonis no estaba acostumbrado a montar en metro y ante el panorama estaba asustado, viendo cómo podría ser que el transporte público estuviese plagado de tanta gente fea, entre los que por desgracia debo incluirme. 

Sin embargo, prefiero ser de este grupo. Me encanta haber tenido que luchar con macarras de piernas abiertas, para ganar algo de espacio en mi asiento, pues ahora mis piernas son más fuertes; haber contenido la respiración durante un trayecto entre paradas, porque el señor que está agarrado a la barra del techo huele a sudor que tira para atrás, pues ahora mis pulmones son más resistentes y mi pituitaria es a prueba de bombas; haber sido capaz de arrebatarle el sitio a una vieja carroñera de asientos en pleno  ataque, pues ahora soy más veloz. Sí soy del grupo de los feos pero, ¿no dicen que si hay una guerra nuclear las que resistirán son las cucarachas? ¿Acaso son los animales más hermosos de la naturaleza? Son los mejor adaptados. Yo no quiero una cara de espanto en el transporte público, quiero experiencias que me hagan más fuerte, y sin lugar a dudas, el metro es una.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tarde del Sábado en la Casa de la Colina

El fin de semana, quedé a comer con Beqad, Amanita Phaloide, y por supuesto, el Sr. Rilova. La comida deliciosa, todo a cargo del Chef Rilova, pero una vez terminada y tras comenzar a servir los G&T... Nos encontramos encerrados en una horrible mansión en una colina, en un largo pasillo, como de tres habitaciones, con puertas a los lados y con unas escaleras al fondo que subían a una planta superior.

¡¡Pero esto no es lo mejor de todo!! Al mirar a mi lado, Amanita vestía un traje de niña con un lazo enorme de color azul a la espalda, en una mano llevaba un oso de peluche y en la otra unos globos de cumpleaños, y su pelo ahora era una larga melena con tirabuzones rubios, y en lo alto... ¡¡Nooo!! ¡¡Un sombrerito a modo de tocado!!
La cosa no acaba aquí, pues a su lado Beqad vestía un sobrio traje de cura, su cara se había envejecido, había perdido pelo y lucía unas finas gafas redondas, tipo John Lennon. ¡Pobrecita! Lo del pelo, vaya que vaya, pero lo de las gafas... A mí me parece una putada.
Al contrario, Rilova había crecido un par de palmos, ahora su pelo era rubio y... ¡¡Estaba tremendo!! ¡Qué músculos, qué piernacas, qué mandíbula marcadísima! ¡Estaba ternesco!

- ¡Que no me entere guapa, que ese culito pasa hambre! - Me dijo. Claro, tras aquella extraña transformación había perdido algo de cerebro... ¿Guapa, yo? Me empecé a partir de risa ante aquella situación. ¡Menuda pinta que tenían todos!!

- ¿Pero tú te has visto? - Me dijo Amanita.

Me giré y me miré en un espejo... ¡¡Aaaaaaaahh!! ¡¡Era una hippy!! Con el pelo largo, una cinta setentera, tipo Jane Fonda, un chaleco, una camisa suelta, una falda larguísima, sin braguitas y... ¡¡No, no puede ser!! ¡¡Unas sandalias y una tobillera de cascabeles!! ¡¡Qué hortera!! Y lo peor de todo era, que no había perdido mi figura, así que era una travesti carterista en Woodstock, con mis partes colgando. ¡Qué incómodo, por favor!

- Voy a mirar al piso de arriba, aquí no me quedo - dijo Amanita. Salió corriendo, subió las escaleras y se la oyó gritar -. ¡¡Chicos, debe ser una mansión de unos ricos, porque aquí hay un colgante con un pedrusco considerable!! ¡¡Así que buscad por las habitaciones a ver que nos podemos llevar!! ¡¡De esta nos sacamos una pasta!!

- Yo voy por aquí - dijo Be, yéndose hacia la izquierda. La escuchamos abrir un par de puertas y enseguida unos golpes y un grito largo-. ¡¡Mierrrda!! Me he caído... ¡¡Sobre unas escaleras!! ¡¡Ay!! ¡¡Me he clavado los peldaños en los riñones!! ¡¡Primero lo del cura y ahora esto!! ¿¡Se puede tener peor suerte!? (... Silencio por parte de todos...) ¡¿Es que nadie va a venir a ayudarme?!

Javier se metió por la puerta de la derecha, imagino que para ayudarla, y ya no oí nada más. Así que me fui hacia otra de las puertas de la izquierda.
Tras la puerta una habitación quemada, todo hecho un asco, lleno de ceniza y hollín. Y como el que no quiere la cosa, un anillo resplandeciente e impoluto sobre una silla carbonizada. ¡Qué cosa más rara!
Seguimos avanzando y llego a una cocina donde me voy a encontrar uno de los platos fuertes de la noche: una rata muerta más grande que un gato. ¡¡Qué ascazo, por favor!! Claro que junto a ella hay un tablero de güija... Sin dudarlo, me acerco a cogerlo, que con lo rara que está resultando la tarde seguro que la rata huele flores.
En ese preciso instante, una niebla comienza a subir entre los tablones, y empieza a subir un biruji desde el suelo. Y yo con sandalias y falda... ¡¡Y sin braguitas!! ¡Ala, todo bien ventilado! ¡Sin miedo al resfriado, claro que sí!!
En eso que se oye una voz cavernosa que dice algo, pero para ser sinceros no la entendí muy bien. Debía ser fallo de la megafonía de la casa, que junto a la humedad y el frío, no favorecía nada la acústica. En ese instante, sentí un vahído y al volver en mí, estaba en unas escaleras que iban hacia abajo, con un agujero en una de las paredes. Me miro el cuerpo y... ¡¡Ahora soy el cura!! ¡Qué putada! ¡Menuda alopecia! Bueno, por lo menos con el frío que ha empezado a hacer, ya no se me congelan los bajos.

- ¡¿Hay alguien ahí?! - grito.
- Sí aquí, en la siguiente habitación -. Es Sr Rilova.
- ¿Tú no habías ido a ayudar a Be cuando se cayó?
- ¡Qué va! He pasado por su lado, pero no la he hecho ni caso... ¡Y eso que me suplicaba ayuda! De hecho, creo que por esquivarla, he pisado mal y le he espachurrado la mano - No puedo con este chico, que afán de competitividad -. ¿Has oído lo que ha dicho la voz?
- No, es que no lo entendía muy bien.
- ¡¡Yo sí!!- grita Amanita desde lo alto.
- ¡¡Pues entonces baja aquí, y empieza a invocar al fantasma, mientras yo busco la Cripta por el sótano y Sr Ombligo el cementerio por la planta baja!!

¿Qué? ¡Esta gente está loca! ¿Invocar un fantasma? ¿Buscar un cementerio? ¡¿Y una cripta?! ¡¡¿¿EN UNA CASA??!!
Amanita pasa junto a mí y se dirige hacia abajo por las escaleras, y cuando lo hace me hace un gesto, como de: "¡Pero vamos! ¡Que no tenemos todo el día!"


Les hago caso, porque... ¿Qué hago aquí parado si no? Vuelvo al descansillo, entro por una puerta y encuentro un salón de baile, con otra rata muerta. ¡Lo mismo es con lo que decoraban esta gente las habitaciones! Sigo para alante y entro en una habitación con una piel de oso tendida en el suelo. "¡Venga! ¡Arriba el mal gusto!" pero a pesar de todo, en esta habitación, hay algo que me hace sentir bien. Tengo la sensación de que si tuviese que pelearme aquí con alguien, a vida o muerte, tendría cierta ventaja... ¿Y por qué me iba yo a pelear aquí con alguien, a vida o muerte? ¡Alanis mía, esta alucinación se está apoderando de mí!

Sigo para alante y llego a un jardín. ¿Un jardín? ¿Aquí en medio? El arquitecto que hizo esto sí que tiene mérito y no Ricardo Bofill. Del suelo empieza a salir sangre y el rocío de las flores es rojo. Sí amiguitos, en este punto de la historio el asco se adueña de mí y vomito. De hecho, vomito en plan aspersor, como si fuese mi mejor defensa. Y efectivamente lo es, pues el asqueroso líquido tapa la sangre, que puestos a cosas asquerosas, prefiero las mías.
Sigo para alante, con el estómago un poco revuelto. Un habitación normalita, esta vez nada muerto. Un Pasillo bastante estrecho y... ¡¡No me lo podía creer!! ¡¡El cementerio!! ¡¡No cabía en mí de gozo!!

De pronto una voz: "Enterraaaadme... Por favoooor... Enterraaaadme..." Vuelvo para atrás para decirles a mis compañeros donde está el cementerio y veo cómo Amanita viene corriendo hacia mí,  ¡¡con un cadaver a la espalda!! Visto esto, creo que lo he visto todo.

- Toma. Llévalo tú un rato.

¡¡Porrrfavorrr!! ¡Qué asco me está dando todo esto! ¡Lo que pesaba, lo mal que olía y lo que se parecía a la directora de mi centro! ¡Qué grima! Esto es lo que le pasa a la gente que come melón por la noche, seguro.

A lo lejos, oigo golpes, como si se estuviese peleando alguien, y oigo a Be:

- ¡¡Pero cómo os estoy odiando!! ¡¡Cómo podéis tener tanta suerte!!

Prefiero no preguntar, echo a correr con Amanita, para quitarme el muerto de encima (en este caso literalmente) cuanto antes. Por fin llegamos al cementerio y ante nostros encontramos una tumba excavada, que yo juraría que antes no estaba, pero mira, yo ya no quiero cuestionar nada. Echamos el muerto al hoyo y lo enterramos. Amanita y yo nos abrazamos y oímos un "Aaahhaaa", como de relax, cuando te acabas de meter en la bañera con el agua llena de espuma a la temperatura exacta, por no poner más ejemplos...

Y así es como pasamos la tarde mis amigos y yo, jugando a "Betrayal at house on the hill", un juego que al principio parece muy pesado por la cantidad de normas que tienes que ir descifrando, pero que cuando le coges el ritmo se vuelve de lo más emocionante e interesante. Toda una divertidísima aventura, para una tarde de Sábado.

jueves, 27 de octubre de 2011

Mis personajes de serie preferidos.

Esta semana estoy un poco pachucho, así que no tengo muy buenas ideas que contar, por lo que he decidido tirar de una lista, la de los personajes de series que más me han llamado la atención a lo largo de mis treinta primaveras.

En primer lugar es un grupo. Sí, ya se que son distintos personajes de diversas series, pero son todas de dibujos y de mi infancia, y es difícil separarlos, así como diferenciar los recuerdos y sentimientos que me aporta cada uno. Lo qué sí se es que son series que emitían los sábados y domingos después de comer, cuando en la programación televisiva aún tenían en cuanta a los orquitos, y pensaban que en un futuro debían dejar de ser pequeñas bestias, para ser personas de bien. Estos son Ulysses, Dartacan y David, el Gnomo. 
Ulysses era el padre protector y responsable, que pasaba por mil aventuras junto a sus hijo... Y la verdad que yo no puedo quejarme porque mi padre siempre ha sido, y sigue siendo, un encanto de padre. Quizá me gustaba ver lo que podría pasar si mi padre y yo fuésemos dibujos animados. 
De Dartacan recuerdo lo mucho que me gustaba verlo, y que lo veía en casa de mis abuelos, después de comer cocido de la abuela. ¿Cómo no te puede marcar una serie, que se ve en este marco? Sin embargo, creo que aún era demasiado pequeño para enterarme bien de la trama, porque en sí, no recuerdo mucho de lo que veía. 
Y por último David, el Gnomo que hacía cosas divertidísimas, se salía siempre con la suya, iba montado en un zorro, siempre estaba contento... Pero fue él el que me enseñó algo que no se si un niño está preparado para aprender. Cuando él y Lisa, llegan al final de sus días y se convierten en árboles, dejan a su fiel compañero Swift, el Zorro, llorando la pérdida. Y en ese momento caí en la cuenta de que un día, mis padres se morirían, y no sólo eso, sino de que... ¡Yo un día me moriría! ¿Estaba pensado para eso? No lo se, pero si era así, queridos creadores de David, el Gnomo, ¡lo conseguisteis! Un niño traumado durante varios días.

Después estaría He-Man. Efectivamente es también un dibujo animado, y más o menos de la misma época, pero con la particularidad de que fueron los primeros muñecos que recuerdo. Tenía toda la colección, Skeletor, Teela, Orco, Evelin... todos. Así que con ellos podía ver la serie y recrear los episodios en mi cuarto, o inventar episodios nuevos. Además, tenía uno de los personajes más mariquitas que se hayan podido crear en la historia de las series infantiles: su tigre y fiel amigo Cringer. Ocurrente, divertido, con mucha pluma e intentando huir de las situaciones comprometidas... Vamos, Boris Izaguirre.

En tercer lugar está Ángela Channing. ¡Qué carisma, qué porte, qué maldad! ¡Cómo controlaba a todo el mundo! Por aquel entonces yo no entendía lo que pasaba pero la música, la imagen mantenida, la tensión se podía palpar. Hasta quien no entendía bien de lo que se estaba hablando sabía que aquella mujer era la que mandaba, la que cortaba el bacalao, o mejor dicho, la que podaba las vides. Aún, cuando se habla de ella, la recuerdo de brazos cruzados, a medio bajar la escalera (en posición superior a todos) y su cara de "Me has vuelto a decepcionar, y esta vez no voy a perdonarte".

Después de Ángela hubo otros, como J. R. Ewing, pero no era lo mismo, el glamour que tenía aquella señora no tenía nada que ver con lo chabacano y paleto del malvado magnate del petróleo. Hasta que llegó Ridge Forrester. Mi madre y su compañera de trabajo, a la hora de la comida veían Belleza y Poder, una serie noventera llena de trajes con colores imposibles, lujo, engaños... Todo un culebrón al estilo norteamericano, digno sucesor de Dinastía. En esta ocasión ya empezaba a hilar cabos, y no iba a ser en la vieja pelleja en la que me fijaría... Era en el malo buenorro, con sus facciones marcadísimas, su pecho que se bañaba en piscinas impolutas y que invitaba a cenar a lugares lujosísimos (que para los noventa eran sitios que brillaban mucho). Tenía un hermano rubio, pero nada que ver con "Rich".

En la adolescencia - juventud, justo antes de llegar a la Universidad, yo empecé a adelgazar bastante, me teñí el pelo de rubio y comencé mi vida de estudiante universitario con borrón y cuenta nueva. Fue entonces cuando empecé a ver Friends, y cuando conocía a Mónica Geller. Durante mucho tiempo esta serie me encantó, no me perdía ni un episodio, hasta programaba el video para grabarlos y verlos a la hora de comer. Y por supuesto, me encantaba Mónica, las coñas con la limpieza, su pasado de yonki de la comida, su cambio en Nueva York... y no pude llorar más cuando le pide a Chandler que se casen. Espero no estar haciendo ningún spoiler, porque esta serie ya la hemos visto un millón de veces todos, ¿no?

Después llegó Bree van de Camp. En realidad es una versión joven y actualizada de Ángela Channing, salvo que, los guionistas decidieron mostrarnos el por qué hacía las cosas Bree, consiguiendo que empatizaras con ella, dejando al margen muchas de sus ideas. Además, este personaje es un super icono, con ese pelo, esa pose, esa ropa... Estupenda. Toda una imagen exportable y transferible, un producto perfecto que nadie puede rechazar. ¿Por qué no llevar a Bree en una camiseta o una chapa, con lo bien que queda? Totalmente prendado de este personajazo.

Cuando empecé a vivir solo, totalmente independizado, me empezó a gustar Sexo en Nueva York. Lo veía en cualquier momento. Cuando no había nada en la tele, a la hora de comer, con mi hermana... Y después con el Sr. Rilova, empezamos a verlos todos desde el principio y de seguido, viendo cómo cambiaba la serie, los personajes, las bromas... Y tras verlos todos, me quedo con Miranda Hobbes. Sin duda es el cerebro de Carrie (ya que ésta sólo tiene una neurona), y es la que tiene unas anécdotas y situaciones más cercanas a la vida cotidiana (si es que alguna las tiene). Además, y sin lugar a dudas, creo que es la que se queda con el mejor chico de todos. Por si acaso alguien no lo sabe, no lo diré, pero tenéis que verlo.

Siguiendo con el repaso, le llega el turno a Juliet Burke, la rubia inteligente y no tan malvada, de Perdidos. Desde el momento en que la vi al inicio de la tercera temporada, cantando Downtown frente al espejo, supe que me iba a gustar. Fui descubriendo al personaje, la acompañé, me enamoré y lloré con ella lo que no está en los escritos. A pesar de lo malo, pésimo o fatídico que pueda ser el final de esta serie, creo que a este personaje en concreto, le dan un gran final, digno de una heroína épica, gran sufridora, perfecta compañera y divertida e inteligente amiga.

Por recomendación de un compañero del trabajo empecé a ver Big Bang Theory. Me encanta, me río mucho, pero tengo que verla en castellano, porque si no me parece imposible de seguir. Y desde que la empecé a ver había algo en Sheldom Cooper que me gustaba, sin llegar a saber qué era. Hasta que un día, comentándolo con mi hermana, me suelta: "Hombre, pues porque se parece a Javier (Rilova)!". Desde ese día, le tengo más cariño a la serie y miro con otros ojos al Profesor Cooper... A pesar de que mi hermana no tiene siempre razón, en este caso, no se la voy a negar. De hecho, ella comenta entre sus amigos que su cuñado se asemeja a Sheldom, y creo que eso le da caché.

Y por último, quien me tiene loco y a quien no puedo dejar de ver ni una noche (que no se que voy a hacer cuando se me acabe esta última temporada), es el Doctor Who. Ya le he dedicado un post a él solo así que no tengo mucho más que decir, salvo que estoy encantado de haber conocido a este personaje, que nos hace volar por aventuras divertidísimas, con expresiones divertidísimas, y que, de nuevo gracias a Beqad, ahora estoy un poco más cerca de él, pues me ha regalado... Un maravilloso Sonic Screwdriver, con luces y ruidito. 

¿Alguno tenéis personajes de serie preferido? Si os apetece compartirlo, comentar es gratis, y aunque lo hagais por la noche, no mata (no como el pérfido melón), así que... ¿Os animáis alguno a comentar vuestros personajes de serie preferidos?

jueves, 20 de octubre de 2011

¿Boda? Mmmmm ¿Sí, quiero?

El fin de semana pasado estuvimos en una boda de una compañera de trabajo. Mi pequeña Padawan, Pasoka, se nos ha casado. La llamo mi joven aprendiz, porque tras las prácticas con la Maestra Carmela, experta en todo lo que se pueda hacer con las manos (un gorro de azafata con papel de periódico, pajaritas con billetes de euro, broches, tocados, colgantes de chupete...), pasamos dos años juntos, codo con codo, lidiando con los orcos en las Guerras PonC.

Es curioso esto de las bodas. Es toda una ceremonia social sin precedentes, con sus procesos, sus personajes característicos, sus ritos imprescindibles, sus atuendos...

En primer lugar está la despedida. Actualmente yo conozco dos modalidad de despedida: la de La Humillación Pública Colectiva (LHPC) y la de La Humillación en Privado (LHP). 
La primer se centra en disfrazar al protagonista del enlace, de la forma más ridícula posible, ya sea de prostituta, en sus múltiples posibilidades (blancanieves, enfermera, caperucita o maruja) si es la novia, o de mujer o torero (versión tipycal spanish) si la figura central es el novio (los nativos varones de la Comunidad Canaria, seguramente se ciñan sólo al disfraz de mujer), y hacerle salir de juerga por los lugares que conocen y les gustan, para que se ría la gente un poco de ellos/as (de ahí lo de Humillación Pública). Si este disfraz se puede rematar con uno o varios accesorios "picantes" y, por qué no decirlo, horteras que te cagas, muchísimo mejor. A saber: delantales con pechos, diademas con pollones, culos de plástico, tetas postizas, etc. Es curiosísimo, porque estos productos tienen un mercado alucinante y, la verdad, nunca hubiera apostado por ello.
Pero no se viste al novio/novia y se los suelta a la deriva sin rumbo solos... ¡¡No qué va!! Sus "amigos" le acompañan y por norma general vestidos casi igual de llamativo y estomagante que el protagonista del grandioso evento. Lo que los diferencia del "homenajeado/a" es que no son conscientes de lo ridículos que van, y piensan que el resto del mundo tampoco... ¡Pero sí! De hecho, lo de la comparsa es mucho peor, porque el pobre chico/a de la despedida no le queda más remedio que tragar, pero los que lo prepararon todo, los supuestos amigos/as, colegas, "bros", "primas"... ¡¡LO HAN ELEGIDO!! ¡¡QUERÍAN IR ASÍ!!! Todo un subterfugio para vestirse de mujer en el caso de los canarios, o para ponerse unos pendientes de pollas, en caso de las mujeres. Pero... Lo hacen por su amigo/a... Para que se lo pase bien... ¡¡Claro que sí!! (de aquí viene lo de Colectiva).

La segunda versión es algo parecido, solo que en lugar de soltar a la persona por la ciudad, en lugares donde la gente pueda pitorrearse al gusto, se marchan todos y todas a una casa en el campo o a un pueblo, donde puedan despacharse sin miramientos y putear al máximo a su amigo/a. A saber: Hacer pruebas imposibles en las que el protagonista debe mancharse de arriba a bajo, establecer unas normas para la cena que impiden que el novio/novia pueda sentarse a comer algo, realizar pruebas absurdas para conseguir regalos bobos, etc. (De aquí lo de Humillación en Privado). Mejor? Peor? No puedo decir... Para gustos los colores.

Pasado esto llega el evento y cómo va cada uno vestido. Para mí, que sólo veo a mis compañeras, domadoras de orcos, en chándal cada día, y que cuando los viernes se cambian y se ponen un vaquero, me parece que ya van bien vestidas, verlas con vestido de noche me resulta de lo más raro del universo. Además, ellas lo saben, por lo que intentan ir extremadamente guapas, teñirse, cortarse, alisarse o rizarse, con vestido largo o corto, los zapatos (cuanto más tacón mejor, aunque luego se estén muriendo por dentro), los complementos (a juego entre ellos o a juego con los zapatos), para que cuando llegue el lunes, los demás podamos testificar lo guapas que pueden llegar a estar, porque trabajando en lo que trabajamos, aunque lo cuenten, no siempre se puede demostrar y lo más seguro es que no se vean en otra... Bueno, sí, la Cena de Emprersa, pero eso es otro cantar.
Con los chicos es más soso. Ellos pueden ir o bien con el clásico traje de chaqueta y corbata, o llamando la atención un poco. Yo personalmente, y sin la menor duda, prefiero esta última. Me niego a los pantalones de los trajes, porque luego el resto del año no me los pongo. Además, no me quedan bien, me hacen un culo feo y no me gustan. En cuanto a las corbatas, me chiflan, pero me lancé al mundo pajarita (por supuestísimo, influencia del Doctor), y es que es otro rollo. Quedan taaaan bien. Son taaaan monas. Se ponen y se quitan taaaan fácil, y llaman taaaanto la atención, que definitivamente, he encontrado mi complemento perfecto.

Por supuesto, está el traje de la novia. Según dicen, no hay novia fea... Pero sí la hay mamarracha. No es el caso, porque Pasoka llevaba un traje muy sencillo, tipo vestal griega, monísimo, con una toquilla de peluche blanco, para los momentos fuera, espectacular. Todo el conjunto le daba un aire de Reina de las Nieves arrasador. Ahora, ver, como yo he visto con estos ojos que se han de comer los gusamos, una novia con un traje como el de la Reina Mala de Blancanieves pero en blanco, con dibujos de flores por los bordes, cosidos en millones de colores... ¡Eso no se puede hacer! ¡¡La Reina Mala, era tan mala, que ya se casó de negro, hombre por favor!!
Reina de las Nieves, sí. Reina Mala que se casa de blanco, caca.

Por último, me llamaron mucho la atención los personajes que se repiten en todas y cada una de las bodas, y que por supuesto estaban en esta. 
La mesa de los que no paran de gritar consignas, pedir que se bese la novia y el novio, la madrina y el padrino, el metre con la abuela, o no dejar de levantar la servilleta en círculos hasta que los novios o se besan de nuevo o brindan o simplemente saludan. ¿Esto os recuerda a algo? Efectivamente, ya sabemos qué tipo de despedida prefirieron hacer los de esa masa (LHPC).
Por otro lado están las señoras que conocen a alguno de los dos agraciados desde pequeños y que no paran de contarte sus andanzas durante la cena. Por norma general, te suelen contar los atragantamientos, alergias y enfermedades para el primero, los accidentes y travesuras para el segundo, y para el postre, que ya hemos cogido confianza, las anécdotas escatológicas (caca-culo-pedo-pis) que son las anécdotas más universales y que, no nos vamos a engañar, más nos gustan.

Ya en el baile, tenemos a la pareja de señores mayores que no para de bailar desde que suena la primera nota y que, al verlos, todos pensamos lo mucho que nos gustaría llegar a su edad con esa marcha y esas ganas de bailar.
Luego están los acompañantes, novios o maridos que no bailan nada, parece ser que por vergüenza, pero que curiosamente se lanzan a bailar a zancadas el "Tractor Amarillo" (o similar). Sinceramente, a mí eso me da más vergüenza. Quizá sea yo el raro.
Y cómo no, nunca puede faltar el "pesao". Que no baila y se mantiene al margen, pero en cuanto ve que te acercas o pasas por su lado, te engancha y empieza a contarte de todo y a preguntarte banalidades. Y la cosa no acaba aquí, sino que todo esto lo hace cuando suena la canción que más te gusta, en la que lo estás dando todo. Sin lugar a dudas, esto es un superpoder. De hecho, es un superpoder de supervillano, porque aunque lo más normal sería pasar de él y seguir con el baile, eres incapaz de cortarle y volver a lo tuyo, porque te absorve, te anula, te bloquea... Todo un superpoder.

En fin, no se si algún día decidiré casarme, pero lo que tengo claro es que si la boda es de tarde, en el menú no habrá melón.

jueves, 13 de octubre de 2011

Minnie Vs Dora... ¡Combate Animado!

2 de Octubre de 2011, Madrid, Puerta del Sol. Minnie Mouse comienza su jornada globofléxica.

"¡Mirala! ¡Ya está otra vez ahí en todo el medio! ¡Sin respetar los emplazamientos de cada uno!
Aún recuerdo la primera vez que la vi allanando el espacio asignado a las estatuas vivientes. Con todo su descaro, porque como ellos no se podían mover, ahí la tenías, ante sus propias narices quitándoles admiración y público. Y aunque el buenazo de Bob Esponja habló con ella de muy gentiles formas, ya le advertí: Esta no es trigo limpio, Señor Esponja. Tiene una mochila muy rara, que habla y canta, y tiene un spanglish que no me termina de gustar. No es de fiar, Bob. ¡Ya verás!

Pero nada, la fuimos dejando, se fue ganando la confianza de todos y poco a poco se ha ido comiendo el espacio de cada uno. Se pone donde la sale de la raja, no respeta tiempos y encima,  ¡pone precio a lo que hace! Pero bueno, desde cuando se ha visto que le pongamos precio a las obras manuales de arte plástico que hacemos. Desde un principio, cuando tuvimos la reunión del Colectivo Internacional de Trabajadores al Aire libre (CITA), acordamos que nuestra sección (dibujos animados y estatuas vivientes) siempre pediría la voluntad, porque nuestra verdadera recompensa es la sonrisa de los niños, y más en concreto para nosotros y nosotras, la devoción de los fanáticos del moldeamiento del plástico. ¡Y ya está! ¡NADA DE PRECIOS!

No es como los chaperos, los pobrecitos, que tienen que estar ahí sus horas. Y las charlas, miraditas y toqueteos que tienen que aguantar de todos los vejetes sobones. ¡Normal que pongan esos precios! Además, ahora que han cambiado toda la plaza, les han expuesto mucho más, y si les ves... ¡Angelitos! ¡Parece que están como desorientados, los pobrecitos míos! Y como tienen casi al lado a las lumis de Montera, tienen que poner un precio que les merezca la pena y defender así su producto en el mercado. ¡Pues chica, que ni a los chaperos respeta, la zorra de Dora! Que ya me ha contado el Loco de las tres cabezas en la mesa, que le han llovido ofertas de viejecitos, devaluando así el esfuerzo de los chicos. Que si no llega a ser por Patricio y la Mujer del traje de frutas, sale tarifando con uno de ellos. ¡Qué lianta que es! ¡Qué lianta!

Y luego está el tema de los materiales, que no es por malmeter, pero Winnie de Poo me ha dicho, que ha oído a su amigo el Spider Man gordo, el de la Plaza Mayor, que un chino de un polígono le ha contado, que ella misma le comentó que compra los materiales en un almacén que no tiene muy buena fama, y que ahí todo es de muy mala calidad, pero muchísimo más barato. Y para más inri, le aseguró que casi le cae un puro porque un niño se intoxicó, ¡CREEN!, que con los productos con los que limpian sus globos. Pero ahí no acaba la historia, que otro casi se ahoga con una de sus obras manuales de arte plástico, porque le hizo una boa constrictor en pleno ataque y cuando se pinchó el globo, el pequeño quedó atrapado y constreñido en la espiral de fina goma. En cuestión de segundos el niño pasó del rosa al morado intenso. Al parecer el padre, que es extranjero, quería denunciarla y llevarla a juicio y... Lo que te digo... ¡Si es que no es de fiar!

¡Mírala! Ya está otra vez aprovechándose de que la Pareja de rebozados en barro tienen los ojos cerrados. ¡Si es que casi está en el medio, la muy guarra! ¡Que si no le cogen un globito los turistas no deja ver nada! Yo no aguanto más. ¡Le saco los ojos, el hígado y me meriendo su corazón! Que se ponga Bob, como quiera. ¡Yo hoy la mato!..."

Así, un grupito de niños y niñas, de distintas nacionalidades, crecerá desarrollando un frenético pavor a los dibujos clásicos Disney. Porque una tarde de Domingo, mientras paseaban con sus padres, vieron como Minnie Mouse intentaba arrancarle los ojos a Dora la Exploradora, con sus enormes manos enguantadas. Y que aunque Bob Esponja y Patricio consiguieron separarla de su víctima, no dejó de patearla el estómago entre gritos de dolor, con sus enormes zapatones de tacón rojos con lunares blancos.
Cuando, en un futuro,  le cuenten el suceso a su psiquiatra en el hospital, junto a una rodaja de melón, recordarán entre sollozos: "Y todo aquello pasó, sin que ninguno perdiera la sonrisa... permaneciendo la felicidad en sus caras... Aún veo esos ojos vacíos!! Cierre usted esos ojos, doctor!! Ayúdeme!! Que no me cojan!!"

¿Que no os lo creéis? Pinchad aquí.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Doctor Who

Cuando escuchaba decir a Beqad que Dr Who es una de las mejores series, y una de sus preferidas, me costaba creerlo. Imagino que en  cierto modo era por la cantidad de cosas que tendría que empezar a ver, y todo lo que tendría que descubrir, si decidía ponerme a ello, porque son seis temporadas las que van ya (empezó a emitirse de nuevo en 2005).



Como buena contrabandista y camella de series que es, Beqad nos ofreció un caramelo con la siguiente frase: "Vosotros veis este episodio, y si no os gusta, no veáis más". ¡JA! ¡Qué jodía! Un episodio trepidante, lleno de tensión, intriga, incógnitas, seres extraños y aterradores, y un personaje al que llaman Doctor (a secas) audaz, rápido, frenético, misterioso e hilarante, que no protagoniza el capítulo, pero que de alguna manera es el eje de todo lo que ocurre. Si después de ver aquello, no hubiese querido seguir investigando sobre aquellos personajes y aquellas tramas, significaría que no soy un ser humano vivo, sino una rana croando en su estanque.

Y así, como si nada, llegó a mi vida Doctor Who. Lo primero que te engancha es la sintonía. Misteriosa, arriesgada, aventurera, emocionante, hipnotizadora, te capta y te arrastra por el vórtice espacio-temporal junto con la TARDIS (Time And Relative Dimension In Space).  Tras esto, queridos amiguitos, es cuando ya no hay vuelta atrás, el viaje a lo desconocido a comenzado. 
En un principio, la serie tiene la textura de las series británicas y piensas: "La misma calidad de imagen que Mister Bean, esto no va a ser para mí". Pero la historia, los personajes, la emoción de los viajes por el espacio y el tiempo, las pequeñas intrigas que van hilando un episodio con otro y el humor sencillo y natural, te atrapan como hizo la sintonía desde el principio. Y cuando quieres darte cuenta, estás en el final de temporada, junto a Rose Tyler, ojiplática perdida, alucinando porque el sistema de defensa del Doctor se activa, y para poder curarse regenera toda su estructura molecular y cambia de forma. ¡Toma paja mental! (Giro argumental que lleva repitiéndose desde 1963, cada vez que el actor que hacía o hace del Doctor, quiere abandonar su papel, o los productores deciden que ya ha llegado su hora de retirarse).

Desde 1963 hasta la fecha ha habido once Doctores, todos y cada uno con sus dos corazones, su excentricidad y siempre con sus particulares formas de vestir, dependiendo de la época. Por ejemplo el de los setenta (Tom Baker) iba muy hippy él, con su bufanda larga de lana. O el de inicios de los ochenta (Peter Davison) con su jersey de pico, tan mono y tan pijín. Y qué decir del Noveno Doctor (Cristopher Eccleston) con su chupa de cuero negro, tipo Matrix, muy del estilo nuevo milenio. 
Dicen que no hay Doctor como el primero (es decir, que el primer Doctor que conoces y descubres, es el que más te gusta después), y por eso, aunque comenzamos a ver la serie desde la primera temporada con el Noveno Doctor (Eccleston), a mí el que más me gusta es David Tennant, más pizpireto, exagerado y guapete (para gustos los colores) que su predecesor, protagonista del episodio "caramelo" suministrado por nuestra camella. Siempre con sus trajes marrones, su gabardina y ese toque de Peter Pan amoroso que hace que desees locamente que te invite a dar un garbeo multidimensional en su cabina telefónica. Porque sí, queridas niñas y niños, este Doctor, a lo largo de sus múltiples formas, vidas y aventuras viaja en una nave con forma de cabina telefónica. ¡No se puede ser más británico que esto, señora!

Pero lo mejor de todo, al margen de los doctores son los villanos. Podríamos tener unos marcianos viscosos  hechos con tecnología puntera. O fabulosos seres energéticos lanza rayos. Pero no. Esta serie nacida en los sesenta, pretende ser coherente y dar una continuidad a lo que ya ha vivido su protagonista. Por lo que, si en sus inicios el peor enemigo que nuestro héroe se podía echar a la cara era un cubo de basura metálico con una luz azul a modo de ojo y un par de barras de hierro a modo de armas, ahí que siguen los Dalek, con su mismo formato y su misma voz de vocoder, tipo robot. O qué decir de los Cibermen, versión robótica y malvada del Hombre de hojalata (sin bailar, ni cantar, ni querer tener un corazón, ¡claro!), de nuevo con voz vocoderizada,  órdenes tipo computadora (Delete!! Delete!!) y un mal interior muy chungo. 
Por otro lado, están los seres que nos propone Steven Moffat, uno de los guionistas de la serie y ahora guionista principal y productor ejecutivo (gracias wikipedia), que nos muestra seres malignos que lo son por algo, no sólo por la ilusión que les hace dominar el universo, y que pertenecen al mundo de lo cotidiano: estatuas que vigilan y te acechan, niños que buscan a su madre con llantos quejosos, los peligros que ocultan las sombras de nuestro entorno o la melancolía de saber que ha llegado tu hora. Y todo ello, con unos efectos especiales básicos, mucho más cercanos y realistas. Quizá un día escriba un episodio sobre el Melón Asesino, ¿más cotidiano que eso? ¡Quién sabe!

Pues bien, aquí me tenéis más enganchado a esta serie, de lo que nunca hubiese predicho, a las puertas del final del Décimo Doctor, sintiéndome como Rose Tyler, ya que sospecho que ya nada será lo mismo sin Tennant, aunque Matt Smith seguramente sea un gran Doctor y me haga vibrar como lo hicieron los otros (Sí, sí, cariños, ese tipo de vibrar).

Así, os digo como una buena amiga me dijo un día: "Vosotros veis este episodio, y si no os gusta, no veáis más"

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martes, 27 de septiembre de 2011

La Lista de Mis Seis

En estos tiempos que corren, en estos días de crisis, hoy que he recibido una extraña noticia en el trabajo, y que no hay mal que por bien no venga, he decidido hablar de eso que todas y todos esperábais: FRIVOLIDADES.

Recuerdo un episodio de Friends (ay, lo que marcan algunas cosas... No se si para bien o para mal...), en el que Ross y Rachel hacían una lista de famosos con los que se podrían acostar cada uno si surgiese la oportunidad, y el otro no podría reprochárselo. Pues bien, creo haber llegado a la madurez necesaria para poder hacer la lista de mis seis famosos, a pesar de lo que diga o piense el Sr. Rilova (si quiere que se haga él una).


1º Jude Law
Sí, desde que vi Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal (y eso que no es donde mejor sale) ha sido un flechazo, pero después de Cold Mountain la atracción fue absoluta. Además con el tiempo ha ido mejorando mucho en atractivo y carisma. A favor diré, que es un bicho embustero, que hueco que ve, hueco que tapa, así que sin duda lo tendría fácil si me lo encontrara, y en estos lances toda experiencia es bien recibida. En breve se estrenará Sehrlock Holmes, con ese look bigotillo que taaan bien le queda. ¡Ay, mi Jude!

2ºAlexander Skarsgard
True Blood me ha dado grandes momentos, grandes cuerpos, grandes escenas subidas de tono, pero sobre todo me ha regalado a este vikingo de dos metros, que desde que decidió cortarse el pelo (¡¡gracias estilistas!!) llena la pantalla obligándote a mirar sin poder ver nada más. ¿Me pone? Sí, me pone... MOGOLLÓN. En esta última temporada, tras la escena de Alexander con Anna (la Paquin, para los amigos) en el bosque, las chicas que hacen los subtítulos, así, de manera subliminal, al acabar el episodio incluyeron un comentario del tipo: "Odiamos a Sookie". Pues bien, yo desde aquí me uno a su declaración, pero rectifico, odio a Anna Paquin que no sólo se reboza con Alexander por donde pilla (aunque sea por exigencias del guión), sino que también está casada con Stephen Moyer (quien hace de Bill, y no está nada mal).


3º Eric Bana
Eric debería estar en el segundo puesto, porque también es un flechazo cinematográfico de toda la vida, pero creo que me puede la altura. Pues sí, ¿cómo podría resistirme a consolar a ese doctor Bruce Banner (Hulk), con esa cara de bueno y de sufrimiento interno por los males del mundo? ¿Cómo no prendarse de ese Héctor (Troya), amante esposo, deboto padre y mejor luchador? ¿Cómo no compadecerse y caer de rodillas rendido ante ese romulado (Star Trek) lleno de tatuajes y con esas orejillas puntiagudas, mucho más atractivas que las de Zachary Quinto en el mismo film? Definitivamente es el famoso turbo-padre al que no podría negarle una noche.

4º Ryan Reynolds
¿Y yo que cuando fui a ver Blade Trinity, lo hice a regañadientes, porque tenía la sensación de que iba a ser más de lo mismo? Menudo subidón cuando descubrí a Ryan con su barbita, extrañamente cortada, y sus chalecos y pantalones, tipo soldadito, todo muy ceñido (que cuanto más ceñida la ropa de asalto y batalla, ya se sabe que es mucho más eficaz). Me encanta la imagen de chico americano sanote y perfecto que lleva (aunque ahora ande tonteando con la verdulera de Sandra Bullock). Además, debemos seguir la siguiente máxima: lo que es bueno para Scarlette Johansson, es bueno para mí.


5º Ewan McGregor
Varios factores favorecen mi atracción por Ewan (que gracias a mi queridísima Beqad, sé que se pronuncia algo así como /jwan/ es decir "Yúan"). La primera: Moulin Rouge. Ese amor, esa entrega, esa voz... Sinceramente, ¿quién no salió queriendo entregarle su cuerpo y su alma a Ewan, tras ver esta película? La segunda: Cuando vivía en Diego de León, había una tienda de perfumes que tenía en el escaparate el cartel adjunto, con Ewan como protagonista. La imagen era de grandes dimensiones, y al irte acercando, ibas pensando: "Si lo que Ewan quiere es que compre una colonia, yo la compro. Ahora, espero que según me vaya acercando, por favor, me pida que hagamos algo más". Tercera: ¡¿Le habéis visto en "I love you, Phillip Morris"?! Cuarta: es amigo íntimo de Jude Law, y si por un casual tengo una  posibilidad loca con Ewan, quizá él me presente a Jude... O quizá coincidamos los tres, ¿quién sabe?

6º Numaios
De nuevo sale a relucir mi infancia. Cuando era un joven orquito (porque sí, no creáis que no soy consciente de que yo un día fui un orquito), los fines de semana tras las noticias ponían series de dibujos, de las cuales la que, sin lugar a dudas, más me marcó fue: Ulysses 31. Una revisión futurista del relato de Ulises, que surca el espacio para poder volver a su hogar con su amada Penélope. No recuerdo por qué, en su nave viajaba la tripulación suspendida en trance (por alguna maldición o algo similar) y uno de estos hombres flotantes era Numaios. Azul, alto, de pelo suave y blanco, que cuando se rompía en ocasiones el sortilegio, era dulce, tierno y encantador... ¡No podía gustarme más! Y diréis, Sr. Ombligo, esto es un personaje de dibujos animados es inalcanzable... Si un día aparece un ser del espacio exterior, alto, de tez azulada y cabellos plateados, que con voz dulce y familiar me sugiere tener una experiencia astral con él, quiero poder decirle que sí, porque está en mi lista, y que nadie pueda interponerse.

Qué le vamos a hacer... De ilusión también se vive... Y por cierto, ya sabéis lo que dicen del melón, así que, si surge la oportunidad con alguno de los famosos de vuestras listas, nunca les deis de cenar esta fruta.

(Por cierto, blogger mola, pero cuando publicas el post hace unas cosas rarísimas con los espacios, los saltos de líneas, las fotos...)

jueves, 22 de septiembre de 2011

Una de esas cosas que me repatean, pero no puedo evitar

Pues sí, hoy mientras descansábamos un ratillo, mis compañeras y yo, en la ardua tarea del entrenamiento cognitivo y educación de pequeños orcos, he recordado una canción de Azúcar Moreno, que por más que sé que es lo peor del mundo, no puedo dejar de bailar y cantar cuando la oigo. Y no digo que sea lo peor porque es una calorrada, ni porque sea una petardada ( que todxs lxs que me conocéis sabéis que, precisamente, esto para mí da puntos a un tema), sino que la canción dice cosas muy feas y echa por tierra años y años de trabajo de tantas y tantas mujeres, que se han trabajado con sudor, lágrimas y mucho esfuerzo, la igualdad frente al hombre. Y sin embargo, con todo su genio y figura, y con todo su chichi gitano, ahí tienes a las Señoras Moreno cantando lo siguiente (me dispongo a hacer una pequeña disección del "megahit", que hoy me he despertado en plan analítico):

Título: Amén. (Para que os vayáis haciendo a la idea, de lo que nos vamos a ir encontrando a continuación, porque esta palabra ya sabéis lo que significa: Sí, sí a lo que tú digas, que yo no voy a rechistar, ni voy a cuestionarte nada. A pesar de que se use mucho en situaciones religiosas, precisamente en este caso la Encarna y la Toñi, no van a hablarnos mucho de Alanis Morissette (es decir Dios), sino más bien todo lo contrario... Pero sigamos que no quiero estropearos la sorpresa).

El temazo comienza con un sintetizador que simula instrumentos de percusión, como si dieran porrazos al ritmo, pero viendo que la cosa se pone muy chunga y quizá sea mucho nada más empezar, las hermanas Moreno lo suavizan con algo de guitarreo y melodías alegres que hacen que se nos pase el susto inicial. Después comienza la letra, y vuelta al tono chungo:

Atame las alas, no quiero volar, 
y abre las ventanas que no me pienso escapar.
Hazme prisionera en la cárcel de tu piel, 

y ponle cadenas a mis sueños de mujer.


(Cariño que sepas que yo sin ti no tengo otra cosa que hacer, no pienso ir a ninguna parte... Pero eso sí dame las llaves de casa, aunque sea para hacer la compra, o bajar a los peques al parque... Pero no te preocupes, que escaparme no me escapo. Si hace falta, ponle barrotes a las ventanas y cámaras de vigilancia a las habitaciones. Incluso a mí en los tobillos me puedes colocar unos bonitos grilletes para que no pueda huir, en caso de que me diese la ventolera y quisiera echar a correr... Que ya se que te va el rollo esposas, cadenas, polis...)

Ce' la vie, las cosas son así,
Ce' la vie, estoy loca por ti,
Ce' la vie, vivimos sin vivir rezando por ti.



(Total, si es que no conozco otra cosa. La vida es así, así me toca vivirla y no puedo hacer más. Si además, estás cañón, y desde siempre has tenido una pinta de empotrar que no puedes con ella. Ahora, que me paso el día rezando, porque no gano para disgustos contigo. Qué así en confianza te digo, que igual esos trapicheos tuyos nos van a dar un disgusto un día de estos.)

Amén, a tu cuerpo con mi cuerpo
Amén, a mi tierra con tu flor
Amén, a tu lluvia en mi desierto
Amén, Amén, es mi única oración.



(Pero mira, lo que tú digas, porque follas como un bendito. *Creo que esta frase puede resumir todas las metáforas,  alegorías y subterfugios, que las Señoritas Moreno se han buscado para decir que el susodicho maromo las empotra cada noche contra el cabecero de la cama.)

Mía tu bandera, mío tu pesar,
mío tu recuerdo cuando no me quieras na'.
Hazme tu manera como una estatua de sal,
y aparca mi barca en la orilla de mar.



(Además de todo esto, yo voy a estar a tu lado, y todo lo que te pase, aunque seguramente en ocasiones te lo hayas buscado, lo voy a vivir como mío. Y después de todo, si un día me dejas, que sepas que voy a estar llorando por las esquinas, pensando en lo mala que debí ser por no haberme portado mejor contigo. Por eso, para que ese fatídico y lacrimógeno día no llegue, dispón de mí, ordéname lo que se te antoje que yo obedeceré... y si quieres me pones una correa, me paseas y duermo a los pies de la cama *Aquí igual me he excedido, pero ya que estaba...)

A partir de aquí, se repiten los estribillos, que como ya habéis podido ver, lo que vienen a contar es: Mira chico, follas tan bien, y me tienes tan feliz en la cama cada mañana, tarde y noche, que contigo hasta el infinito, sea como sea.

Hay un momento que añaden nuevas joyas metafóricas y figuras literarias, muy en el estilo Lorquiano, muy finas, que casi  te puedes deleitar en las imágenes que evocan, por lo que os las pongo a continuación, que por nada quisiera que os las perdieseis, y que vienen a significar lo mismo que las del primer estribillo (aclaración que hago por si al verlas o escucharlas no lo apreciaseis):

Amén, a tu fuego con el mío
Amén, a tus ganas con mi amor (
perífrasis de "empotrar")
Amén, a mi rosa en tu rocío
Amén, Amén, es mi única oración.



Lo que me duele de todo esto, es que yo lo se. Entiendo la letra, veo qué hay en ella, debería rasgarme las vestiduras, unirme a mis compañeras y rechazarla, desterrarla para siempre de mi "discoteca"... Pero es superior a mí... Es oírla y empezar a canturrear y mover los pies... Toda una vergüenza, lo se... Pero... Ce' la vie, las cosas son así... ¡¡ Amén!!



¡Ah! Y mucho cuidado con el melón, que ya sabéis que por la noche... mata...

domingo, 18 de septiembre de 2011

¡¡¡Cumpleaaaaaños Feeeeliz!!!

Puff!! Un cumpleaños no es cualquier cosa, y menos cuando éste cae en Sábado.
Por un lado es genial, lo puedes alargar en plan fiestas de Pueblo o boda gitana, pero por otro es un no parar de acontecimientos, citas, familia, amigos y comida, más comida, más comida y... mucha más comida.

Ante todo y como hecho imprescindible, está la fiesta de celebración. Desde pequeño y debido a distintas circunstancias, mis fiestas de cumpleaños siempre han sido monumentales. Cuando yo nací, mis padres aún no tenían casa propia y vivíamos en casa de mis abuelos, por lo que mi nacimiento fue un show familiar, una habitación llena de tíos, primos y amigos de la familia, que no paraban de llegar. El mismo día de mi alumbramiento, uno de mis tíos estaba en el hospital (el mismo hospital) por un accidente de coche, y toda mi familia por parte de padre estaba en el jardincito, tomando el aire con él. Al aparecer mi padre y dar la noticia, todos echaron a correr y dejaron a mi tío mal herido en el banco, perdiendo el protagonismo que la dolencia le otorgaba (años más tarde, su hija, mi prima Susana, le dio la revancha a mi tío, casándose el 17 de Septiembre, haciéndome perder el protagonismo que el nacimiento me otorgó a mí. Como siempre dicen, la venganza es un plato que se sirve frío). El caso es que mi nacimiento siempre ha sido un acontecimiento de multitudes, aunque sea en una boda.

Cuando por fin mis padres adquirieron una casa, mis cumpleaños eran por todo lo alto: sanwiches, medias noches de espárragos, patatas, tartas de dos tipos (chocolate y manzana, ya que mi madre es cocinera), la canción del cumpleaños del disco azul de Parchís y una piñata enorme llena de caramelos, juguetitos de cinco pesetas (mini armónicas, paracaidistas de plástico y trompetitas) y mucho confeti. Y aprovechando que estábamos todos los primos, que más o menos éramos de la misma edad, hacíamos desfile de modelos, jugábamos a las tinieblas, sacábamos todos los juguetes... Vamos, la fiesta padre.

Esto, sienta un precedente para mis fiestas, como no podría ser de otra manera. Así, en ellas no puede faltar:

- Mucha gente: Ahora no vivo en un piso diáfano, sin muebles, y sencillito de limpiar, sino en uno compartido con tres personas más, lleno de las cosas de cada uno, por lo que intento controlarme en este tema, pero me suele pasar que voy invitando, invitando e invitando y cuando quiero darme cuenta, me he pasado. Este año han sido veintitrés personas, cuatro de ellos con sus hijos (una monada de peques, por cierto), su carrito, su cambio de pañal y su guarrazo contra el suelo (Víctor no controla aún sus movimientos, y nos hizo una "cucamonada drástica", que a su padre le dolió más que a él. Por si alguien está sufriendo por el pobre V., se olvidó del percance en cuanto se enganchó al pecho de su madre). Finalmente, no llegó la sangre al río (expresión en honor a Víctor), ya que mis amigos se distribuyeron muy bien en el espacio y el tiempo, esparciéndose perfectamente por todas las habitaciones habilitadas para el evento, y alternándose en las llegadas y salidas de la casa. Si es que tengo unos amigos!!!

- Comida: Ante todo y sobre todo: MEDIAS NOCHES DE ESPÁRRAGOS. Este año, fíjate, pensé en no ponerlas, pero justo mi amiga Sally Pepper, mientras le contaba el menú (ya que es una excelente crítica gastronómica) me pregunta con cara de susto (pero susto crucial, de este de a vida o muerte): ¿Y las medias noches de espárragos? Y el anciano tradicionalista que llevo dentro me dice: "¿Ves, Joven Ombligo? Cosas hay que cambiar no puedes, te lo piden, las tradiciones seguir debes". Así que con mi cara de ¡HOMBRE POR FAVOR, PERO QUÉ COSAS TIENES!, le juro y le perjuro que eso no podría faltar nunca en mi cumpleaños.
Pero como en mi fiesta, lo suyo es comer y que nadie se quede con hambre, y no sólo de espárragos viven mis amigos, pongo a mi compañera de piso a hacer humus y guacamole, a mi novio a hacer bizcochos y a mi madre a hacer tortillas (¿he dicho ya que es cocinera?). ¿Cada plato encargado y elegido al azar? ¡HOMBRE POR FAVOR, PERO QUÉ COSAS TIENES! (Sí, la misma cara de antes) Ni mucho menos amiguitas y amiguitos, el mejor humus y guacamole que podáis imaginar lo hace mi compi La Tole. No digo más, que después de haber tomado la tarta, la gente seguía comiendo humus (ahí, con todo tu ajo y tu todo). Los bizcochos del Sr. Rilova son deliciosos, y los necesitaba para deleitar a los compañeros del trabajo y a los peques. Sólo decir que los moldes quedaron inmaculados. Y las tortillas, qué decir de las tortillas, creo que a algunos les pude ver soltando lagrimitas de felicidad, mientras masticaban la mezcla de huevo, patata y cebolla. No es porque sea mi madre, pero mucha gente me lo ha dicho, que son las mejores ( ya sabéis... Es cocinera).

- Regalos: No se por qué, pero en mi fiesta siempre ha habido regalos para los invitados. Muñecos paracaidistas, vídeos de invitación personalizados, broches de fieltro, muñecas troqueladas... Y este año... Muñecos montables troquelados. Una monada, con su sobre a juego con las instrucciones y todo (ver imagen adjunta). Quizá esto lo hago para dejar huella. Que quede un recuerdo tangible de ese día, en el que mis amigos y familiares me acompañaron y me hicieron sentir acompañado y querido, así como lo hacen cada vez que estamos juntos, y darles las gracias por un año más ahí... O quizá en el fondo sea puro egoismo y lo haga para que quieran venir al año que viene y no me dejen tirado y triste en un día tan señalado... ¡Puro marketing!

- Y, ¿cómo no?, Parchís: Este año, no lo he puesto en la fiesta, pero no ha faltado en mi día. Mientras los peques entraban en clase, puse mi canción festiva. Los cuatro chicos de los colores y y el pequeñajo del dado, me acompañaron en el inicio de mi jornada. Nada más empezar a sonar, me invaden recuerdos, todos los que he contado y muchísimos más, pero sobre todo, el recuerdo de un niño feliz, que mira un disco azul dar vueltas y que está muy contento, porque es su cumpleaños.

jueves, 8 de septiembre de 2011

¡Los caballitos Poni!

Hace poco, mi querida amiga Beqad, introdujo en mi entorno conceptual la idea del "Poni". Un poni es un hecho acontecido en la infancia, que vas arrastrando en tu adolescencia y que se consolida en el periodo adulto como un trauma u obsesión. Esta idea surge a partir de un corto, que yo no he podido ver, pero que venía a contar  eso que todos estáis pensando, que te pasas la vida pidiendo un pony para tu cumpleaños o para navidad, y al final tus progenitores, familiares o tutores legales no sólo no te traen el pony, sino que lo que te regalan es un "arganboy" heredado, con más años que el canalillo, sin ni siquiera limpiarlo un poco o envolverlo, con el consecuente trauma en tu vida adulta.
En este concepto y por lo que pude ver en su blog, este echo no tiene siempre que estar provocado por tus padres, pueden ser circunstancias de la vida, hechos concretos que ocurren y que la mente de un niño o niña interpreta y sin intención se marca (Aunque, no nos engañemos, muchos están propiciados por los padres... ¿Es una gran responsabilidad?... Sí. Si algún padre leyera esto y le molestase... Que se aguante, pero es la verdad. Se nota que soy profe, ¿a que sí?).

Tras la aparición de este concepto estuve pensando cuál es mi "poni"... Creo que hay dos hechos que marcan mi infancia y que configuran ciertas manías de mi yo adulto: Prestar las cosas y las cremalleras de los pantalones. Ya sé que queréis que empiece por esta última, pero... lo bueno se hace esperar.

Prestar las cosas:
Estando yo en mi primer colegio (de monjas), una compañera trajo al cole un día una muñeca de la saga "Tarta de Fresa". Una monada. ¡Qué colores! ¡Qué traje! ¡Qué gorro simulando una fresa! ¿Puede haber un juguete que atraiga más a un chico con mi sensibilidad? (Sí, un He - Man, no nos engañemos, pero de esos ya tenía en casa). A aquella compañera no la recuerdo antes de aquel día, pero desde entonces la convertí en mi mejor amiga. Porque no sólo trajo esta muñeca, sino que poco a poco, día a día, semana a semana, como si de un coleccionable se tratase, fue trayendo toda la colección: limones, fresas, ciruelas... ¡Cómo disfruté en aquel momento de la fruta!
Con la inocencia que da la infancia, un día me aventuré a pedirle que me dejase, no sólo una muñeca, sino toda su colección, para jugar un fin de semana yo solo en casa. Y mi amiga del alma, a la que siempre querré, y que no recuerdo ni su nombre ni, prácticamente, su cara, con la inocencia que da la infancia, me trajo en una bolsa del Corte Inglés (aquella de los triangulitos verdes y negros, con una manzana roja) todas sus muñecas, trajes, accesorios y vehículos.
Durante todo el día en el colegio, supe lo que era la felicidad. ¡Qué contento, madre mía! Creo que ese día aprendí más.
Pero todo cambió por la tarde. Cuando vi la cara de interrogante de mi madre, el brillo de mi ilusión se fue desvaneciendo. No era buena señal. Cuando se enteró de dónde venían las muñecas, flipó. ¿Pero cómo se te ocurre? ¿Y si se te rompen qué pasa? ¡Cada uno tiene que tener sus cosas! ¡Porque vaya responsabilidad! Y todo eso que os podéis imaginar. Lo peor de todo fue que mi madre, tras buscar a mi amiga del alma para devolverle las muñecas y descubrir que ya se había ido (cosa que yo sabía, pero que después de la regañina, no le iba a decir. Que se fastidie y que busque), me hizo cargar con la bolsa todo el camino hasta casa (por aquel entonces teníamos que coger metro y tren), para después no dejarme tocar ni un pelo de aquellas deliciosas frutas en todo el fin de semana.
Sinceramente, y observándolo desde la distancia, no se qué le dio más miedo a mi madre, si el que pudiera romper aquellas muñecas, o la constatación de que su hijo tenía otra forma se sentir.

Consecuencia: desde entonces me cuesta mucho dejar las cosas. Lo hago, pero sufro si tardan en devolverlo e imagino que puede pasar lo peor (que justo roben en la casa; que una panda de gremblins despiadados destrocen todo y por ende lo que he podido dejar; que sea la pieza clave para transmitir la potencia de un rayo hasta el delorean que pueda devolver a su tiempo a alguien, y ante este papelón, ¿cómo no?, se decida sacrificar aquello que presté... ¡Lo típico!)

Las cremalleras en los pantalones:
Siempre he sido muy alegre y parlanchín. Incluso de pequeño era mucho más activo y corretón de lo que soy ahora. Y mi madre la pobre, que se pasaba el día corriendo, subiendo y bajando de un lado para otro, de Fuenlabrada a Madrid, y de Madrid a Fuenlabrada, era la que sufría mis cotorreos, a la vez que intentaba que realizase las típicas rutinas del día a día.

Así un día, mientras me disponía a quitarme la ropa para meterme en la ducha, comencé a tontear, cantar, bailar y cotorrear como tantas otras veces. Que si Teresa Rabal, que si Parchis, que si la Bola de Cristal... Con la mala suerte de que aquel día la paciencia de mi madre había llegado a cotas insospechadas y se había marchado a tomas unas cañas al Benja (el bar de la urbanización). Por lo que rápidamente mi madre quiso quitarme la ropa y al llegar a los pantalones no se cómo lo hizo, pero me pilló "el pellejito" con el engranaje de cierre de la prenda en cuestión. No se si lo que pretendía era callarme, pero lo consiguió con un simple movimiento.
Mi madre ha sido muy rápida siempre en estos casos y ante mi cara de asombro y mi palidez, no se achantó y deshizo el entuerto en cuestión de segundos. De nuevo un movimiento rápido, sin tiempo a ruegos y todo libre de nuevo. De verdad que la "pillada" fue lo de menos. Lo peor fue entrar en la ducha con aquella herida. Porque no debemos olvidar, que todo aquello lo habíamos montado para que yo me metiese en la ducha, y después de todo no me iba a quedar yo sin higienizar. Sí, amiguitos y amiguitas, grité y mucho.

Consecuencia: Prefiero los pantalones de botones en la bragueta, los pantalones con elástico o los tailandeses, todos los que no tengan cremallera en la zona sensible. De hecho no es que los prefiera, es que si no son así, intento no comprarlos... Adolfo Dominguez mediante, claro está.

Pues bien, estos son mis dos grandes ponys. Es curioso esto de los ponys asociados a la pena, el trauma y los destinos fatales, ya que hay más gente que lo asocia a lo mismo, como es el caso de Hydrogenesse y su canción No hay nada más triste que lo tuyo.


Bueno, otro de mis ponys es el melón, que no se si lo sabéis, pero por la noche mata.