martes, 30 de octubre de 2012

Princesas de Barrio: La Yoli

¿Que si conozco a la Yoli? Mira mejor ni la nombres, porque la tengo atravesá. Éramos íntimas de canis. Desde los parvulitos hemos estao juntas. La primaria, la secundaria y el PCPI de estética, y siempre como uña y carne. Ahora, se cruzó el Richi en nuestras vidas y la piva cambió radical.

Ni me contestaba a los mensajes, ni me devolvía las perdidas... To´l día colgá del Richi. ¡La mierrrda el Richi! Si es un porrero flipao, que va to´l día puesto de tó. Droga que le ofrecen, pedo que se pilla. Es que no le hace ascos a ná. Si un día no tiene pasta, se bebe los charcos, el jodío. Y no se pierde un sarao. To a costa de la Yoli claro, aunque con su sueldo de cajera, yo no se...

Además la mema cambió mogollón. La gente que tenemos en común no me cuenta na bueno de ella. Pues no va la muy guarra un día, y se mea encima. Como te lo estoy contando. La Vane, que es muy amiga mía y la conoce, estaba un día en la Fabrik, y la vio. Se acercó a saludarla y la Yoli estaba tan puesta que casi ni la reconoce. Se ponen a bailar, a darlo todo, pim pan, pim pan, y va la cerda y le suelta:

- Joder tronca, me estoy meando a chorros, pero por no aguantar la cola de farloperas del baño, creo que me lo voy a hacer encima...

Y la tía va y se mea. Y ni se inmuta, que sigue bailando como si tal cosa, ahí encima de su charquito, la cerda. La Vane dice que salió por patas, porque la dio un asco que casi la pota encima. Aunque vete tú a saber, porque yo a la Vane la quiero mucho, pero también es una peliculera que te cagas.

Que si conozco a la Yoli... ¡Ya te digo! En Aluche la llaman Imán de broncas, que según entra en un garito, empieza a buscar carnaza a ver con quien puede tontear, pa que la pille el Richi y se líe gorda. Claro que a veces a la que se la pueden liar es a ella. Una vez, me contó la Devo, mi vecina de arriba, que también venía con nosotras de cani, que empezó a rebozarse en Kapital con un maromo tocho, así tipo armario de dos puertas, de esos con la cara cuadrá y la mandíbula pa fuera, con una pinta de empotrar que te cagas... Con tan mala suerte que tenía novia y la piba estaba casi más tocha que el tío. Unos brazacos como mis piernas, casi no tenía ni tetas que era to músculo la monstrenca. ¡Buá! Ahí le faltaron pies pa correr, ni Richi, ni leches. Salió escopetá, que yo creo que esa vez sí que debió mearse encima. ¡Qué risa chaval, cuando me lo contaban!

Además de siempre ha sido mu escandalosa, siempre hablando a gritos, que parece que to´l mundo se tiene que enterar de sus conversaciones. Y to´l el día hablando de sexo, y de cómo la tiene este, de lo que me hace aquel, que si me voy a tirar a tu primo que está mu bueno... ¡Qué basta la tía! La verdad es que era divertido ver cómo nos miraban las marujas que iban a la compra, to escandalizás las viejas. Y la Yoli las montaba un pollo por cotillas, que yo me partía la caja...

Mira, pa que veas que yo soy de ley, y que la conozco a fondo, te voy a decir que la Yoli era una máquina haciendo ganchillo. Le enseñó su abuela de pequeña y tenía unas manos que te hacía lo que quisieras en ganchillo. Se cogía las agujas, se ponía, pim, pim, pim y en un plis plas lo tenía. Unos patucos, un tapete, una mantelería,  un bikini, una funda para el papel higiénico, lo que la pidieras. Qué máquina qu'era con las agujitas la tía...

Bueno y hacía unos collages para forrar carpetas, que te cagas. Se ponía a recortar revistas, la Bravo, la Loka y toas estas, y en un pliqui te hacía una composición con tos los tíos buenos que quisieras. Madre mía chaval, la de carpetas que tendré yo por ahí forrás por la Yoli. Sí, sí, no me mires así, que es un recuerdo bonito, que aunque ahora no nos hablemos yo no voy a tirar nuestras cosas a la basura, que tú sabes que yo soy Cancer y soy mu sentimental... Y si no hubiera sido por el Richi... Si no se nos hubiera cruzao...

Mira, te voy a decir una cosa, que si lo cuentas por ahí te crujo y diré que no lo he dicho... La verdad es que en el fondo, echo de menos a la Yoli.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un hombre con un paraguas...


Un hombre con un paraguas espera inmóvil bajo la lluvia. La gente que pasa no le presta atención, sumidos en sus pensamientos lejanos, sus planes de aventura o sus recetas para el día a día. El resto de paraguas abiertos ayudan a no mirar lo que ocurre al rededor, sumado a que cuando llueve, las ciudades se aceleran. Tanto se aceleran, que la gente corre mucho, resbala y cae. Las carreteras se atascan, los metros se paran y hasta en ocasiones se va la luz. Sin embargo hoy, un hombre con un paraguas espera inmóvil bajo la lluvia.

¿Qué le ocurre? ¿A quién aguarda? ¿Acaso inventa lo que alguien con un paraguas piensa? 

Quizá recuerde su tierna infancia. Aquellos padres encantadores que se desvivieron para darle una vida alegre, lo mejor en cada momento y agradables recuerdos de niño. Sus desvergonzados hermanos que tanto le espabilaron con cuentos, historias de miedo, aventuras de pueblo o aguadillas de piscina. Sus abuelos y las cosquillas, sus tíos y las excursiones, sus primos y el secreto de quién son los Reyes o los hamsters rubios que sin querer un día se aplastaron en un libro. Quizá esto último es lo que ahora le hace esbozar una sonrisa.

Puede que espere a quien tanto quiere. Esa persona que un día de lluvia, hace ya mucho tiempo, se fijó en él a través de los paraguas abiertos y las prisas húmedas de la ciudad. Ese ser que con paciencia y sonrisas se abrió paso entre sus capas invisibles, las que un día tejió para defenderse de los desconocidos y no mojarse. Tal vez espera a quien ama sobre todas las cosas, el que cada batalla afronta con una sonrisa, la que abraza las alegrías para que no se vayan y duren más, quien llegó por sorpresa y sin desearlo, para con el tiempo ser la piedra angular de su vida. Será por eso que coge aire y respira hondo, para después mirar su reloj.

Desvía la mirada y observa el cielo. Sus ojos buscan entre las nubes, como el anciano busca entre los trastos ancestrales de su viejo baúl. Piensa en lo que pudo y no fue, lo que dejó atrás y no hizo, el tren que vio pasar, el beso que no dio, la palabra que no dijo, la flecha que no lanzó y que ya, por suerte o por desgracia, no volverá atrás. Cómo habría cambiado su vida... Cómo habrían cambiado las de los demás... De no haber sido así no sería este hombre con un paraguas inmóvil bajo la lluvia. De nuevo sonríe, pero esta vez sus ojos se empañan. 

Entonces mira el paraguas. Tranquilo. Sereno. La mano que descansaba en el bolsillo se pone en marcha, y entre ella y su hermana lo cierran. Justo en el momento en que la lluvia comienza a caer sobre él, sus ojos quiebran y las lágrimas se derraman por sus carrillos. Pero nadie lo ve, ahora es la aguacero el que le tapa. Rompe su estado de quietud y comienza a caminar calle abajo, dejando que el agua de la tormenta lo empape, permitiéndose que la tormenta de su interior lo inunde, porque en medio de la ciudad nadie le ve, pues se refugia en la multitud de paraguas abiertos y de gente que corre, resbala y cae.

jueves, 4 de octubre de 2012

Sobre el objeto que me representa

Lo primero, perdón por la tardanza (si es que alguien estaba a la espera). 

Para remediar estos lapsos sin escribir y que alguien me ayude a refinar mi estilo y el modo en que lo hago (aunque sea obligado, porque le pago), he comenzado un taller de escritura creativa en Fuentetaja, y como no podía ser de otra manera, nos han pedido como primer trabajo que escribamos.


Nos han instado a que hablemos sobre ese objeto que nos identifica. Hay quien pensará que claramente aquello con lo que se me puede relacionar son las chapas y los broches, ya que soy un fan absoluto de estos complementos, y poseo cajas y cajas llenas de adornos de este tipo. Tanto me gustan que los que hay en el mercado no me satisfacen y llego a hacerlos yo mismo con diversos materiales y objetos (fieltro, lana, cremalleras, muñecos de LEGO, muñecos Playmobil...). Pero aún así, no creo que este sea el objeto que me identifica.

Aquellos que me han conocido recientemente, pueden concluir sin lugar a dudas que lo que me representa  es mi móvil. Es verdad, estoy loco con mi cacharrito. Si no es una aplicación es otra. Ya sea de fotos y filtros, juegos, creación de melodías, redes sociales o medios de información, cualquiera es válida para hacer que me desconecte del entorno y me aísle por un rato... O unas horas... O bueno, vale, una tarde completa. Pero sé que es pasajero. Las nuevas tecnologías avanzarán y el móvil quedará a un lado, destronado por cualquier otro "cacharrito".

Sólo aquellos que me conocen a través del tiempo, el espacio y las modas, son capaces de conocer el objeto que ha perdurado, el que ha estado conmigo y del que no me despego en ninguna época del año, pues lo busco en distintas texturas, colores y tamaños, para que me guarde y proteja, incluso en las frescas noches tarifeñas. Aunque no puedo negar, que es en invierno cuando no me separo de ella, salvo para dormir.

Para que entendáis mi amor por esta prenda, y mi grado de identificación, tengo que remontarme a mi tierna infancia, pues es ahí donde se gestan muchas de nuestras manías, gustos y aversiones.
Cuando era pequeño, vivía con mis padres en Fuenlabrada, pero como mi madre trabajaba en Madrid, decidió que donde tenía que estudiar era en la Capital, cerquita de ella, por lo que pudiera pasar. Esta es la excusa oficial, pero yo que llevo treinta y dos años viviéndola y queriéndola muchísimo, y sabiendo que es un pelín clasista, intuyo que el motivo real era que prefería que su hijo acudiese a clase con los hijos de los abogados, médicos y arquitectos del barrio de Chamberí, que con los de los parquesistas, fontaneros y pintores de Fuenlabrada. Ya ves tú, ella que es cocinera en una casa...
Vivir en el extrarradio y estudiar en el centro, suponía viajar, madrugar, correr para coger el tren y pasar mucho frío por la mañana. Lo de viajar, no me importaba, era casi una aventura diaria, de la que podría hablar otro día. Madrugar tampoco, no había conocido otra cosa, así que madrugaba hasta los fines de semana. Correr para coger el tren era parte de la aventura. Pero con el frío, llegaba el horror: El Buzo de Lana.
Lo tenía en dos colores azul marino y verde militar, que en cuestión de uniformes de colegio religioso es lo que se llevaba en los ochenta. Y no podría decir cual me gustaba menos. Incluso me atrevo a afirmar, que no se por cual de los dos sentía más odio. En primer lugar, despeinaban, no sólo cuando te lo ponían, que notabas cómo el pelo se aplastaba contra tu frente, sino que también lo hacían cuando te lo quitabas al llegar al cole. Lo bueno es que nadie se reía de aquello, porque todos estábamos igual de destartalados en términos de peluquería (todos llevábamos buzo de lana...). Y en segundo lugar, picaba mucho. Era algo insoportable que te obligaba a rascarte sin parar, y cuando te lo habías quitado, como se te había irritado el cuero cabelludo te seguía picando y te seguías rascando, que hacía que cuando te lo volvían a poner te picase más... Y así sucesivamente hasta el infinito.

Así fue cómo, con estas experiencias previas, mi madre un día se deshizo de los buzos y llegó a mi vida LA BUFANDA. De nuevo, llegaron dos a la vez, como podéis imaginar en azul marino y en verde militar, que en cuestión de uniformes de colegio religioso ya se sabe. Suaves las dos, acariciaban mi cara con su tierna lana, abrigaban mi cuello, mis orejas y como novedad, tapaban mi nariz y mi boca, lo que hacía que el aire fuese más cálido y no doliese al entrar por  mis fosas nasales y pasar por mi garganta. Que la bufanda tapase estas partes de mi cara, añadía una experiencia nueva, ya que me permitía oler, a lo largo de toda mi aventura matutina, la colonia Nenuco que mi madre  apresuradamente me había rociado. "Vamos, la colonia rapidito que llegamos tarde al tren, Jacobo". Qué frescura de olor... Ya daba igual el frío, las carreras o los trenes... Y lo mejor de todo... Ni despeinaba, ni picaba...

Aquí comenzó mi andadura con las bufandas (o prendas que se ponen en el cuello). Las he tenido cortas, largas, gruesas, finas, estrechas; de un solo color, de dos colores alternos o infinidad de ellos; con dibujo, lisas, a rayas; de punto estrecho o punto ancho; incluso tengo una que es un gorro largo, largo, muy largo, que se abraza impúdica a mi cuello. Para verano, la bufanda se convierte en pañuelo, como le ocurre a la mariposa, y aunque penséis que estas prendas no tienen nada que ver, para mí sigue siendo mi prenda, lo que me sigue y complementa, protegiendo, he de confesar, mi punto débil: la garganta.

En los años noventa tuve un "affaire" con la prenda que se denomina braga. Todo el mundo tenía una. Más corta, se podía podía guardar en un bolsillo, se cerraba con un cordón ajustándose a tu cuello... Pero algo fallaba, más o menos era lo mismo... pero no. Y entonces me di cuenta. ¿Dónde quedaba la elegancia de un buen nudo? ¿Dónde la exquisitez amorosa del brazo de la bufanda atrapando cálidamente un cuello? Entiendo que aquellos que tengan que hacer deporte de montaña, deban priorizar tamaño, espacio y peso, pero no es mi caso, aún no se me ha perdido nada en el Everest o el Himalaya.

Eso sí, no soy radical y cuando no son necesarias las dejo descansar, porque un exceso de mimo y protección puede ser perjudicial y creo que hay una línea muy fina entre gusto y adicción. Así comprenderéis que en ocasiones no vaya acompañado de alguna de mis queridísimas BUFANDAS.

domingo, 22 de abril de 2012

Listografía Nº2: Mis películas musicales favoritas

Con motivo de mi post anterior, y ya que llevo una semana algo simple y alicaída, he decidido continuar con otra de mis listografías, esta vez la de las películas musicales que más me gustan o que más me han marcado desde la infancia hasta mis treinta y una primaveras. 
Os comunico desde ya, que por mucho que alguien piense que Conan, el Bárbaro es un ballet, no pienso hacer referencia a este tipo de películas, sino a las que se idearon, pensaron y rodaron como musical, más allá de interpretaciones.

Hairspray: Sin palabras. En un principio me resistí a verlo, pero cuando Carrie Lee lo trajo a casa, me fascinó. Sus números musicales, sus rítmicas y melódicas canciones, su humor sibilino e inteligente, el tema de la igualdad racial,  John-Tra haciendo el papel de madre obesa hiperprotectora y Michelle Pimientas en el papel de mala malísima, a la par que estupenda estupendísima...  Todo esto sumado a que está inspirado en una película de John Waters, con Divine como madre de la protagonista, que siempre es un plus. Desde entonces, cada vez que alguien habla de musicales, el primero que me viene a la cabeza es Hairspray. Quizá no sea mi preferido (o quizá sí), pero desde luego es el que más me impactó, pues es del que menos me esperaba.

Hair: Desde que escuché en una cinta de mi madre la canción Aquarius, me enamoré de la melodía. Debía tener como doce o trece años. Al comentárselo a ella, me contó que procedía de un musical que trataba el tema de los hippys y la Guerra de Vietnam, y a mí cada vez esto me iba gustando más. Con la llegada del DVD, también llegó la oleada de la remasterización y el relanzamiento de grandes clásicos, y fue entonces cuando pude ver esta maravilla psicodélico-pacifista. A quién no le gustaría colarse en la fiesta de unos ricachones y ponerse a bailar sobre su preciosa mesa llena de cubiertos de plata, o bailar alocadamente en Central Park con el pelo lleno de flores, o gritar a los cuatro vientos lo mucho que aprecia su pelo, como marca de identidad y rechazo a los clichés establecidos. En plena adolescencia, ¿a quién no le podía gustar este musical? Para mí, este fue el más deseado y esperado.

Y ya que hemos hablado del musical de mi adolescencia, tendremos que hablar de los musicales de mi infancia, sin contar con los largometrajes Disney, que son películas de animación.

El Mago de Oz: Colores, familia, musica pegadiza, bailes, una niña como protagonista... ¿Qué pequeño proyecto gay no se iba a encandilar de esta cinta? Gracias a esta película cada vez que imaginamos una bruja lo hacemos con sombrero de pico, vestida de negro y piel verde, que en el mundo real es una profesora o vecina refunfuñona.
Además, creo que antes, la emitían a menudo en Navidades, lo que sin lugar a dudas hace que esta historia se asocie en mis recuerdos a regalos, emoción, momentos de familia y situaciones agradables. 

Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music): Por un lado, Julie Andrews, la perfecta maestra y cuidadora de infantes (Mary Poppins y Fräulein María), entrenando orcos en el campo, llevándoles de excursión por los Alpes, haciéndoles trajes con cortinas monísimas y cantándoles para que no tuviesen miedo de los rayos y truenos de una tormenta... El ideal hecho música. Y por otro, he de confesar que interpreté a Rolf, el cartero nazi, en la versión del grupo de teatro del instituto, con su correspondiente número musical (Y el sueño se hizo realidad). 

Cabaret: la homosexualidad, el mundo del espectáculo, las coreografías imposibles de Bob Fosse, la fotografía decadente y sus guiños al arte contemporáneo, el análisis social del Berlín anterior a la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo, el aborto, el amor, la amistad... A pesar de haber escuchado en infinidad de ocasiones su legendario "Money, money", llegó a mí en mi mayoría de edad, cuando ya era capaz de comprender todo lo que se esconde debajo de cada número musical. Una obra maestra fascinante.

Victor o Victoria: Quizá sea la versión cómica y edulcorada de Cabaret. Temas similares, pero todo más fácil de tomar (nada de abortos y amores imposibles), como no podía ser de otra manera teniendo de nuevo a Julie Andrews como protagonista. Dignas de mención son sus escenas de humor tipo años veinte en las que uno entra otro sale y se buscan pero no se encuentran jamás. Divertida y, de forma modosita, atrevida para los años en los que se rodó y el público al que se destinaba.

The Rocky Horror Picture Show: Locura, diversión, situaciones absurdas e inconexas, libertad sexual, todo un ritual de frases y reacciones, para determinadas escenas, a sus espaldas (que casi necesita manual de instrucciones) y una iconografía legendaria de corsés, tacones y medias de rejilla. Si te han venido gustando los musicales y ya has visto Víctor y Cabaret, el paso lógico en la evolución del musical es que te guste Rocky. Éste llegó en la época en la que salía, entraba, trasnochaba, conocía gente y más gente... Vamos, cuando mi propia vida era un Ombligo Horror Show. 

Moulin Rouge: Quizá ésta es una de esas películas que en ocasiones te avergüenzas de reconocer que te gustan, y que te gustan tanto. Si no la vi alrededor de veinte veces no la vi ninguna. Consecuencia: que ahora cuando pienso en verla me da un poco de pereza. Creo que fue con Moulin Rouge con la que me enamoré de Ewan (el resto de sus películas como que consolidan el enamoramiento inicial, pero MR es como el flechazo), y en la que todos pensamos: "Pero que guapísima es Nicole Kidman, ¿no?" Ríos de lágrimas, emoción a flor de piel, números musicales y coreografías a gran escala, una escenografía barroca y la expresión del amor hecha imagen y sonido (una explosión de luces de vengalas y los protagonistas cantando I will always love you... Eso es enamorarse, señores, y lo demás son tonterías)... Sí, mucho merengue y pastel de fresa.

Y por último... ¡¡Barbra Streisand!!

Funny Girl: No había visto este musical, hasta que lo nombraron en In & Out (en la que el protagonista es un ultra de la Streisand y habla de él). Intrigado por esto lo vi,  y más o menos para el minuto quince, ya estaba prendado de este musical. Barbra haciendo el ganso en patines, Barbra haciendo el ganso vestida de novia, Barbra haciendo el ganso en una partida de póker, Barbra totalmente destrozada por el amor, con unas uñas y una manicura de infarto... Lo típico. El origen de la popularización de temas como People o Don´t rain on my parade.

Hello Dolly: Desde muy pequeño, creo recordar imágenes de esta película: mujeres con trajes pomposos en colores pastel, que hacen que parezcan pastelitos de crema saltarines; hombres alargados y extremadamente delgados con pantalones de pitillo, que bailan casi de puntillas; y una Barbra con una melena recogida en un moño, de un color naranja radioactivo que te hace sospechar de su peluquero y el tinte que ha empleado. De nuevo una película divertida, amena y hecha a la medida de la Diva: Barbra haciendo el ganso cuando va a coger el tren, Barbra haciendo el ganso en una tienda de sombreros, Barbra haciendo el ganso en un restaurante de lujo, Barbra saliéndose con la suya en una explanada llena de gente aplaudiendo en su boda... Todo ello con unas uñas y una manicura de infarto... Lo típico.

Así pues, si algún día os apetece ver un musical, y no sabéis por cual decantaros, aquí os dejo mis recomendaciones. Eso sí, recordad que con melón un musical no se disfruta como es debido, y mucho menos si lo vais a ver por la noche.

¿Y las vuestras? ¿Cuales son vuestras películas musicales favoritas?

domingo, 15 de abril de 2012

El Glee nuestro de cada día

Estamos viendo la tercera temporada de Glee. Me encanta, no lo puedo remediar. Recuerdo que al principio me parecía lo peor, muy infantil y con unas tramas de culebrón insoportables. Además eran veintitantos episodios... ¡¡Por el amor de Alanis Morissette!! ¡¡Yo que le había prometido al Hambre probar con la primera temporada, sin saber que eran tantos episodos!! (Maldito filibustero, él sí lo sabía...) Sin embargo, los personajes se iban caricaturizando a cada paso, las tramas, sin dejar de ser "culebrónicas", se volvían cada vez más divertidas y las canciones que cantaban mejoraban por momentos. Creo que fue el episodio en el que cantaron "Halo/Walking on sunshine" el que me enganchó totalmente, y el que dedicaron a Madonna el responsable de mi adicción.


(Perdonad por los anuncios en las canciones, pero eso no depende de mí :_(  )

Para aquellos o aquellas que no lo hayan visto nunca, esta serie trata de un grupo de adolescentes de instituto que se unen al coro del mismo, y van educando sus voces a través de diversos ejercicios que el profesor les propone semanalmente. Esto les hará ir mejorando y creciendo vocalmente para poder presentarse a distintos concursos corales. Esta podría ser la trama de inicio, pero paralelamente tenemos: la rivalidad entre el profesor del coro (y español...) y la entrenadora de las animadoras, a la que le restan presupuesto para poder mantener ambas asignaturas (si es que se puede llamar así a lo que ambos imparten, porque aquí en España esto que ellos hacen serían clases extra escolares que cada uno tendría que subvencionarse); los problemas típicos de la adolescencia: el amor, la identidad sexual, el embarazo, el matrimonio o la inserción en la universidad deseada (lo típico); y los problemas de los adultos que rodean a estos jovenzuelos: el amor, el engaño dentro del matrimonio, el cumplimiento de las metas e ilusiones llegados a una edad o el trastorno obsesivo compulsivo (lo típico); todo esto salpicado de números musicales y canciones versionadas por los alumnos y profesores, eso sí, casi nunca originales ya que al productor, Ryan Murphy, lo que le motiva es la copia de la originalidad de otros (a cada uno le gusta una cosa, y a este lo que le va es pagar derechos...).

Lo que más me fascina de esta serie son los medios de los que se supone que disponen los adolescentes  en los institutos americanos, para dar rienda suelta a su pasión, para desarrollar sus capacidades vocales y la disposición de los músicos de la clase del coro (Glee Club) para ponerse a tocar todo lo que se les antoja a los chavales cantarines. Les dan una partitura y según les llega, ahí esta el hombre del piano, cuatro violinistas, el de la guitarra y el de la batería, a cualquier hora y en cualquier momento, cuando están todos los chicos y chicas en clase o cuando se les emperejila a dos de ellos que tienen que ensayar en el "pedazo" de auditorio (que me río yo de algunos teatros de la escena madrileña, comparados con el teatro de este instituto). Eso sin contar todos los secretos que se llegan a confesar estos jovencitos delante de los músicos, que tienen que estar hasta las narices de aguantar sus besitos, sus aires de grandeza y sus canciones de Barbra Streisand en falsete porque están tristes ya que valen mucho y nadie lo sabrá nunca... 
Y no hablemos ya de los efectos de luz, sonido y escenografía que se pueden llegar a montar para un simple trabajo de clase (Singing in the rain/Umbrella, con lluvia en el escenario... Sin palabras. Las señoras de la limpieza de ese "insti" tienen el cielo ganado, o cobran un sueldazo. Aunque recoger los pitotes de estos chicos no debe haber sueldo que lo pague).


Si nuestras vidas fuesen un musical... Serían un pestiño, la verdad. Cada uno con su canción, mezclándose unas con otras, un montón de gente siguiéndote para ser el cuerpo de baile de tu día a día... (¡Las travestis carteristas se iban a poner las botas entre coreografía y coreografía!) Además, habría algunos que desafinarían y sería un auténtico horror insufrible aguantar la vida musical del susodicho. ¡Demos gracias a la Creadora por no hacer un universo de realidad musical!
Sin embargo, pensando un poco para hacer este post, me di cuenta de que hay unos momentos concretos en mi vida, en los que me gusta un tipo de música o unas canciones muy específicas.

Para vestirme, me encanta la canción "Idol Mitai ni Utawasete" de Yazima Beauty Salon. Es tan animada y cursi, que imaginas que el día que te espera estará cargado de novedades, gente buena y amable, siempre dispuesta a una nueva aventura... Nada más alejado de la realidad, porque a menudo sabes lo que te espera y para nada está cargado de novedades y aventuras... Incluso, puede que el día llegue con alguna novedad que suponga un verdadero fastidio (no arranca el coche, te cambian de compañera, falta la profesora de psicomotricidad...). De hecho, esta canción la pongo para arreglarme los fines de semana, ya que los días de diario aún tengo compañeros durmiendo en casa, y a ellos nos les iba a parecer nada molona la canción a las ocho de la mañana...


Cuando voy en coche conduciendo solo me encanta poner copla, Concha Piquer, Lola Flores, Rocío Jurado, Estrellita Castro... Bajo la ventana y de camino a cualquier sitio (por carretera, eso sí, que por ciudad sería un show y aún tengo un mínimo de pudor), hincho los pulmones y me descargo tranquilamente "a grito pelao", soltando al viento los problemas de la Lirio, lo mucho que me gusta mi jaca o el miedo que me da que Francisco Alegre salga a torear esta tarde. Oye, que me quedo más ancho que largo. 


Los días grises, en los que estoy triste, cansado o desanimado, pensaríais que lo que intento poner es algo alegre que contrarreste tipo Corazón Contento, Más bonita que ninguna o Aire, pues no, en estas situaciones lo que me pide el cuerpo es Celine Dion. No tengo yo muy claro por qué será esto, pero la verdad es que ayuda a regocijarme en mi pena, desasosiego y desazón, consiguiendo en mí una sobredosis de dolor interior. Seguramente sea esto lo que haga que al día siguiente el mal estar haya remitido y lo que vuelvo a necesitar es Yazima Beauty Salon.


Así que ved Glee, que pasados los primeros episodios engancha bastante, aprendeos alguna copla aunque sólo sea para liberar vuestras cuerdas vocales en los pequeños viajes automovilísticos y sobre todo no comais melón por las noches, que te deprime al día siguiente y puedes volverte adicto a Celine Dion... ¡Y eso sí que mata!


lunes, 9 de abril de 2012

Aventura en la Granja Escuela Zombi

¿Las vacaciones? Pues bien, descansando mucho y recuperando fuerzas, ya que los tres días anteriores al descanso vacacional, los entrenadores y los orcos fuimos a la Granja Escuela Zombi.

Nos lo vendieron como una nueva experiencia, que no suponía ninguna diferencia con las granjas ordinarias y que además ayudaba a la inserción de los zombis en la sociedad, mejorando su autoestima e imagen frente al resto de grupos sociales. A pesar de mi reticencia y la de mi compañera Aby Argominable, el resto del equipo docente parecía muy dispuesto y emocionado con el proyecto y la experiencia, por lo que dejamos atrás nuestros prejuicios y nos lanzamos a lo que sin duda sería una estupenda aventura.

Al llegar, los zombis nos recibieron amablemente, sin mucho ánimo y efusividad (claro, que para estar  muertos y seguir moviéndose, no está nada mal). El problema es que con los orcos has de ser enérgico y contundente en sus peticiones, demandas, exigencias o explicaciones, si no, poco puedes conseguir de ellos. Así que cuando el zombi calvo y la chica zombi le pedían a los enanos, nada más bajar del autobús, que dejasen de dar con el palo en la cabeza a las tortugas con su soniquete lastimero y ranqueante, éstos les miraban, sonreían y continuaban con su nuevo juego preferido: "Comprueba si ese caparazón aguanta". Al ver que no les hacían caso, los muertos vivientes resoplaban, guardaban sus pútridas manos en los bolsillos y se resignaban ante la indiferencia de los pequeños.

Por tomar contacto con los zombi granjeros e intentar conocer un poco más este mundo de los no muertos, me acerqué al zombi con pelo para charlar:

- Hola, ¿qué tal? ¿Te doy la mano o me quedaré con ella colgando? - Lo se, es un chiste muy fácil, pero no se me ocurría cómo romper el hielo. No hubo respuesta, pero sí me ofreció su extremidad, por lo que le saludé con cierto recelo -. ¿Y cuanto tiempo llevas muerto?
- Doooos...  aaaaaañooooos.
- ¡Puff! ¡Qué putada! ¿Y cómo fue? Si no es mucha indiscreción...
- Indigestióóóóón... Comíííí... melóóóóón... por la noooocheeee...
- ¡Lo sabía! Si es que el melón por la noche mata, todo el mundo lo sabe... ¿Y cuanto tiempo llevas en esto de la granja?
-  Treeees.... hooooras... - y acto seguido comenzó a babear. "¡Qué poquita confianza me da esto!"

Según avanzaba nuestra estancia comenzábamos a descubrir pequeños inconvenientes de la Granja Escuela Zombi. Por ejemplo, no tenían huerto, ya que al parecer habían intentado en innumerables ocasiones ponerles a arar, sembrar o regar, obteniendo como resultado una mirada al infinito, sin resultados productivos, o accidentes entre empleados zombis que llevaban a la recaída de los mismos, con las viscerales consecuencias que os podéis imaginar ("Sí, un asco y un pringue"; según el coordinador del lugar).

A lo largo de la estancia, vimos distintos animales, aunque las explicaciones y guías de los muertos vivientes no parecían corresponderse del todo con lo que los entrenadores esperábamos obtener de una granja para nuestros orcos:

- ¿Veis esta vaca... taaaan grandeeee? - pregunta la zombi chica -. Es tan graaaande... que cuando caga... lo hace encima del muuuuuro... jejejeje - dato que a los peques les parece de lo más interesante, pero que a los entrenadores nos parece de lo más prescindible, cuando puedes hablar de qué comen las vacas, cómo lo comen o los múltiples beneficios que nos aporta -. ¿Y sabéis algo más? - A ver, quizá haya hecho un juicio apresurado de la explicación -. Esta vaaaaca... es taaaan grande... que solo puede salir.... de donde está... si la descuartizamos... - Y dicho esto, mira a la vaca fijamente y comienza a babear.

- ¡Chicos! ¡Vamos saliendo de aquí, que zombi chica necesita un momento para volver en sí y dejar atrás sus pensamientos devoradores!

Por teléfono nos comentaron que tenían diversos tipos de aves, gallinas, gallinas de guinea, pavos, pavo reales... Y yo que soy un gran amante de los patos y los gansos quise acercarme con los orcos a ver estas graciosas y entrañables aves. Zombi chica amable y tranquilamente nos acompañó hasta el recinto de las ánades...
Aquello estaba desolado. Ni un solo ave, pero todo lleno de plumas, como si alguien hubiese decidido hacer caldo para un regimiento.

- Perdona, ¿y los patos?
- No están... Desaparecieron... antes de ayer. Por la mañana vinimos y ¡puff!... Ya no estaban...

Curiosamente al volver la mirada al recinto de los patos, zombi chica comenzó a babear de nuevo, y comentándolo con el resto de compañeras, todos los zombi granjeros contestaron lo mismo, con la misma secreción de fluido salival tras la explicación del suceso.

Varias de las actividades que nos proponían eran realizar circuitos de multiaventura adaptados al nivel y estatura de los orcos. En un principio, a todos nos pareció una gran idea para que los enanos perdieran el miedo a realizar determinados movimientos y que desarrollasen sus capacidades motoras. 
Lo que no podíamos imaginar, era que durante cuatro horas y media diarias, nos iban a tener, a los entrenadores y a los pequeños, en una explanada a la solanera, sin ningún tipo de resguardo, sombra o refrigerio, sin tener en cuenta que entre el sol y el movimiento,  la carne de los zombi granjeros acelera su proceso de descomposición y desprende un olor horrible y hediondo, que convirtiendo la actividad en una nueva y mezquina forma de tortura.

Llegados a este punto, y temiendo que el relato de nuestras experiencias en la Granja Escuela Zombi puedan afectar vuestra sensibilidad, prefiero adelantarme al final y no seguir narrado nuestras peripecias. Como podéis concluir, salimos vivos de aquella y sin ninguna baja por parte de los orcos (aunque no podemos decir los mismo de los conejos recién nacidos... que también desaparecieron en la noche...). Pero si queréis escuchar el consejo de este humilde entrenador de orcos, no vayáis a una Granja Escuela Zombi, no son como una granja ordinaria... No lo son... ¡¡¡NO LO SON!!!

(Por desgracia, este post está basado en hecho reales, así que... nada de melón por las noches u os convertiréis en zombi granjeros).

jueves, 15 de marzo de 2012

Cuestionario Proust: Sr. Ombligo

En el siglo XIX, Antoinette Faure, hija de Félix Faure, presidente francés de la época, se dedicaba a organizar pequeñas fiestas, merendolas o similar, en las cuales sometía a un minucioso cuestionario a sus allegados asistentes, entre ellos el mismísimo Marcel Proust. Esta batería de preguntas las anotaba en un cuaderno rojo de ornamentadas tapas de cuero repujado al que se conoce como el "Album de Antoinette Faure".
Pues bien, este cuestionario ha pasado a la historia dentro del mundo periodístico y del entretenimiento, gracias a que Proust lo contestó en dos ocasiones y decidió publicarlos (por lo que se le denomina Cuestionario Proust), y gracias a que desde entonces, revistas de reconocido nombre y prestigio decidieron realizarlo a diversas celebridades de las distintas artes.

¿A qué viene todo esto? Estaba yo una mañana, pensando en qué podría escribir, cuando pensé: ¿Por qué no realizar estas preguntas a mis amigos, conocidos y gente que admiro de alguna otra forma? ¿Esas personas que el mundo no conoce, pero sin las cuales el mismo no funcionaría y mucho menos "mi" mundo? De hecho la misma Toñi Faure realizaba su cuestionario a gente que para nosotros ahora es desconocida, pero que seguramente para ella fuese muy importante, ¿no? ¿Quién le iba a decir a ella hasta dónde iba a llegar el joven Proust? ¿Quién me dice a mí que el día de mañana algunos de mis queridos y queridas no será un famoso "Proust"? Así decidí comenzar una serie de Cuestionarios Proust, dentro de mi rinconcito.

Entiendo perfectamente que las "celebridades" a las que se lo pida, piensen: Sr. Ombligo, ¿nos pides que desnudemos nuestra alma y pensamientos, ante la blogosfera y ante gente de buen criterio, saber  hacer y bellísimas personas que te leen? (¡Boing, boing, boing! ¿Una pelota? ¿Estoy oyendo una pelota?). Pues sí queridos y queridas, comprendo vuestro reproche y como creo que hay que predicar con el ejemplo, seré el primero en desnudarme para vosotros y vosotras con mi primer Cuestionario...

¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?

Relajarme y no tener que pensar en nada… Caricias en el pelo, en el brazo… Hacer lo que te gusta y que te paguen por ello… Comer algo que te gusta y tener tiempo para disfrutarlo… No tener que mirar el reloj mientras estás con amigos… ¡Hay tantas formas de felicidad perfecta!

¿Cuál es tu gran miedo?

Supongo que la muerte, pero eso no hay quien lo remedie, así que… En ocasiones he soñado que voy desnudo por la Gran Vía e intento pasar desapercibido y que nadie lo note… Y en el sueño parece que lo consigo, pero el mal rato que paso… Así que todos los días me visto para salir a la calle y que este miedo no se cumpla. Y cuando voy a pasar por la Gran Vía, ¡MÁS!

¿Quién es la persona viva a la que más admiras?

Lo primero que me viene a la cabeza es mi madre, que es una persona (y una personajilla) como la copa de un pino, y a quien en muchas cosas me parezco. Pero famoso y que todo el mundo conozca… Pepa Flores, Marisol. Con todo lo que era y lo que suponía, se retira y se dedica a tener vida privada. Digno de admirar. Quizá no sea a la que “más” admiro, pero siempre me ha llamado mucho la atención este detalle de ella.

¿Cuál es el rasgo que más te desagrada de ti mismo?

Mi lengua viperina cuando me enfado… Suelo apuntar a dar… Y suelo atinar… No es que me desagrade, pero me hace sentir mal después.

¿Cuál es el rasgo que más te desagrada de los demás?

Que huelan mal. Si hay alguien que huele mal… ¡Puff!

¿Cuál es tu mayor extravagancia?

Odio la Thermomix, las máquinas Nespresso y los led detrás de las pantallas, televisores o monitores. Por si esto no se considera extravagancia… Me encantan los broches, pins y chapas, si puedo siempre me pongo uno.

¿Cuál es tu viaje favorito?

Es difícil elegir uno, pero recuerdo y recordaré con mucho cariño, una escapada en Septiembre a Granada, con mi amiga Marta… Los dos sentados junto a la catedral, por lo menos dos horas, viendo cómo las gitanas les leían el futuro a los extranjeros (¡Niña, corre! ¡Que este m’a dao veinte’uros!)

¿Cuál consideras que es la virtud más sobrevalorada?

La fama. Ya nadie quiere ser “Intrahistoria”, con lo que le costó a Unamuno sacar este término a la luz…

¿En qué ocasiones recurres a la mentira?

Si creo que lo que voy decir puede hacer daño, recurro al disimulo o al adorno verbal. No es mentir, pero tampoco es decir la verdad. Pero a mentir como tal, no.

¿Qué es lo que menos te gusta de tu aspecto?

Nada, me quiero y me cuido mucho, en cuanto a aspecto. Claro que hay días que los espejos se rompen en cuanto ven que llego, pero es cosa de los espejos, no mía, y mucho menos de mi aspecto.

¿Qué persona viva te inspira más desprecio?

Muchos: Esperanza Aguirre, Ana Botella, George Bush, Satán… este tipo de gente.

¿De qué palabras o frases abusas?

“¿En serio?”

¿Qué o quién es el gran amor de tu vida?

Madonna, que como no la conozco en vivo y es sólo una idea, ella va a seguir haciendo espectáculo y a mí me va a seguir gustando. A veces más a veces menos, pero como en toda relación, ¿no?
No obstante, El Hambre está siendo todo un gran amor…

¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?

La época en la que trabajaba en una granja-escuela. El ambiente entre los compañeros, la granja, verme siendo capaz de sacar lo que me pedían adelante... Creo que de pequeño, también fui muy feliz.

¿Qué talento te gustaría tener?

El Hambre me dio un superpoder que me encantó: manejar la luz de tal manera que pudiera crear ilusiones ópticas (él no lo dijo así porque seguro que empleó un lenguaje más técnico, pero es con lo que yo me he quedado… ¡Y me gusta!)

Si pudieras cambiar una única cosa de ti, ¿qué elegirías?

El color de los ojos, de siempre me hubiese gustado tenerlos claros. No se, es un capricho.

¿Cuál consideras que es tu gran logro?

Levantarme entre semana a mi hora. Me cuesta, pero lo hago. ¡Cada día!

Si pudieras elegir en qué reencarnarte, ¿qué sería?

En un ser de otro planeta. Así pruebo otra forma de vida, ¿no? Y con un poco de suerte, conozco al Doctor.

¿Cuál es tu bien más preciado?

Yo mismo.

¿Cuál es para ti la máxima expresión de la miseria?

Hacer las cosas mal a propósito. Saber que lo que haces está mal, que no te importe y seguir haciéndolo. ¡Miserables!

¿Dónde te gustaría vivir?

En el castillo de la Bella Durmiente de Disneyland Resort París. ¡Por pedir que no quede! ¿Habéis visto las vidrieras? ¿Y el dragón de la caverna? Es para vivir allí, de verdad.

¿Cuál es tu pasatiempo favorito?

Leer, escribir o imaginar historias mientras escucho música.

¿Cuál es la cualidad que más te gusta de un hombre?

Que le guste yo, que entienda y comparta mi humor y que me soporte.

¿Cuál es la cualidad que más te gusta de una mujer?

Que sea clara, que se la vea venir, y que entienda y comparta mi humor.

¿Quiénes son tus escritores favoritos?

No tengo uno concreto al que seguir, soy más de géneros que de escritores. De chavalín me dio por Anne Rice, luego una temporada por Michael Cunningham, Eduardo Mendicutti me hizo gracia durante un tiempo… Pero no soy fanático de uno.

¿Quién es tu héroe de ficción preferido?

La verdad que yo soy más de villanos y villanas, me encantan Úrsula, Maléfica, la Reina Mala, Marisa Coulter… Pero debo reconocer que Tormenta de siempre me llamó mucho la atención, con su control sobre los fenómenos atmosféricos, ese traje negro ajustado, ese tocado, el pelo blanco, su nombre (Ororo)…

¿Cuáles son tus nombres favoritos?

Eneko, Endora, Úrsula… Todos muy normalitos y ponibles…

¿Qué es lo que más detestas?

El que habla por no callar, no sabe lo que dice y te quiere hacer creer que su palabra es Ley, sin tener en cuenta tus ideas.  ¡Uff, que rabia me da!

¿Cómo te gusta dormir?

En la cama, agarrado a la almohada.

¿Cuál es tu lema?

Suena un poco ñoño, pero desde hace tiempo lo pienso: La gente buena, tiene buena suerte.