domingo, 26 de septiembre de 2010

Béstor

El año pasado, Asfodelo y yo fuimos a Xtar, la ciudad más importante de la Región de Sajnaram, a visitar a Béstor.
Béstor es otro elfo al que considero compañero de espíritu. Siempre he percibido que cuando le hablaba de mis anhelos, de mis sentimientos, de lo que vivo en lo más profundo de mí, no tenía mucho que explicar, porque ya sabía a lo que me refería, porque él posee un alma empática similar a la mía, y me comprende casi sin hablar. Por eso, a Béstor es a uno de los pocos seres a los que puedo llamar AMIGO.
Así, el día que nos contó que se marchaba a Sajnaram, de alguna manera algo dentro de mí se rompió un poquito, para curarse lentamente al ver que la verdadera amistad no entiende de distancias, y sin importar la lejanía, hemos conseguido seguir manteniendo el contacto, el cariño, la proximidad.
Pues bien, desde que Asfodelo y yo fuimos a visitarle, la idea de un cambio en nuestras vidas, se asentó en nosotros, y la posibilidad de vivir en Xtar, nos llenaba de alegría e ilusiones. Incluso nos descubríamos a nosotros mismos sonriendo mientras fantaseábamos con dicha idea.
Lo que más me fascinó de todo fue que, la Astróloga, sentada en la arboleda, me asegurase que yo andaba detrás de un cambio, y que éste era lo mejor que podría hacer para tomar de nuevo las riendas de mi alegría.

-¡Eso son patrañas! Algo le debiste decir, de lo que dedujo que tenías la ilusión de vivir allí y por eso te ha augurado un cambio - me ha dicho Blosky, el fauno con el que compartimos el árbol.

Pero es imposible que yo la dijese nada, si lo único que hice durante la visita fue flipar y quedarme con la boca abierta, como el cangrejo de la Sirenita.
No obstante, ahora viene lo mejor. Hoy he quedado de nuevo con Sayida, para ver un Teatro bardo (en  el que un bardo interpreta una historia y unos actores la representan mediante mimo. Dependiendo del grupo y del bardo, el grupo puede intervenir más o menos. Ya sabéis lo altivos que son los bardos y el afán de protagonismo que tienen). Como viene siendo costumbre en mí... llegaba tarde. Pero para colmo de mis males, no había forma élfica de encontrar un topo. De pronto lo he visto venir. El suelo se levantaba levemente a su paso y la tierra vibraba, síntoma inconfundible de que la bestia se acerca. Me preparé para cortarle el paso, metí la mano en la tierra para distraerle y cuando el topo salió de su túnel subterráneo, se me erizaron todos y cada uno de los bellos corporales (y cuando digo todos, son todos), pues no podía creer el singular pasajero que montaba ya al animal.

- ¡Béstor! ¡No me lo puedo creer!

Me encanta cuando me encuentro con Béstor, porque nos recibimos con un entrañable abrazo. No se si le pasará a otra gente, pero así como hay seres que besan muy bien, hay quien abraza de maravilla, y ese es el caso de mi amigo, que da los mejores abrazos de todo Aldebodal, y creo que no soy el único que lo piensa.

- Eres el último ser que me hubiese imaginado encontrarme aquí, subido a un topo, pero imagino que todo tiene un por qué, a pesar de lo que diga Blosky - A Béstor se le puso cara de "¿Qué me estás contando?" -. Así que te tengo que hacer un resumen de algo que me ha pasado.

Casi no le dejé reaccionar y mucho menos contradecirme, así que nos subimos al animal y le fui contando mi experiencia con la Astróloga. Su cara era un poema y yo hablaba muy rápido para intentar hacerle un resumen de todo y que se enterase de lo más esencial e importante (al margen de que yo suelo hablar mucho y muy rápido, pero en este caso era excepcional).
Quizá le agobié un poco, pero encontrármelo de aquella manera, no podía ser más que una jugada de los astros para que se lo contase y rápidamente hablásemos del tema. El pobre no sabía qué decir, ni como reaccionar.

- Bueno - dije cuando el topo paró, cogiendo aire por fin -, sólo quería hacerte un avance, aprovechar la oportunidad y decírtelo en persona, pero esto en realidad te lo quiero contar con más calma, más detenidamente, que a ti quiero narrártelo con pelos y señales. ¿Y tú qué? ¿Cómo estás?

- Venir aquí por unos días me ha venido bien. Y nuestro encuentro inesperado me ha encantado, aunque me quede un poco shockeado con tanta y información - ambos reímos, aunque creo que la expresión de sus cejas pedían un desfibrilador-. Este encuentro no quita, que intentemos hablar pronto, además tienes que explicarme bien todo esto, porque no me queda muy claro.

Y dicho esto, nos volvimos a dar un abrazo. Esta vez más fuerte, con más alegría de habernos visto, con más necesidad de hacer eso mismo más a menudo. Este verano soñaba que Béstor y yo vivíamos en el mismo lugar, que nos encontrábamos caminando y nos saludábamos con prisa, pues era seguro que nos veíamos más tarde. De alguna manera mi deseo de cambio se plasmaba en mi sueño, y ahora una desconocida me indica que no dudase en coger ese camino cuando se presente la oportunidad.

- Te quiero mucho, Béstor- le digo en un susurro, mientras nos abrazamos.
- Y yo a ti, Señor Ombligo - me susurra él a mí.

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